6 pasos para llegar a una solución diplomática en Siria

6 pasos para llegar a una solución diplomática en Siria

Si lo único que hacemos es destruir el Estado Islámico, aparecerán otras organizaciones terroristas en lo que seguirá siendo un espacio sin gobierno. Necesitamos hacer uso del poder duro contra ISIS, pero también tenemos que hacer uso del poder inteligente para solucionar la compleja red de problemas de Siria. Podemos usar la historia como guía.

AFP

Afrontémoslo: los bombardeos y el poder duro no van a resolver totalmente el problema de Siria. La guerra civil siria empezó por la colisión de los ideales de la Primavera Árabe con el régimen totalitario del presidente sirio Bashar Al Assad. Si lo único que hacemos es destruir el Estado Islámico -que se ha convertido en el objetivo número uno por el momento-, aparecerán otras organizaciones terroristas en lo que seguirá siendo un espacio sin gobierno.

Necesitamos una solución política coherente que se lleve a cabo con diplomacia y no en las salas de guerra del Pentágono, la OTAN y Moscú. Necesitamos hacer uso del poder duro contra ISIS, pero también tenemos que hacer uso del poder inteligente para solucionar la compleja red de problemas de Siria.

Podemos usar la historia como guía. En 1815, después de que se hubiera roto la unidad de Europa por culpa de las guerras napoleónicas, un grupo de diplomáticos dieron una conferencia en Viena, la capital de Austria, para resolver los problemas políticos, económicos y territoriales a los que se enfrentaba el continente. Henry Kissinger exploró de manera brillante cómo se llevó y el impacto que causó esa conferencia en su libro Un mundo restaurado.

El Congreso de Viena volvió a unir a Europa y le proporcionó una estabilidad que duró (aunque con interrupciones ocasionales a mitad de siglo) hasta la Primera Guerra Mundial. Dos de los principales diplomáticos representaban a dos enemigos acérrimos en las guerras: el ministro francés Talleyrand y el príncipe Metternich de Austria. Ellos dos, entre otros, fueron capaces de convencer a los principales poderes europeos de que era necesario comprometerse y alcanzar una resolución para poder avanzar.

Si nos limitamos a destruir al ISIS, aparecerán otras organizaciones terroristas en lo que seguirá siendo un espacio sin gobierno.

El viernes y el sábado, tuvo lugar en Viena otra conversación polémica: la discusión del futuro de la torturada Siria. El secretario de Estado de los Estados Unidos, John Kerry, y su homólogo ruso, el ministro de Asuntos Exteriores, Sergey Lavrov, lideraron dos de las casi 20 delegaciones presentes.

Anunciaron que habían llegado a un acuerdo para concertar elecciones en Siria, e hicieron un llamamiento a la ONU para un alto el fuego. Sin embargo, no está claro que ninguna de estas dos medidas resuelva el conflicto. Todavía falta llegar a un acuerdo en un tema conflictivo: qué pasará con Al Assad.

La destrucción de la Siria moderna tiene su base en su propia creación: básicamente, el Tratado Skytes-Picot de 1916, posterior a la Primera Guerra Mundial, confinaba a un gran número de culturas, religiones, idiomas y tribus dispares en unas fronteras artificiales: sunitas, alauitas, cristianos, drusos; se obligó a árabes, palestinos, kurdos, turcomanos, griegos y armenios, entre otros, a formar parte de lo que actualmente llamamos "Siria".

La Primavera Árabe y su intento de acabar con el régimen de Al Assad han tenido como consecuencia cientos de miles de muertos y millones de huidas del país. La mayoría no sólo huyen por la guerra civil en sí misma, sino por los ataques medievales de ISIS. La consecuencia de todo esto son las olas de refugiados que huyen y emprenden viajes peligrosos hacia una Europa escéptica y hostil. Se prevé que, para finales del año que viene, habrán llegado a Europa tres millones de refugiados.

Necesitamos una solución política coherente que se lleve a cabo con diplomacia, y no en las salas de guerra del Pentágono, la OTAN y Moscú.

Por supuesto, todo esto se ha visto culminado estas últimas semanas por los terribles ataques -terrestres en París y Beirut, y aéreos en la zona de la península del Sinaí- que ha llevado a cabo ISIS, que es libre para actuar en el espacio sin gobierno que se ha creado en el centro y el este de Siria. En París, han muerto al menos 129 personas, y más de 300 han resultado heridas (de gravedad); el bombardeo contra Hezbolá en Beirut acabó con la vida de 40 personas, y el derribo del avión comercial ruso mató a más de 200.

Teniendo en cuenta todo lo que está en juego -no sólo salvar a la gente de Siria, sino también enfrentarse a ISIS, que se está convirtiendo en una amenaza a nivel mundial-, los negociadores que se reunirán en París otra vez antes de que acabe el año ya tienen el trabajo hecho. Esto es lo que deberían hacer:

1. Empezar por Estados Unidos y Rusia, y después meter a Irán y a Arabia Saudí

Casi 20 países participan en las conferencias y, a esa escala, corre el riesgo de convertirse en una conferencia insustancial. Estados Unidos y Rusia deberían llegar a un acuerdo con el que los dos estén conformes, y deberían conseguir que Irán y Arabia Saudí se unieran a él. Los demás irán detrás.

2. No descartar la opción de dividir Siria

A largo plazo, si las elecciones no resuelven el conflicto y el único camino hacia el acuerdo pasa por la división de Siria, los negociadores deberían considerarlo.

Hay un precedente europeo relativamente reciente: tras la muerte de Tito, Yugoslavia, otro país artificial y ficticio, se desintegró. Incluso después de que la Guerra de Bosnia y los Acuerdos de Dayton solucionaran muchos asuntos regionales, se obligó a Serbia a renunciar a Kosovo, donde vivía una minoría significativa que hoy es reconocida por más de 100 países.

Una Siria dividida supondría un enclave alauita centrado en Damasco y en la costa, una Siria central controlada por los sunitas moderados (tras haber derrotado a ISIS, una difícil tarea), y una entidad kurda en el noreste. Se los puede concebir unidos sin mucha dificultad, pero intentar unir otra vez a un país roto y hacer como si fuera un estado funcional y completamente integrado puede ser algo demasiado drástico.

3. Estar preparados para afrontar lo que pase con Al Assad

Prácticamente todo el mundo, excepto Rusia e Irán, quiere deshacerse del régimen de Al Assad. Su historial de tortura, impunidad, uso de armas de destrucción masiva -utilizó gas mortífero contra su propia población- y bombardeo indiscriminado de civiles es reprobable e ilegal según el derecho internacional. Pero si Rusia e Irán no se suman al acuerdo, no habrá un camino realista hacia la solución.

Al final, poco importa si Al Assad acaba en una dacha de Moscú, en un lujoso apartamento de Teherán o en una celda en La Haya, si se compara con el sufrimiento de millones de personas. Naturalmente, Estados Unidos, Turquía, otros miembros de la OTAN y los estados sunitas del Golfo quieren que se le juzgue y se le castigue. Pero, para conseguir un acuerdo político diplomático, ese objetivo tendrá que pasar a un segundo plano, al menos por un tiempo.

4. Alimentar las relaciones que se forjaron en el pacto nuclear con Irán

Dejando a un lado las opiniones sobre el pacto con Irán -es demasiado pronto para determinar su impacto a largo plazo-, varios de los negociadores más importantes se conocen y se respetan: John Kerry, el ministro ruso Lavrov y el ministro iraní Zarif, entre otros. La diplomacia, como hemos visto en el Congreso de Viena de 1815, depende de la personalidad de los negociadores.

5. Utilizar las técnicas diplomáticas de las negociaciones de los Balcanes

El ejemplo histórico más reciente de lo que la comunidad internacional está intentando hacer es lo que ocurrió en los Balcanes a mediados de la década de los 90: el mundo se puso de acuerdo -más o menos a regañadientes- para detener la Guerra de Bosnia. Los niveles actuales de violencia y de refugiados de Siria son bastante parecidos a los del conflicto de los Balcanes.

Podría resultar útil que los negociadores examinaran y aplicaran el concepto de los Acuerdos de Dayton, y el método que se siguió para llegar a un acuerdo, que incluía diplomacia personal, conferencias externas, diplomacia itinerante y empleo de expertos militares de ambos lados.

6. Separar la campaña contra ISIS de los esfuerzos políticos y diplomáticos para solucionar la guerra civil siria

Algo que es aún más fácil ahora que se percibe al ISIS como una amenaza mundial, tras los ataques de París. La comunidad internacional se unirá para atacar al ISIS; pero, simultáneamente, deberá negociar la vía de escape política y diplomática.

Aunque estas dos tareas están entrelazadas, una es un asunto de poder duro (la destrucción del ISIS) y la otra es un asunto de poder inteligente (solucionar la guerra civil de Siria). Si se le da prioridad a actuar contra el ISIS utilizando el poder duro, y se busca negociar a la vez, las posibilidades de aliviar la miseria de los sirios y de reducir el peligro para esta región y para el resto del mundo son mucho mayores. El nuevo Congreso de Viena tiene mucho por hacer.

Este blog se publicó originalmente en The World Post y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.