¿Por qué lo 'indie' triunfa en las calles catalanas?
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¿Por qué lo 'indie' triunfa en las calles catalanas?

AFP

Los miles de turistas que llegan a Barcelona disparan ansiosos fotografías y se llevan instantáneas en las que se cuelan constantemente esteladas desplegadas en los balcones. Las imágenes aéreas de la Diada inundan los periódicos ante la emoción de muchos lectores. Uno puede encontrar hasta pantuflas independentistas en los escaparates en el barrio Gótico. Lo ‘indie’ domina no solo los altavoces de Razzmatazz, sino que triunfa coloridamente en muchos rincones de Cataluña.

Los secesionistas han desplegado en los últimos años una puesta en escena que acompaña todos los grandes actos y la vida diaria mientras que los ‘unionistas’ no han sabido competir visualmente con ellos. “Los independentistas han ganado la batalla de lo simbólico”, opina José Pablo Ferrándiz, investigador principal de Metroscopia.

“La precampaña lleva ya varios años y ha sido más lo emocional lo que se ha puesto sobre la mesa”, añade este sociólogo, que advierte de que ha sido “la falta de relato alternativo lo que ha propiciado que el espacio haya sido ocupado por los partidos proclives a la independencia”.

“Incomparecencia del contrario”, resume Ferrándiz. Asimismo, entiende que los soberanistas en su discurso han atribuido a la imagen de España las “mismas cualidades que al Gobierno del PP”. “Han jugado muy bien con eso -prosigue- porque saben que les ha resultado fructífero relacionar al país con el Ejecutivo del Partido Popular”.

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FIESTA Y ENTUSIASMO

Para el asesor de comunicación y consultor político Antoni Gutiérrez-Rubí, “independientemente del uso de la estrategia de las fuerzas independentistas, se vuelve a demostrar que el optimismo político y la estética que le acompaña es electoralmente rentable. Los tristes no ganan elecciones”. “Esto han sabido usarlo muy bien, como algo vital, y hace que mucha gente participe en actos masivos como en los últimos cuatro años creando una atmósfera de fiesta y de entusiasmo”, agrega. Lo que provoca, continúa, que a muchas personas les parezca “inolvidable haber estado allí”.

En este sentido, apunta que “el hecho de que sean grandes concentraciones, donde el diseño estético y escénico ha estado muy pensado, hace que sientas que participas en una obra coral, un proyecto colectivo”. Y un punto que se debe destacar, a su juicio, es el efecto off-online porque esos “encuentros tienen una gran traducción viral, todo es fotografiable, compartible, la imagen tiene gran fuerza. Empieza en las redes, continúa en la calle y sigue en las redes”.

Ahora toda esta carga de imaginería se ve plasmada en la campaña de Junts pel Sí. El lema es El vot de la teva vida (El voto de tu vida) y tiene un presupuesto de 3,7 millones de euros, que correrán a cargo de CDC y ERC -un 90% se financiará con aportaciones públicas y el resto con un crédito conjunto-. En ese intento de conquista de la sociedad catalana repartirán material gráfico, se difundirá un film de Marc Recha y se moverá una versión rockera de Més Lluny de Lluís Llach. Todo ello acompañado con los carteles en los que sobresale la figura de su ‘número uno’, el exeurodiputado Raül Romeva.

“Es una campaña excepcional y experimental”, considera Gutiérrez-Rubí. El primero de los calificativos se debe a que “no es exactamente una coalición de partidos, lo que es una novedad”. En su opinión, además, la campaña está “obteniendo buenos resultados, al menos mediáticos, con poco coste”.

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"ESPECTACULAR, PERO LA MISMA GENTE"

¿Significa este dominio de la calle que hay más soberanistas? Para Jorge Galindo, investigador del Departamento de Sociología de la Universidad de Ginebra y fundador del colectivo Politikon, el 45% de independentistas que reflejan las encuestas “es constante desde hace años”, por lo que es “un relato que se alimenta entre la misma gente”. “Simbólicamente es muy espectacular, pero no vemos un crecimiento mayor. Puede ser muy llamativo llenar la Via Catalana, pueden tener muy movilizada a la gente, pero es la misma”, apostilla.

Lo que están intentando ahora, dice Galindo, es “llegar a ese 5 o 6% que saben que les falta y de paso están intentado muy bien no movilizar el voto no independentista”. El hecho también de que no veamos esas muestras por parte de los no independentistas, apunta Galindo, es que los partidos contrarios han rechazado el carácter de referéndum que quiere imprimir Mas a las elecciones. “Si se hubiera creado un bloque de Junts pel No, se habría dado la razón al hecho de ser elecciones plebiscitarias”, indica.

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El barómetro preelectoral publicado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) la semana pasada reflejaba que la mayoría de los habitantes (42,1%) se define tan español como catalán, en tanto que el 25,1% se siente más catalán y el 21,6%, solo catalán. En el otro lado, solo el 5,3% se califica únicamente como español y el 4,4%, más español que catalán.

Para el experto en comunicación política Toni Aira, las grandes concentraciones a favor del independentismo se deben a que la gente ha reflexionado “que se tiene que movilizar para forzar el cambio”. “Hay una parte de la población que ha entendido que para que los políticos pacten de verdad se tienen que mover”, enfatiza. Además, comenta que “se tira de fuerza visual cuando no se tiene fuerza institucional” y que se quiere “demostrar que no nace de ayer ni es una invención de una persona, de Artur Mas”, cuando se ensalzan elementos como la fecha de 1714. "Las realidades sociales se acaban mostrando de muchas maneras", agrega.

¿Por qué se manifiesta una parte de la población y la otra no? Aira responde que los independentistas tienen ahora una “causa común” y “han detectado que es el momento si de verdad quieren un cambio”, a la vez que señala que “construir algo nuevo siempre genera una perspectiva positiva, lo que anima a mucha gente a salir a la calle”. La parte de la sociedad que no se expresa es porque “duda y no está decantada” o porque “no ha metabolizado que esto fuera posible y no había considerado que se tuviera que manifestar”.

Tras ‘diadas’, banderas en los balcones, conciertos… Toca el turno de que hablen las urnas. ¿Qué dirán?