Rajoy y el dinosaurio de Monterroso
Como están 'en funciones', no se consideran concernidos por las decisiones de una Cámara recién formada que no los ha elegido. La cuestión es que si un Parlamento, que en ese momento es el depositario de la soberanía nacional, a través de la voluntad popular quiere ejercer la actividad de control, el Consejo de Ministros no se puede declarar insumiso.
Foto: EFE
Me enternecí. Esa es la verdad. Aquel portavoz del PP explicaba en los telediarios, con cara de sinceridad, y no de tontura, ojos abiertos, de besugo, que cómo no se iban a negar a acudir a las comisiones de control del Congreso si los demás lo iban a aprovechar para darles caña. ¿Qué pensaba? ¿Que le iban a arrojar claveles como en la revolución de Portugal?, ¿Qué le iban a dar besitos en los morros o escribir cartas cursis de amor como las de Pablo Manuel Iglesias?. La cortina de humo de que el Ejecutivo está en funciones cobra, con estas palabras, un sentido más verdadero.
Como están 'en funciones' -entre otras razones porque han impedido por omisión y por acción y por todo lo contrario una mayoría parlamentaria - no se consideran concernidos por las decisiones de una Cámara recién formada que no los ha elegido. Curioso razonamiento, que adornan con comparaciones tales como que hasta ahora ni en comunidades autónomas ni en el mismo Congreso se había hecho algo igual en periodos dilatados de vacío gubernamental. Yo también puedo ir a Soria, de hecho va gente todos los días, y sin embargo aún no lo he hecho. El problema no es ese: la cuestión es que si un Parlamento, que en ese momento es el depositario de la soberanía nacional, a través de la voluntad popular -popular, de pueblo, y no del PP, que conste- quiere ejercer la actividad de control, el Consejo de Ministros no se puede declarar insumiso.
En realidad, pasada la emotividad de los primeros segundos, recobré la capacidad de análisis según las enseñanzas del método científico. El Partido Popular aún está en fase de estrés postraumático y ha visto anulada sus facultades comprensivas: no acaba de entender por qué millones de españoles le han retirado, con motivos más que razonables, la confianza que le dieron hace cuatro años.
Todas las piedras que se lanzaron al cielo, le están cayendo encima en forma de pedrisco. La clave se llama arrogancia. Prepotencia. Altivo desdén. Que el ministro de Defensa fuera llamado para que informara en la comisión pertinente sobre los acuerdos de la OTAN para la lucha contra las mafias de la inmigración en el Mediterráneo y la trata de refugiados es absolutamente lógico; y más cuando el presidente en funciones Mariano Rajoy decía que iba a llevar a Europa una posición común emanada de esa misma Cámara a la que se desprecia, y cuyo parecer se impuso, en apariencia, porque luego como se vio todo fue un cínico postureo, a la inicialmente concebida por el Ejecutivo, más cercana a posiciones deshumanizadas de meros tratantes de ganado. La mona se vistió de seda, por poco tiempo.
Por eso la espantada del ministro Morenés constituye la mejor representación del mal que ha destripado al PP: la soberbia endomingada hacia la mayoría que no sea propia. La falta de educación política del ministro, conocido ejecutivo en el negocio de la venta de armas, plantea algunas interesantes preguntas. ¿Habría actuado de la misma manera con el lobby de empresarios del armamento?, ¿a quién respeta más, al Parlamento español o al complejo militar industrial contra el que advirtió en su famoso discurso de fin de mandato el presidente republicano de EEUU Ike Eisenhower? ¿Pretende Rajoy con estas actitudes enrabietadas que alguien le apoye en una investidura? ¿Acaso no cobran lo mismo en plantilla que en funciones? El PP se está cerrando todos los caminos mientras se lamenta de que nadie le quiera. ¿No es una burla que el Gobierno siga yendo a Bruselas y se niegue a ir a la carrera de San Jerónimo?
Quizás no deba olvidar Mariano Rajoy que todos los males que han puesto a su organización al borde del precipicio y de la S.A. toman causa del desprecio hacia cualquier tipo de control, y a que se han creído sus propios cuentos. Es como si Monterrosose despertara, no viera el dinosaurio y llamara al 112 todas las mañanas preguntando por él. Unas de las primeras medidas -confírmenlo en san Google bendito - de Aznar y de Rajoy fue tratar de desactivar a la Fiscalía Anticorrupción y domesticar a la Agencia Tributaria. "El PP es incompatible con la corrupción", predicaban, creyéndose un argumentario concebido para fabricar una realidad publicitaria mediante el procedimiento de repetir mil veces una verdad amañada.
La arrogancia y la displicencia es lo que tienen: son como una mancha de aceite en una cuesta abajo.