Miguel Ángel Revilla: "Provoco encabronamiento"
Miguel Ángel Revilla arranca su jornada laboral a las ocho de la mañana. Echa horas en su despacho de secretario general del Partido Regionalista de Cantabria, pero cree que la vida, la real, está fuera de esas cuatro paredes. Es político, y conferenciante (“Hoy hablo en el penal del Dueso, mañana en Oviedo y pasado en Teruel... Y en todos habrá tiros para entrar a verme"), contertulio y escritor. Es, aparentemente, un hombre feliz, “de los que se puede mirar todas las mañanas en el espejo”.
Ya ha entregado a la editorial su segundo libro, un ensayo sobre la crisis titulado La jungla de los listos, que saldrá a la venta estas Navidades. Asegura que generará polémica porque no se calla “nada” y adelanta que sólo la portada “dará mucho de qué hablar”. El ensayo intentará seguir la estela de Nadie es mejor que nadie, un verdadero best-seller en la categoría de no ficción, con más de 25 ediciones.
Recupera algunas críticas a su primer ensayo, como una reseña en La Voz de Galicia en la que se decía que debería ser subvencionado por el Ministerio de educación de obligada lectura en las escuelas. Y otra de El Comercio en la que se le comparaba con Truman Capote. Revilla responde rápido. A sangre fría.
¿Cómo ha conseguido ser un superventas?
Yo no leo nunca los discursos, no escribo, jamás he escrito a máquina, no sé manejar ningún aparato… Me liaron para escribir Nadie es mejor que nadie y la sorpresa es que han tirado 25 ediciones y es el más vendido en no ficción.
Y ahora la segunda parte...
Sí, ya lo he entregado y se titulará La jungla de los listos. Es las traslación del National Geographic, de la selva —donde hay un león, una hiena, un buitre carroñero—, a la zona urbana, donde hay chaquetas y corbatas.
¿Volverá a contar las cosas sin pelos en la lengua?
Este libro va a ser durísimo, lo más duro que haya escrito nadie en España. Hablo de quién ha montado esta crisis, por qué, por qué motivo ahora la van a cortar y nos van a dejar dos años en el suelo porque tampoco ellos pueden ganar mucho dinero si depauperan a la población. Por eso han soltado ahora el ronzal, pero nada más, porque ahora ya pueden comprar ellos a mitad de precio. Si hace cinco años eran noticia los que trabajaban por mil euros hoy hay seis millones que hacen cola para trabajar por 600. Ya han conseguido su objetivo. De hecho, ahora esos cien ricos que manejan la economía mundial tienen mucho más dinero que hace cinco años.
Más crisis...
Hablo de temas que la gente palpa, de desahucios, de la estafa de las preferentes, de cómo los ricos no pagan. Dedico un capítulo a contar cómo una empresa que se llama Google recibió del señor Montoro el año pasado tres millones de euros cuando vendió por valor de 3.000 millones. Qué te parece ¿Cómo lo hacen? Eso lo explico, y la gente piensa que al que machacan es al del IRPF.
No parece que vaya a dejar buen cuerpo en el lector
Provoco encabronamiento. Pero ojo, en todos los capítulos ofrezco una alternativa. También digo que esto tendrá que explotar por algún lado. Me centro en economía pura y dura. No dejo a ninguno vivo, sé que me voy a echar unos enemigos terribles porque, del rey para abajo, van todos.
¿Ha tenido que salir de la presidencia de Cantabria para poder escribirlo?
Hace cinco años me propusieron escribir el libro y les dije que no, porque no podía. Al ser presidente de Cantabria tenía que hablar bien de todos los políticos a los que debía pedir cosas para mi tierra. No podía decir lo que escribo ahora sobre Pepiño Blanco ni de Zapatero. Yo no era libre.
¿Y ahora ya tiene las manos desatadas?
Una vez que me libero de la atadura escribo lo que pienso y lo explico de una manera que sea comprensible para todo el mundo. Utilizo un castellano muy sencillo que lo puede entender un catedrático y un ama de casa que está friendo unos huevos.
¿Cuánto ha tardado en escribir La jungla de los listos?
El segundo libro lo he escrito en 20 días. Para mí el primero fue la mayor alegría y sorpresa en la vida, porque yo no he escrito una carta ni a las novias. Soy capaz de hablar tres horas, pero escribir no sabía que podía hacerlo.