Ciencia y obediencia
Envalentonados por la actitud sumisa y abnegada de la sociedad española ante todos los recortes y sacrificios impuestos por el Gobierno de Mariano Rajoy, las fuerzas más reaccionaras has visto una oportunidad para forzar la involución hacia una sociedad preconstitucional.
La comunidad científica prepara nuevas movilizaciones en defensa de la I+D en España. A pesar de la ausencia total de resultados de las anteriores movilizaciones, la comunidad científica se resiste a quedarse impasible frente al desmantelamiento irreversible del sistema de I+D que el esfuerzo de todos, sociedad y científicos, había construido en los últimos 30 años.
En la comunidad científica se respira una sensación de perplejidad ante el ensañamiento del Gobierno de Mariano Rajoy con la ciencia, que ha sufrido ya daños irreparables. Mientras que el Gobierno puede señalar a Europa y la troika como impulsores de una serie de medidas, como la reforma laboral o el mazazo inminente al sistema nacional de pensiones, la Unión Europea aboga precisamente por un sistema de I+D fuerte.
El desmantelamiento de la I+D española se contrapone con las evidencias de la importancia que un sistema sólido de I+D juega, directa e indirectamente, en el desarrollo económico de las naciones, la evidencia del profundo impacto de los recortes actuales sobre el sistema de I+D y la certeza de que este impacto tendrá, ya inevitablemente, consecuencias durante mas de una década.
Muchos investigadores creíamos que las agresiones al sistema de I+D se asentaban en el desconocimiento de los impactos que tendrán para el desarrollo de nuestra sociedad y que bastaría, por tanto, con una labor pedagógica para que estas agresiones desapareciesen.
A estas alturas y en aplicación del método científico creo que podemos rechazar, o de forma más estricta dar por falseada, la hipótesis de que el desmantelamiento de la I+D del Gobierno se justifica por el desconocimiento de los impactos que provocará. Esto nos obliga a considerar otras hipótesis alternativas para explicar el desmantelamiento calculado del sistema de I+D español.
Para ello hemos de preguntarnos qué caracteriza a los científicos más allá de su aportación al conocimiento de las leyes que regulan el funcionamiento del universo que habitamos y de las que se derivan progresos que mejoran la calidad de vida de las personas.
Aquello que caracteriza a los científicos y que es en lo que en mi opinión reside el estigma que nos ha señalado, junto a los creadores y artistas, como blanco del brazo destructor de Hacienda, es el compromiso con el pensamiento crítico e independiente.
El progreso en ciencia se fundamenta en el examen crítico de las ideas y teorías establecidas para sustituirlas por otras más robustas. Esto conduce a un espíritu de rebeldía que frecuentemente trasciende más allá del ámbito limitado de la investigación. Hace pocos días fallecía en Francia Albert Jacquard, tan destacado como científico como por su defensa de las minorías desvalidas, un ejemplo de científico rebelde y comprometido.
Conversando hace algunos días con un investigador alemán con el que compartía mi preocupación, éste me contaba cómo el exilio de los científicos en la Alemania nazi debilitó el coraje social frente al autoritarismo. Lamentablemente sé de excelentes investigadores españoles, en posiciones de liderazgo científico, que están ya considerando seriamente dejar el país. En España no solo han desembarcado los fondos de inversión para rapiñar las gangas inmobiliarias, sino también los head hunters de prestigiosas universidades internacionales a la búsqueda de científicos hastiados de la situación actual. Con la previsible marcha de científicos destacados nuestro país perderá en voces críticas.
Envalentonados por la actitud sumisa y abnegada de la sociedad española ante todos los recortes y sacrificios impuestos por el Gobierno de Mariano Rajoy, las fuerzas más reaccionaras has visto una oportunidad para forzar la involución hacia una sociedad preconstitucional a través de medidas que nada tienen que ver con las dificultades económicas. Entre estas medidas se sitúan presiones en nuestros ámbitos laborales para acallar a los investigadores y exigir de ellos obediencia y sumisión, principios contrapuestos a los de pensamiento crítico e independiente sobre los que se basa el progreso científico.
El control que ejerció el Opus Dei sobre la ciencia española durante el régimen de Franco aseguró una comunidad científica obediente, pero en el siglo XXI es ya imposible pretender volver a atar a la ciencia española con la correa de la obediencia a través de la misma receta.
Los científicos tenemos la obligación moral de librarnos de ataduras y obediencias para ejercer nuestra independencia de pensamiento y ejercer un liderazgo social. Es un deber que responde a la confianza de la sociedad, ya que son los científicos el colectivo mas valorados por los ciudadanos españoles y al privilegio que se nos otorga de dedicar nuestra actividad profesional a la búsqueda del conocimiento desde una posición de independencia. Esta independencia se ha de ejercer en beneficio de toda la sociedad, no tan solo en beneficio de nuestra investigación.
Defendamos la ciencia y el progreso social desde la desobediencia como principio frente a la sin razón.