Millones de fotos acuáticas se han disparado desde que en Barcelona 92 el fotógrafo Heinz Kluetmeier bajó por primera vez al fondo de una piscina para retratar lo que ocurría sobre él, en la superficie del agua olímpica. Él, que imaginó también por primera vez esta perspectiva con un ojo de pez que después tantos copiarían -como cuenta The New York Times-, sería después el autor para Sports Illustrated de otra serie mítica: la que demostraba que Michael Phelps había ganado en los 100 metros mariposa de forma milagrosa en Beijing 2008.
Hace unos días, el diario norteamericano dedicaba espacio a explicar el arduo trabajo de estos fotógrafos que nos están dejando algunas de las más impresionantes imágenes de todos los Juegos. Contaba, por ejemplo, que muchos de ellos son buzos, que hay una larga lista de espera para obtener permisos, que los problemas técnicos pueden acabar en un segundo con toda la jornada de trabajo, que el material cuesta más de 30.000 dólares o que los fotógrafos se quejan de que incluso un lugar tan exótico como el fondo de las piscinas está ya tan masificado de retratistas que resulta difícil hacer algo especial.