Alberto Rodríguez, 'El hombre de las mil caras': "Es mi película más alejada de la realidad"
El director Alberto Rodríguez estudiaba quinto de carrera cuando se destapó el caso Roldán en 1993. Entonces lo siguió casi al día, pero hoy reconoce que en su recuerdo quedaron sólo dos hechos.
"Que un director general de la Guardia Civil se había fugado con 1.500 millones de pesetas y que había sido detenido en Laos. La segunda era falsa, porque no lo detuvieron en Laos", explica a El Huffington Post durante una de las múltiples entrevistas a las que se enfrenta en los días previos al estreno de El Hombre de las Mil Caras, que llega este viernes tras haberse estrenado en el Festival de Cine de San Sebastián.
La película ahonda en la relación de Luis Roldán con Francisco Paesa, un exagente del gobierno español al que recurrió para que le ayudase a salvar el dinero sustraído al erario público. Es un capítulo del libro de Manuel Cerdán Paesa: el espía de las mil caras.
¿Te enganchaste rápidamente a la historia?
Me fascinó desde el primer momento, aunque me parezca reprobable. Me fascinó por los hechos que iba descubriendo y por la figura de Paesa, que tiene que tener algo magnético para poder mantenerse 50 años en el alambre.
Y por su inteligencia…
Sí. Hay periodistas que sostienen que simplemente es un chapucero al que las cosas le van saliendo por casualidad, pero son demasiados años de casualidades.
El encargo de parte del Grupo Zeta le llegó a Rodríguez en 2011, después de que Enrique Urbizu hubiese abandonado el proyecto y antes de rodar La isla mínima, película con la que arrasó en los Goya de 2015. "Han sido cinco años de trabajo, con parones, en los que creo que se han hecho 20 versiones del guión", cuenta. "Empezamos con una cosa más ambiciosa, porque la vida pública de Paesa empieza con la descolonización de Guinea Ecuatorial, pero era excesiva. Tuvimos que ir centrándonos y al final decidimos quedarnos con el asunto Roldán, el más mediático".
La historia la contaron los periódicos pero el director sevillano insiste en separar su película de la realidad. "Es curioso porque es la única de las siete que he hecho que parte de un hecho real y creo que es la que está menos cerca de la realidad", explica. “Había cierta pretensión de separarnos, de recordarle al espectador que lo que está viendo no deja de ser una película, una ficción, no tiene el espíritu de biopic”.
A Rodríguez le sedujo el personaje de Paesa y le sorprendió que el libro cuenta una historia que pese a haber ocurrido hace 20 años podía salir en el periódico de mañana. "Lo que leía era una historia que me daba la sensación de que no paraba de repetirse en nuestro país, una y otra vez, como un juego de espejos. En 2012 estábamos mal y probablemente en 2016 estemos peor todavía. Y eso me parecía que hacía la película extensiva a todo el público, que era interesante poner el problema en primer término", cuenta.
Eso es lo que responde cuando le preguntan si El hombre de las mil caras es una cinta para el público que vivió los hechos sucedidos entre 1993 y 1994 o si da igual tener vagos recuerdos o incluso no haber nacido en esa época.
"Lo que me interesaba era hacer una película lo más abierta y entretenida posible, para todo tipo de público, y luego si el espectador sale de la sala haciéndose preguntas, me parece que el objetivo está cumplido".
¿Entonces, qué hay de realidad y qué hay de ficción?
Hay muchas cosas en la película que evidentemente son verdad porque más o menos están probadas. El problema es que en determinados asuntos hay sombras y los propios periodistas de investigación que han seguido el caso durante años no son capaces de ponerse de acuerdo. Así, en un momento determinado decidimos que la parte que está en sombra teníamos que ficcionarla. El espectador se va a encontrar con una película curiosa, porque probablemente las cosas que le parezcan más extraordinarias son reales y otras que parezcan más anodinas son las ficcionadas. Después de todo, el texto de Cerdán era un texto periodístico. Nosotros teníamos la obligación de convertirlo en una peli.
Pero Paesa y Roldán no son los únicos personajes reales. Está la mujer de Roldán, el ministro Belloch, Camoes, que era la mano derecha de Paesa...
Camoes es un trasunto de varios personajes reales, pero Paesa no tenía mano derecha. En su último golpe maestro, que ha sido la entrevista publicada en Vanity Fair un día antes del estreno en San Sebastián, le preguntan ‘cuál ha sido el gran amor de tu vida’ y él dice ‘yo’. Básicamente, creo que ni siquiera tenía una mano derecha, que él tenía las dos, la izquierda y la derecha. Iba como en un tablero colocando sus fichas como le apetecía.
¿Te sorprendió la entrevista o en el fondo te lo esperabas?
Primero me sorprendió mucho. Cuando estaba de camino a San Sebastián me mandaron un enlace con la portada y un trocito de la entrevista y me quedé completamente en shock. Entre otras cosas nos habían informado de que podía estar muerto, entonces me quedé impactado y dije ‘otra vez ha vuelto de entre los muertos’ pero después pensé, ‘es que este es el típico movimiento de Paesa’. Es normal. Es como consecuente: el día que se estrena una película que va sobre mí, yo reaparezco.
Rodríguez, que define a Paesa como "un auténtico fabulador", confiesa que hubo un intento de contactar con él pero que no sabían dónde estaba: "La película tenía un problema: ¿si no accedíamos a los personajes, cómo íbamos a crearlos?". Los textos periodísticos estaban mediatizados, mostraban lo que periodista y personaje querían que se mostrase y carecían de los datos necesarios para conocerlos más íntimamente. "De hecho muchas de las entrevistas que hay con ellos están llenas de mentiras", añade.
Eran artistas del engaño
Para mí la película es una película de mentirosos y hay que verla con cierta distancia y un poco de ironía. No creo que los personajes digan más de tres verdades en toda la película. Todo lo que dicen en todo momento es susceptible de ponerlo en cuarentena.
Pero en cierto modo, sales de la película con cierta sensación de empatía
Creo que la película no hace un juicio de valor sobre qué está pasando, pero el hecho de que exista está exponiendo al menos una pregunta sobre los hechos… Y la gran inquietud de que no estamos muy lejos de esos sucesos.
Lo que tuvieron claro fue el no contactar con Roldán: "Creo que era mejor mantenerse fuera y tratar de contar la historia a partir de los hechos más o menos probados".
Tanto Eduard Fernández (Francisco Paesa) como José Coronado (Jesús Camoes) y Carlos Santos (Luis Roldán) tuvieron que "trabajar mucho" para construir sus personajes, “porque independientemente de lo que manaba el guión, la información era escasa”. "También apostamos desde el principio por no seguir con el referente directo del momento. Por ejemplo, Roldán en el momento que se fugó no tenía barba, de hecho está más delgado probablemente que en toda su vida. Y Eduard. Tampoco es muy parecido a Paesa", asegura.
Pero tiene un aire...
Esa es la sensación que teníamos. En el momento que el espectador llevara cinco minutos de película. Paesa iba a ser Eduard y Carlos iba a ser Roldán y no iba a haber ningún problema. La historia iba a fluir sin que te pasaras toda la película preguntándote si se parecen o no. Creo que al final lo que necesitamos eran buenos actores.
Dices que creáis unos personajes, pero llama la atención la relación que Paesa mantiene con el DuPont de oro, ¿realidad o ficción?
Yo no sé si tenía un DuPont, no lo recuerdo bien, pero es verdad que fumaba y fuma en todo momento. Me parece que el periodista cuenta en la entrevista de Vanity Fair que se fuma dos paquetes de tabaco en las cuatro horas. Teníamos pocas posibilidades de contar al espectador lo que va pasando por la cabeza de Paesa, que va siempre dos pasos por delante, y el mechero era un objeto que juega ahí.
Y el cuadro que porta, ¿es real?
Según cuenta Cerdán, lo que tenía es dos Magritte y él decía que eran auténticos. Al final hemos puesto una especie de Modigliani.
Los 20 guiones de El hombre de las mil caras tuvieron como base el libro de Cerdán, pero hubo otras lecturas. “De toda la literatura que cayó en nuestras manos. Hasta nos leímos Roldán vivo o muerto de Montalbán, que sostiene también una tesis divertida, y algunas entrevistas con algunos personajes que tuvieron que ver en algún momento con la historia”. También mucha hemeroteca, artículos de periódicos, entrevistas y el famoso reportaje de Interviú, que se incluye en la película: "Me parece que fue un poco reprobable porque buceaba en la intimidad de este personaje".
Y si hubiese que hacer una película con todos los medios, redes sociales, internet... que hay hoy, ¿sería más fácil?
Quizás sería igual de difícil porque ahora mismo están demasiado extremas las informaciones y demasiado llevadas a puntos antitéticos. Creo que entonces era un poco más neutral, pero tampoco te lo digo con seguridad. Lo que hay es un material estupendo. Por ejemplo la conversación de Granados con los guardias civiles me parece antológica.
Al terminar esta película, ¿te quedan ganas de contar hechos que sucedieron o quieres ya contar ficción pura y dura?
Me apetece hacer ficción pura y dura y tengo muchas ganas de volver a 2016. Me he quedado atrapado en el tiempo con una cosa y con otra. Desde que empecé Grupo 7 he hecho tres películas de época seguida y no he tenido la oportunidad de contar cosas de este momento. Me parece que hay mucho que contar.