Leyendo el conflicto catalán: desde la historia y por el diálogo
Este texto nace como ejercicio de esclarecimiento de lo que está sucediendo en Catalunya y España, poniendo en común distintas reacciones e interpretaciones de la situación y adoptando una perspectiva histórica crítica de la misma. Ambas cosas son necesarias si queremos, por un lado, ser capaces de comprender y respetar las posiciones en disputa con el fin de dialogar constructivamente y, por otro, ser conscientes de los riesgos que, como demuestran otros episodios de nuestra historia, traen consigo la intolerancia y la ausencia de diálogo.
La versión oficial
La narrativa oficial del gobierno español es bien conocida y no me extenderé en ella. Plantea que lo que se ha producido en Catalunya es un golpe de la Generalitat contra el Estado democrático y de Derecho con el apoyo de las bases sociales independentistas. Golpe cuya respuesta debe ser la Constitución y la ley con todo su peso. Del otro lado, la narrativa del gobierno catalán para justificar su desobediencia a las leyes españolas se fundamenta en la imposibilidad práctica de lograr un referéndum pactado por la vía constitucional, así como el mandato recibido en las últimas elecciones autonómicas para culminar el procés. Las razones que se dan a por qué Catalunya y España han llegado a este impasse divergen. En el relato del gobierno central, se culpa al gobierno de Carles Puigdemont y, más genéricamente, al nacionalismo catalán de imponer su pensamiento y fracturar a la sociedad catalana. En el relato de la Generalitat, la responsabilidad de la crisis es del gobierno central por su inmovilismo e incapacidad para el diálogo.
Activación de un nacionalismo español de inspiración pre-constitucional como respuesta social al desafío independentista
Varios autores señalan, tras los acontecimientos del 1-O en especial, el resurgimiento en las redes y en la calle de un concepto y simbología de España hasta ahora compartidos, fundamentalmente, en los círculos más íntimos e ideológicamente afines de una parte, en principio, minoritaria de la derecha española. Otros van más allá e identifican actitudes y mentalidades propias del orden pre-constitucional en sectores de la administración del Estado (merced a algunas de sus actuaciones) y medios de comunicación (a partir de su manera de transmitir la información), incluso cuando dicen defender la Constitución y el Estado democrático de Derecho.
Para algunos historiadores, sería el resultado de la 'ruptura pactada' en el 78 o, dicho de otro modo, de una transición democrática incompleta. La respuesta de este nacionalismo español al conflicto en Catalunya es la aplicación de la Ley y, llegado el momento, la represión física de toda resistencia o manifestación, sea pacífica o no, contra su aplicación. Cualquier forma de diálogo o negociación equivaldría, en estos términos, a una cesión al chantaje, a una humillación del Estado y de España como nación y carta blanca para nuevos desafíos secesionistas.
Ausencia de un relato cohesionador para el conjunto de los españoles
Numerosos testimonios y reflexiones sugieren la dificultad para una parte considerable de la ciudadanía española y catalana de identificarse, ya sea con la idea de España mencionada anteriormente o la de una Catalunya independiente. Algunos se preguntan si la Constitución del 78 y el Estado democrático de Derecho constituyen un aglutinador emocional suficiente para contrarrestar la fuerza polarizadora del nacionalismo español y catalán en sus versiones más extremas.
La desafección que siente un sector importante de la ciudadanía hacia las instituciones políticas – como resultado de la corrupción, los recortes y la manipulación de los poderes públicos con fines partidistas – hace difícil creer que la simple defensa de estas instituciones, sin un relato sobre qué es España en cuanto nación en el siglo XXI y qué sería una Catalunya no independiente, sea suficiente para generar el entusiasmo y la cohesión necesarios para reconducir la crisis institucional y social en la que nos hallamos.
Más que una secesión, una revolución
Algunos observadores se hacen eco de cómo, tanto en Catalunya como dentro y fuera de España, hay quienes perciben lo que está sucediendo como un proceso que va más allá de la independencia de un territorio. A partir de una serie de actos de desobediencia civil, estaríamos ante el comienzo de una suerte de rebelión o revolución, más próxima a la abortada en Grecia en 2015 cuando una mayoría de la ciudadanía griega votó en referéndum contra la imposición de las medidas de austeridad de la UE y el FMI. En esta lectura, la revolución catalana sería, para unos, un movimiento antiliberal de corte populista; y, para otros, el ensayo de un modelo de república glocal con vocación cosmopolita. Considerada así, la revolución catalana sería, no sólo ejemplo para otras regiones del mundo con voluntad de independizarse, sino para otros movimientos sociales que buscan una transformación del statu quo económico y político en Europa y el mundo occidental.
La guerra civil española y otros conflictos civiles como marco histórico interpretativo
Una parte de la opinión pública extranjera habla ya explícitamente de posible guerra civil en su diagnóstico de la situación. Los observadores que las han vivido en primera persona en lugares como los Balcanes ven en España potenciales síntomas de un conflicto civil (manipulación de la información, banalización del insulto, etc.). Alertan sobre la rapidez de los acontecimientos, una vez la situación se plantea como dos vivencias, dos relatos, opuestos e irreconciliables, que obligan a todos y cada uno a posicionarse con o en contra.
Desde un punto de vista histórico, existen fenómenos y patrones similares a los que se dieron en los albores de la última guerra civil española. Al igual que hoy, en 1936 convivieron dos realidades con sus respectivas crónicas: por un lado, una revolución popular de izquierdas en formas y formatos diferentes, a la que muchos corresponsales extranjeros asistieron seducidos por la energía y el entusiasmo que desprendía; por otro, unos militares sublevados, cuya base social y política se sentía amenazada por una revolución de inspiración rusa, pero, ante todo y tras la cesión de autogobierno al País Vasco y Catalunya, consideraba que la unidad de la patria española estaba en juego.
Dicha unidad fue elemento esencial del ideario del bando nacional (y, posteriormente, la dictadura) y algo por lo que, en aquel momento, muchas personas estuvieron dispuestas a dar la vida y quitarla. Ambas experiencias y sus respectivos relatos se dieron en el seno de una Europa debilitada por el auge de los fascismos y el comunismo. Y, aunque la guerra civil española desde sus inicios recibió extensa cobertura mediática internacional, no logró la intervención de las potencias democráticas europeas para frenarla.
Diálogo
A partir de estas visiones y, en general, el reconocimiento de una creciente polarización social y política al interior de Catalunya y, gradualmente, en el resto de España, somos cada vez más los que nos sentimos profundamente preocupados por lo que pueda suceder en las semanas que vienen. Apelo, apelamos, al diálogo abierto y tolerante y a la negociación política, audaz y creativa, entre todos los partidos con representación en el Parlamento español, con o sin mediación internacional, como única vía para lograr una solución pacífica y sostenible en el largo plazo a esta crisis institucional y civil. Nos corresponde, asimismo, a cada ciudadano español trabajar por la convivencia en nuestro entorno más inmediato. Ojalá la historia no se repita; ojalá, como dice una buena amiga, nos sorprenda.