El legado sanitario de Fidel Castro debería ser motivo de celebración
La administración de Castro de la economía cubana ha sido rígida y disfuncional por su oposición a la empresa privada y ha contribuido en parte a la pobreza de la isla. Pero también hay partes positivas. En lo que a sanidad se refiere, la de Cuba es una historia de éxito comparable a la de pocos países.
Fidel Castro, fallecido el pasado 25 de noviembre, es el vivo recuerdo del enorme papel que desempeñaron Cuba y él en la historia y en la imaginación de Estados Unidos. Los Gobiernos de Estados Unidos de ambos partidos intentaron asesinar a Fidel Castro en repetidas ocasiones a lo largo de casi 60 años y han invadido, sancionado y embargado a Cuba.
Aun así, teniendo en cuenta los hechos objetivos, no merece la pena tomarse tantas molestias por esta isla. En ella viven 11,2 millones de personas (la población es menor que la de Ohio) y su terreno es del tamaño de Pensilvania. Su Producto Interior Bruto (PIB) per cápita está en el puesto 137 a nivel mundial, por detrás de Mongolia y Albania. El sueldo medio de un cubano es de 20 dólares (casi 19 euros) al mes.
¿Por qué un país tan pequeño y pobre lleva tanto tiempo obsesionando a Estados Unidos? La respuesta reside, en parte, en los 29 votos electorales de Florida. Los exiliados cubanos -que se oponen fervientemente a Castro- y su descendencia pueden hacer que una campaña presidencial triunfe o se hunda. Pero la respuesta también reside en el carisma, el ingenio, la tenacidad y la longevidad de Castro, cualidades que utilizó para fabricar un contraejemplo socialista al gran vecino capitalista que vivía a unos 150 kilómetros al norte.
Este contraejemplo tiene muchos aspectos deplorables. En Cuba solo existe un partido, que encarcela a los disidentes y controla el acceso de su población a las ideas del exterior. La administración de Castro de la economía cubana ha sido rígida y disfuncional por su oposición a la empresa privada y ha contribuido en parte a la pobreza de la isla.
Pero también hay partes positivas. Pude apreciar una de ellas -su sistema sanitario- cuando visité el país a mediados de noviembre con una delegación de expertos en sanidad estadounidenses encabezada por Michael Leavitt, que fue gobernador republicano de Utah y secretario de salud y servicios humanos cuando George W. Bush era presidente. En lo que a sanidad se refiere, la de Cuba es una historia de éxito comparable a la de pocos países.
Desde la revolución de 1959, la mortalidad infantil en Cuba ha descendido de 37,3 muertes a 4,3 por cada 1000 nacimientos, un valor similar al de Australia y más bajo que el de Estados Unidos (5,8). Desde 1970 a 2016, la esperanza de vida ha pasado de 70,04 a 78,7 años, unas cifras que casi igualan a las de Estados Unidos (79,8). Los problemas de salud en Cuba -enfermedades no contagiosas, como las cardiovasculares, el cáncer o los derrames cerebrales- son los mismos que experimentan países mucho más ricos.
Cuba ha conseguido todo esto a pesar de las dificultades de lo que ellos denominan el "periodo especial" (que duró prácticamente toda la década de los noventa), cuando su PIB disminuyó considerablemente: un 35%. Esta recesión fue consecuencia de la caída de la Unión Soviética y del fin de los subsidios económicos. El cubano medio adelgazó entre 10 y 15 kilos por la escasez de comida y de combustible durante esa época. Cuba también ha tenido que lidiar con el embargo de Estados Unidos que impide el acceso a muchos medicamentos e instrumental sanitario.
Según la opinión de prácticamente todo el mundo, los logros sanitarios de Cuba reflejan las decisiones de Fidel Castro. Todos los cubanos a los que hemos conocido afirman que Castro dio prioridad personalmente a dos servicios: la educación y el sistema de sanidad. Aunque estos informes puedan reflejar las ideas del partido de Cuba, hay pruebas objetivas que demuestran la inversión en estos sectores. En Cuba, la alfabetización alcanza un 99,8% (algunos trabajadores sanitarios se quejan, de broma, de que sus pacientes están muy informados y son muy exigentes). También hay muchas pruebas del compromiso cubano con el sistema sanitario.
Cuba gasta alrededor del 10% de su PIB en sanidad. Los servicios que se prestan son gratuitos y financiados por el Estado. Su sistema de administración da prioridad a la atención médica primaria y a la sanidad pública y se extiende hasta prácticamente todas las comunidades de la isla. El sistema opera en tres niveles: en la base hay una red de aproximadamente 13.000 consultas locales de medicina general y 451 policlínicos que ofrecen servicios de medicina general y especializada. Cada consulta es responsable de entre 1000 y 1500 pacientes y los médicos tienen que visitar obligatoriamente a cada paciente a domicilio como mínimo una vez al año (o más, si es necesario). Para los problemas de medicina especializada, los médicos de familia mandan a los pacientes a los policlínicos, que también administran servicios de sanidad pública.
En el siguiente nivel se encuentran los 151 hospitales que prestan servicios de atención médica secundaria. Y en el tercer nivel están los 12 institutos que ofrecen atención altamente especializada, que además participan en la enseñanza y en la investigación.
Las inversiones de Cuba en sanidad van más allá de la atención directa y reflejan la convicción de Castro en que un buen sistema de sanidad y la ciencia biomédica debían ser los pilares de la economía cubana. Cuba ha instruido a médicos de sobra en 13 facultades de medicina distintas. De hecho, cada año, 50.000 profesionales de la medicina (la mitad de ellos, médicos) se van al extranjero a trabajar en países en vías de desarrollo. Hace poco, Cuba ha empezado a cobrar por esos servicios, por lo que el sistema de sanidad ahora es una fuente de divisa extranjera.
Además, también se ha invertido en investigación biomédica. Hemos visitado centros de investigación especializados en biotecnología, genética e inmunología oncológica que han patentado nuevos tratamientos para, entre otros problemas de salud, la úlcera del pie diabético y para el cáncer de pulmón. Aunque la inversión no sea muy grande ni sofisticada (teniendo en cuenta los estándares del primer mundo), sigue siendo inusual para un país con una economía modesta y ha exportado productos farmacéuticos, que son otra fuente más de moneda extranjera.
Ahora que Fidel Castro ha fallecido, la historia debatirá durante mucho tiempo el complicado legado que ha dejado. Desde el punto de vista de la sanidad, Cuba ha demostrado que un país pobre puede mejorar considerablemente la salud de sus ciudadanos gracias a inversiones constantes a largo plazo en atención médica primaria y en sanidad pública. Incluso aunque esas inversiones dependieran del régimen autoritario de un dictador comunista que llevaba mucho tiempo en el cargo y que cometió muchísimos errores, el ejemplo de Cuba demuestra lo que puede conseguir un servicio de salud básico cuando los políticos están dispuestos a establecerlo.
Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés y Lara Eleno.