La metamorfosis actual de Gregor Samsa
Yo estaba confuso, no sabía qué decir. Gregor Samsa aceptó un refresco de naranja, y cuando volví de la cocina con una lata y un vaso vi que se había despojado de la amplia túnica que llevaba y, completamente desnudo, su cuerpo estaba cubierto de hojas de papel de muchos tamaños
Ilustración: Mila Santos Dolz
"Hola, buenas tardes, soy Gregor Samsa", dijo nada más abrirle la puerta. Inmediatamente entró en mi casa, saludando apenas con un leve movimiento de cabeza. Me temí lo peor: en unos minutos, Gregor Samsa podría estar en algún rincón de la casa transformándose en un insecto enorme. Sin embargo, él trató de tranquilizarme, pues seguramente había adivinado mis temores. "Ya no me transformo en insecto desde hace años", aclaró. "Franz Kafka, mi creador, tuvo esa infeliz idea, pero mis transformaciones son ahora más modernas, más del gusto de tus contemporáneos".
Yo estaba confuso, no sabía qué decir. Gregor Samsa aceptó un refresco de naranja, y cuando volví de la cocina con una lata y un vaso vi que se había despojado de la amplia túnica que llevaba y, completamente desnudo, su cuerpo estaba cubierto de hojas de papel de muchos tamaños, pegadas con cinta aislante o clavadas con chinchetas de distintos colores. "No te espantes", exclamó , "simplemente estás contemplando la nueva metamorfosis de Gregor Samsa".
Aquella visión me producía pena y lástima, pero, movido por la curiosidad, acercándome lentamente, me puse a leer aquellos papeles. "Algunas de esta hojas te conciernen", siguió diciéndome Gregor Samsa, y fue señalando algunas, concretamente cuatro, clavadas en su clavícula izquierda, dirigidas a Antonio Aramayona: Diligencia de Embargo 50142008089A, de 240 euros, por desobediencia a la autoridad. Otra, sanción de 600 euros por organizar una concentración no autorizada, y otras dos sanciones análogas que de momento discurren por la vía penal.
Miles y miles de papeles más abanicaban lentamente el pesado aire del comedor. "Soy el insecto monstruoso de vuestros días. Sois varios miles los que tenéis pendientes actualmente sanciones, multas, juicios, por ejercer vuestro derecho a la libertad de expresión, el derecho de huelga, la oposición a un desahucio contrario al derecho a una vivienda digna... Lee, lee, entérate, anda". Y leí:
"Tres años y un día de prisión más casi 1.200 euros de multa para Ana y Tamara, de Pontevedra, por participar en un piquete en el que alguien echó pintura al agua y las gradas de la piscina". "Multa de 302 euros a veinte trabajadores de Parques y Jardines de Zaragoza y otras personas que fueron identificadas en un pacífico escrache al vicealcalde del Ayuntamiento". "Tres años y un día de prisión para Carlos y Carmen por participar en un piquete informativo del 29-M".............................
"Desde el año 2012 se han impuesto más de 1.100 multas con un importe total de más de 200.000 €", me explicó Gregor Samsa. "Eso es lo que me convierte en el bicho repugnante que estás viendo ahora, más repugnante aún que el ideado para mí por mi señor Kafka".
Una legión de tábanos verduzcos revoloteaban alrededor de su cabeza y fue entonces cuando me percaté de que el rostro de Gregor Samsa estaba muy hinchado y lleno de pústulas. Sin que nadie tuviera que explicarme nada, supe con certeza que aquellos dípteros chupadores de la sangre ajena eran ministros, subsecretarios, directores generales, presidentes autonómicos, delegados del Gobierno, comisarios, consejeros, etc, etc, cuya principal dedicación parece ser multar, sancionar, castigar, meter miedo a la gente o enchironar a cuantos se muevan, a excepción de banqueros, grandes empresarios, terratenientes, personas de sangre azul, corruptores y corruptos en general...
Desde aquel día, Gregor Samsa sigue viviendo y durmiendo en mi casa, aumentando a diario el número de papeles sobre su cuerpo, maldiciendo a los tábanos y añorando aquellos viejos tiempos en que solo era un repugnante, pero también inofensivo y pacífico insecto, tal como lo había descrito en 1915 su creador, Franz Kafka. A veces he llegado a pensar que Gregor Samsa y yo somos el mismo monstruo repugnante cubierto de papeles y torturado por tábanos aún más repulsivos. En realidad, somos millones de seres humanos los que hoy constituimos la metamorfosis actual de Gregor Samsa.