Rajoy o el arte de tomar el pelo
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Rajoy o el arte de tomar el pelo

Existe una línea extremadamente fina entre la estrategia política y la tomadura de pelo. Unos defenderán que el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, lleva realizando estos días un encomiable despliegue de facultades tacticistas. Para otros, sus movimientos representan la enésima broma pesada de la persona que debería liderar desde el 21 de diciembre de 2015 la formación de un Gobierno en España.

AFP

Existe una línea extremadamente fina entre la estrategia política y la tomadura de pelo.

Unos defenderán que el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, realizó ayer un encomiable despliegue de facultades tacticistas --al más puro estilo Frank Underwood, protagonista de la serie House of Cards-- por aparentar que se mueve cuando, en realidad, se mantiene en el mismo sitio. Para otros, la rueda de prensa después de la esperada reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP ha representado la enésima broma pesada, el enésimo gesto displicente, la enésima tomadura de pelo de la persona que debería liderar desde el 21 de diciembre de 2015 la formación de un Gobierno en España.

Como casi todo en la vida, que diría el propio Rajoy, hay un poco de ambas ideas. Rajoy lleva meses moviéndose a un ritmo --su ritmo-- que para analistas, compañeros, rivales y miles y miles de ciudadanos resulta desesperadamente lento e inconcreto. Lo cierto es que se mueve como siempre lo ha hecho y tantos buenos frutos le ha reportado. Ya sea recurriendo al desgaste del contrario, al dejar hacer mientras el resto se inmola, al parecer que todo literalmente le resbala, Rajoy ha ganado decenas de batallas internas y externas. Le pese lo que le pese a muchos, cadáveres políticos incluidos.

Pero, en el otro lado, Rajoy también tiene la constante virtud de reírse de todo el mundo mientras esboza una amplia sonrisa o recurre a esas frases retorcidas que dan mucho juego periodístico pero nada aportan a la alta política. Mucho menos a los ciudadanos.

¿De verdad Ciudadanos está dispuesto a apoyar a un político que ha hecho del "manzanas traigo" todo un lema político?

Puede ser que los medios de comunicación hubieran magnificado la reunión del Comité Ejecutivo Nacional, en la que se debía concretar, determinar, fijar, establecer o como se quiera decir, si los populares aceptaban las seis condiciones más una --la fecha de investidura-- planteadas la semana pasada por Ciudadanos para iniciar las negociaciones.

Era de eso de lo que se iba a hablar, pero Rajoy ha vuelto a hacer un juego de magia para hacernos creer que, donde veíamos una mano vacía, en realidad había una paloma. No, en la reunión sólo se habló de si el PP daba luz verde a sentarse con Ciudadanos. Los seis puntos ya tal... Mal arranque cuando te saltas a la torera las exigencias planteadas por tu socio potencial para empezar a negociar.

Es una tomadura de pelo para la ciudadanía, realmente cansada ya de los juegos políticos repletos de sombras y ninguna luz. Y lo es, sobre todo, para Ciudadanos, que como posible pareja de baile de Rajoy debería haber hecho la lectura inmediata de que, por mucho que no sea la mejor salida para el país, el presidente del Gobierno en funciones es un acompañante nada fiable: en cuanto suene la música, va a intentar marca el ritmo. Y si hay que pisar pies, se pisan.

Los seis puntos ya tal... Mal arranque cuando te saltas a la torera las exigencias para empezar a hablar

¿De verdad Ciudadanos está dispuesto a apoyar a un político que ha hecho del "manzanas traigo" todo un lema político? ¿Con qué cara se va a sentar este jueves Albert Rivera en su nueva cita con el político gallego? Fue el propio portavoz de Ciudadanos, Fernando de Páramo, el que 24 horas antes había lanzado un mensaje al PP que no admitía medias tintas: las seis condiciones más una eran exigencias sine qua non para empezar a negociar. Sobre ellas no cabía hacer matizaciones. O se tomaban, o se dejaban.

Rajoy ni las ha tomado ni las ha dejado. Sencillamente las ha despreciado. Y Ciudadanos, en lo que algunos entenderán como una política de altura y otros como un servilismo vergonzante, ha agachado la cabeza y aceptado una reunión para este jueves en la que da igual el orden del día. Se hablará de lo que Rajoy quiera hablar.

Es parte del código Mariano, como lo es decir una cosa y hacer la contraria sin que se le mueva un pelo de la barba. Forma parte del ADN de Rajoy, el presidente que no para de advertir de que España no puede estar ni un minuto más sin Gobierno y, una vez dicho esto, se va de puente a Pontevedra. El mismo que reclama altura de miras a los demás pero es incapaz de concretar tan siquiera si se presentará a la investidura.

Es, en fin, Mariano Rajoy. Ese político que apela a no pasar un solo día más con un Ejecutivo en funciones mientras impide que el dichoso 'reloj de la democracia' eche a andar.