La respuesta del Congreso al 1-O: Ni p*** idea
A lo grande. La tensión se cortaba con una sierra eléctrica más que con un cuchillo esta mañana en el Congreso de los Diputados. Sus señorías están viendo demasiadas series al estilo de los hermanos Coen en vez de los sosegados capítulos de las series británicas o daneses.
El "quite usted sus sucias manos" de las instituciones catalanas, lanzado por Rufián a Rajoy no ha hecho nada más que azuzar los modales cerriles de uno y otro bando. Todos escuchaban las acusaciones desde la tribuna o los escaños con los móviles abiertos, siguiendo las detenciones del número dos de Oriol Junqueras, entre una docena más de detenidos, en Barcelona.
El nerviosismo avanzaba al mismo tiempo que pensaban –es un decir- en cómo escenificar el cabreo contra Rajoy y "la utilización que está haciendo el Gobierno de la Fiscalía". El presidente del Gobierno y el fiscal General, José Manuel Maza, estaban en boca de todos, dentro y fuera del hemiciclo. El asombro entre los diputados más templados era notable.
Y todo ello, aderezado con el mal rollo proveniente de la tarde de ayer, cuando Albert Rivera logró que se rompiera el respaldo al Gobierno y la unidad dentro del grupo socialista, que hoy trataba de cerrar heridas. Entre los populares mismos, en murmullo, seguían reprochando a Rivera su equivocación por abrir esa brecha. Nadie entendía que rechazara incluir el punto del PSOE que instaba a negociar. La justificación de Rivera es que Puigdemont no es un interlocutor válido, pero como recordaba un popular "tampoco le resultaba válido Rajoy cuando se negaba a hablar con él y acabó pactando con nosotros".
Con este escenario de fondo, el patio del Congreso se ha convertido –una vez más- en improvisado patio de vecinos, una vez que Esquerra Republicana ha decidido abandonar el hemiciclo, seguidos luego del PdeCat –Carles Campuzano ha insinuado que no tenían claro si volverían a este Parlamento - que han dejado la cámara antes de las 10.30. Después, el portavoz de en Comú Podem, Xavier Doménech, tras espetar a Rajoy que había roto los acuerdos y el espíritu que se fraguaron con el president Josep Tarradellas, pedía tiempo en los pasillos para sopesar la gravedad de la situación. Fuera, en la carrera de San Jerónimo, Podemos con Doménech y Pablo Iglesias al frente, se concentraba ante los leones para protestar por las detenciones en Cataluña. Irene Montero tardaba en aparecer, y dada la frialdad en la cúpula, su gente comentaba sin tapujos el temor de que no apareciera.
Los corrillos ardían, no solo con los diputados de En Comú intercambiando opiniones, sino con parejas curiosas que hace el humo del cigarrillo –cada vez son menos las señorías que fuman- como Rafael Mayoral (Podemos) y José Luis Ábalos (PSOE); o una parte importante del Grupo Parlamentario Socialista hablando con el ministro del Interior primero y después con Rafael Hernando.
Joan Balldoví expresaba la paradoja, también en los corrillos y ante los micros: "Los demócratas no podemos estar hoy callados y mañana este Congreso debería hablar de lo que está pasando y de las medidas que el Gobierno está tomando. No tiene sentido que se esté discutiendo en estos pasillos, en las tertulias, en las televisiones, y no se hable ahí dentro", ha dicho señalando el hemiciclo.
A las doce, los ánimos parecían haberse calmado, pero solo en apariencia. A la pregunta de "¿Adónde vamos con todo esto?", los diputados preguntados -de todos los grupos - han tenido un gesto unánime, a veces físico –una subida de hombros- a veces irreproducible, "Ni p... idea".
Nada reseñable, salvo el desaliento y la tristeza sumado a la tensión y el miedo a que la violencia física estalle en algún sitio. Los independentistas catalanes del Congreso aseguran que eso no va a pasar. Ojalá.