Ojo de Agua: Donde los niños y las niñas deciden
Tomar decisiones y responsabilizarse de ellas es un ejercicio cotidiano al que están acostumbrados los niños y niñas que acuden a Ojo de Agua-Ambiente Educativo (Orba, Alicante). Allí se ensayan nuevos modelos pedagógicos: cada niño es libre de elegir su camino.
Al taller de matemáticas que se imparte en la biblioteca asisten cinco niñas de edades diferentes. Con ellas está Javier Herrero, quien responde a sus preguntas y atiende sus necesidades, pero sin imponerles ninguna tarea. "La cultura en la que vivimos restringe el concepto de aprendizaje a algo que se da en una clase, donde se distribuye información casi unilateralmente. Aquí se hacen talleres, sí, pero no es algo en lo que hacemos gran hincapié", afirma Herrero, fundador, junto a Marién Fuentes, de Ojo de Agua.
ELEGIR Y NO JUZGAR
En Ojo de Agua, el 98% de la actividad responde a la iniciativa de los niños. Esto supone para los padres un ejercicio de confianza radical, ya que tienen que creer que sus hijos están preparados, por naturaleza, para aprender, y que sus elecciones serán las adecuadas.
Fuera, en el taller de carpintería, Carlos, de 17 años, y Paula, de 16, construyen con maderas recicladas un gallinero con ruedas. Sergi, de 15, repara un taburete que cojea y Candela, de 13, juega con Beauty, uno de los cuatro perros que viven en el lugar. Les acompaña Eduardo Sánchez, que recién ha cumplido los 20 años y desde hace tres forma parte del equipo de adultos acompañantes. Llegó a Ojo de Agua cuando tenía 14 años. "Este lugar me cambió la vida", cuenta emocionado. "Lo que más me gusta de este modelo de escuela es el respeto que se tiene por los chicos. El respeto y el hecho de no juzgar nada. En la escuela tradicional pueden decirte de tonto para arriba y hacerte sentir muy inferior a los demás", añade.
UN AMBIENTE PRIVILEGIADO
En Ojo de Agua, abundan los rincones en los que jugar, aprender al aire libre y sentir el latido de la naturaleza. La finca de Orba (La Marina Alta, Alicante) donde echa raíces este proyecto de educación alternativa, con un sólido sustrato ecológico, ocupa dos hectáreas y media de terreno salpicadas de almendros, olivos, pinos y viejos algarrobos. En el corazón de la parcela se encuentra el edificio principal. Hay campo de fútbol, arenero, pista de skateboard e incluso un huerto, un gallinero y una cúpula geodésica que fue edificada por doce niños, con la ayuda de alguno de sus padres, en un intenso proceso que se alargó durante tres años. "Cuando un niño te dice un día que quiere construir un domo y acaba construyéndolo y superando ese reto, la experiencia de empoderamiento que le estás brindando es increíble. Estás diciéndole: si sigues tus sueños, estos se cumplen", comenta entusiasmado Javier Herrero.
Sonia González, educadora social y madre de dos chavales que también estudian en Ojo de Agua, imparte un taller de teatro. "En las improvisaciones, muchos de ellos exponen sus propias vivencias y muchas veces son situaciones que no tienen solucionadas", señala Sonia. "El trabajo busca que se conozcan de forma profunda, que se genere la suficiente confianza para que no haya prejuicios ni inhibiciones. Se trata de aprender a escuchar al otro y aceptarle tal y como es", asegura.
Todos los espacios, tanto interiores como exteriores, se consideran aulas de aprendizaje. "Los niños están siempre aprendiendo. No vienen aquí a aprender, sino que aquí aprenden viviendo. Por eso nos gusta decir que Ojo de Agua es un lugar donde intentamos crear las condiciones para que los chicos y chicas puedan realizar sus sueños. No se trata de sacar lo mejor que llevan dentro, sino de permitir que emerja", enuncia Javier.
El ambiente concebido por Marién y Javier permite a los niños y niñas tomar sus propias decisiones sin sentirse presionados. Sin embargo, la libertad de la que gozan está delimitada por normas, que están en constante definición y se establecen en el seno de la asamblea. En ella, adultos y no adultos tienen los mismos derechos, incluido el voto, y juntos, en pie de igualdad, adoptan las pautas que permiten una convivencia segura y relajada.
Horten, de 11 años, y Miguel, de 12, coordinan la asamblea de esta semana, que se abre con una votación que autoriza a la periodista a presenciar la reunión. Mientras están en la asamblea no se puede subir a la planta de arriba de la casa, donde se encuentra la sala de las espumas. Solo un acompañante permanece en el exterior de las instalaciones, cuidando de quienes prefieren no participar en este parlamento escolar.
ESTIRAR LAS COSTURAS DEL SISTEMA
Ojo de Agua no ofrece ningún tipo de homologación. "Los exámenes, las notas y los títulos deberían ser medios, no fines. Cuando alguien quiere estudiar una carrera o hacer alguna formación de FP, les acompañamos para obtener el título, facilitándoles acceso a la información, a los centros, al material y prestándoles apoyo para preparar los temas cuando es necesario", explica Javier.
E insiste: "Esto no es una escuela. No es que sea legal o ilegal que los niños estén aquí, en lugar de estar escolarizados. El problema es que el tema no está regulado. Pero, porque soy responsable, hago lo que estoy haciendo", se defiende. "Si para ser coherentes con nuestro sentir hemos de crear nuevas realidades educativas, estamos dispuestos a hacerlo. Somos conscientes de que estamos estirando las costuras del sistema educativo, un sistema que amolda y homogeiniza a las personas. Estamos en el filo, sí, pero sin estar ahí no puede haber innovación. La revolución está en que los sistemas se adapten a las personas y no las personas a los sistemas", concluye Javier Herrero.