Jordi Pujol Junior, el primero en todo
El primogénito fue el que prosperó antes en la empresa, pero sus indiscreciones le llevaron a la Audiencia. Ahora será el primero en ir a la cárcel.
Si hay algo que destacan todos los que trataron a Jordi Pujol Ferrusola (Barcelona, 1958) es su falta de discreción. "Si no fuese por él seguramente no les habrían encontrado nada", explica un antiguo compañero del colegio Costa i Llobera. Al primogénito de los Pujol nunca le gustó esconderse de nada, ni siquiera cuando los problemas judiciales ya pendían sobre él y su familia. Se dejaba ver con los mejores coches por Barcelona, comía en los restaurantes más selectos y no disimulaba ni un ápice su vida de millonario.
"Con su padre convertido en un apestado tras reconocer lo de la herencia, él no tenía ningún reparo en pasear con su Lamborghini granate", recuerda el mismo compañero. El juez ha decretado este martes prisión incondicional para él por haber sacado de España 30 millones de euros mientras se le investigaba. Pujol Ferrusola, que tenía el pasaporte retirado desde febrero de 2016, ingresará esta misma noche en la cárcel de Soto del Real (Madrid).
Jordi Pujol Ferrusola -conocido como Junior- siempre fue el businessman por excelencia de la familia. Antes, sin embargo, intentó hacer carrera en el mundo de la política. Cofundó las juventudes de Convergència (CDC) en 1976, pero se enfadó cuando no le nombraron coordinador de esa organización. En su entorno describen que fue este desencanto el que le alejó de la función pública y le encaró hacia los negocios. También añaden que fue su madre, Marta Ferrusola, quien le animó a dedicarse al sector privado para tener una vida holgada.
Años más tarde de su enfado con la política, se licenció en Económicas y se dio cuenta de que su apellido le abría muchas puertas. Al amparo del poder convergente, empresas relacionadas directa o indirectamente con él recibieron generosas adjudicaciones que le permitieron ascender en el mundo empresarial. Su íntima amistad con Felip Puig -exconsejero de obras públicas, de medio ambiente, de interior y de empresa y ocupación- le daba línea directa con el Govern incluso a espaldas de su padre, que prefería mirar hacia otro lado. Paralelamente, realizaba operaciones inmobiliarias con la que entonces era su mujer, Mercè Gironès. Cuando CDC cedió el poder al tripartito, focalizó buena parte de sus negocios en Sudamérica coincidiendo con el traslado de Gironès a México tras divorciarse de Junior.
El divorcio con Gironès, que había sido su mujer de toda la vida -estuvieron casados 23 años- supuso el principio del fin de los Pujol. Son varias las exparejas de Junior posteriores a Gironès que se sorprendieron al ver la inmunidad con la que operaba el hijo del expresident. Una mujer con la que tuvo una aventura asegura que su despacho, situado en la calle Ganduxer, estaba lleno de billetes de 500. Otras hablaron en su día de continuos viajes a Tel Aviv y Andorra o de su querencia por llevar siempre entre 6.000 y 10.000 euros en metálico en el billetero.
Pero lo que más perjudicó a la familia Pujol fue la relación que inició en 2008 con Victoria Álvarez, una mujer de la zona alta de Barcelona a la que conoció en un avión volviendo de Madrid. La relación, que duró dos años, acabó mal y entre reproches y amenazas. Y dio la casualidad de que Álvarez había sido compañera de pupitre de Jorge Moragas, jefe de gabinete de Mariano Rajoy.
Las indiscreciones de Junior Pujol permitieron a Álvarez tirar del hilo y explicar que acompañaba al primogénito de los Pujol a Andorra con maletas llenas de billetes. Primero se lo contó a la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, en una comida en el restaurante La Camarga. Ese ágape fue grabado por una agencia de detectives contratada por la propia Sánchez-Camacho. Ante la inactividad de la líder del PP catalán tras el chivatazo de Álvarez, la ex de Junior lo denunció a la Fiscalía Anticorrupción, a la Oficina Antifraude de Cataluña y filtró todo lo que tenía al periódico El Mundo.
Hombre de misa dominical y considerado por sus allegados como un "loco de los deportes", Junior fue siempre un culo inquieto. De joven practicaba todo tipo de deportes y destacó en el rugby, donde llegó a ganar una copa del Rey con el equipo del Barça, del que era capitán. Con el paso de los años su afición por la actividad física se convirtió en pasión por el motor. Empezó a participar en rallies y carreras amateurs y, con la bonanza de los negocios, fue acumulando en una nave industrial una lujosa colección de coches clásicos.
Para el recuerdo quedará su intervención en la comisión de investigación del Parlament sobre la familia Pujol, en la que le preguntaron por su afición a los coches clásicos. "¡Es tan goloso esto de los coches antiguos!", afirmó Junior ante unos diputados ojipláticos. A continuación empezó a glosar toda su colección dejando frases para el recuerdo como "ah sí, mi primer Ferrari", "los que tenemos coches antiguos llega un día en que te cansas de ellos y dices '¡fuera!'" o "compré un Ferrari Testarossa para ayudar a un amigo". Lamborghinis, Ferraris, Porsches, Jaguars clásicos... la colección de Junior mereció reseñas incluso en algunas revistas de automoción. Entre las decenas de vehículos destacó un Porsche amarillo con la señera pintada en su capó.
A Junior siempre se le ha considerado el cerebro de la trama. El mayor, el más espabilado y el que había conseguido trascender a la sombra de su padre con negocios lejos de Cataluña. Las investigaciones policiales le señalan como el principal conseguidor de los negocios familiares y uno de los que mostró al resto de hermanos el camino a seguir. El primogénito fue el que prosperó antes que nadie en el mundo empresarial, pero sus indiscreciones también le convirtieron en el primero que pisó la Audiencia Nacional. Ahora será el primero de la saga en pisar la cárcel.