La polarización en Eslovaquia, la clave tras el intento de magnicidio de Robert Fico

La polarización en Eslovaquia, la clave tras el intento de magnicidio de Robert Fico

Interior teme que se esté "al borde de una guerra civil". El llamamiento a la calma se mezcla con reproches a la oposición en un país tremendamente dividido desde hace décadas y en el que su mandatario es especialista en ahondar la brecha. 

Más de 10.000 manifestantes en las calles de Kosice (Eslovaquia), el pasado 1 de febrero, en una marcha contra Robert Fico y el cierre de la fiscalía anticorrupción.Robert Nemeti / Anadolu via Getty Images

Que se llama Juraj Cintula, que tiene 71 años, que es escritor pero también ha sido guardia de seguridad. Poco más se sabe de hombre que el pasado miércoles quiso matar a tiros al primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico. Sus motivaciones parecen políticas, pero no están claras. La prensa local ha difundido vídeos en los que afirma: "No estoy de acuerdo con la política de este Gobierno". Pero esa, por sí sola, es una afirmación que firmaría medio país. 

La situación pide prudencia hasta que los investigadores aclaren qué le llevó a disparar hasta cinco veces, casi a quemarropa, a su mandatario. Pero más allá de lo particular hay un trasfondo innegable: el país arrastra una profunda polarización que aviva a diario las tensiones entre sus ciudadanos y sus formaciones políticas. El ministro de Interior, Sutaj Stok, ha dicho incluso: "Estamos al borde de una guerra civil". 

El caldo del que todo nace es espeso, viejo y rancio, entronca con la independencia del país, hace 30 años, con las divisiones entre partidos surgidas a lo largo de los años, las alianzas y los liderazgos, mezclados con corrupción, disputas y hasta asesinatos. 

Fico, que ha pasado más de diez años en el poder hasta en tres ocasiones diferentes, apenas llevaba ahora seis meses al mando, recuperado al subirse en una ola de negacionismo anticovid, rechazo de la implicación en Ucrania (con acercamiento a Rusia, de la mano) y políticas antiinmigración. 

Estaba proponiendo leyes que ponen en peligro el estado de derecho y que habían generado manifestaciones masivas en su contra. Por eso algunos de sus diputados han preguntado a la oposición si ya están "satisfechos" con los que su "odio" ha causado. Por ahora ganan los llamamientos a la calma, como el de la presidenta saliente, Zuzana Caputova: "La retórica del odio que hemos presenciado debe cesar. ¡Por favor, detengámosla!". 

Una vieja pelea

Ahora la emoción está en todo lo alto, pero son las amargas divisiones de siempre son las que apuntalan el intento de magnicidio que ahora nos ocupa. Siempre han sido un problema para Eslovaquia. Tras su Revolución de Terciopelo (1989), por la que el Partido Comunista perdió el monopolio del poder tras 45 años, ha vivido en una montaña rusa. Se divorció de los checos a la vez que impulsaba un capitalismo salvaje contra su pasado, la izquierda se atomizaba y se peleaba y la derecha, de corte liberal, empezaba a ascender. Todo bullía, en busca de estabilidad, pero también todos se enfrentaban unos a otros. Decía Madeleine Albright, la que fuera secretaria de Estado norteamericana a finales de los años 90, que el país era "el agujero negro de Europa", por su imprevisibilidad. 

Frente a la pelea de la izquierda, se acabó imponiendo ese liberalismo de derechas que gustaba a Occidente pero que tampoco se levantaba sobre partidos sólidos y transparentes. Ahí es cuando entra Fico, de origen comunista, reconvertido en socialdemócrata con los años, que había lanzado una especie de tercera vía, el Smer, sobre los restos de una formación autoritaria y dopado con dinero de oligarcas. Demasiado impetuoso de inicio, se fue puliendo como líder, alimentándose de los restos de otros partidos que no cuajaban. Y así, cuando a la derecha le vinieron mal dadas, estaba listo para ser alternativa de Gobierno. 

El pasado septiembre, Fico volvió por tercera vez al poder aupándose en la enésima crisis nacional, que no sólo fractura a los partidos, sino a los eslovacos. Estamos en diciembre de 2022. Se plantea una moción de censura y sale adelante. Así cae el Gobierno de entonces, formado por la coalición de Gente Común y Personalidades Independientes (Olano) y el partido Libertad y Solidaridad (Sas, del que en realidad el primero era una escisión). La alianza estuvo viva hasta septiembre de ese año, pero una pelea los hizo romper. La clave estaba en Igor Matovič, el titular de Finanzas y anterior primer ministro, de Olano. 

Matovič había tenido que dejar el timón del país en marzo de 2021 después de que sus socios se enterasen de que había hecho un acuerdo secreto con Rusia, a sus espaldas, para que le vendiera vacunas anticovid de la variante Sputnik. Era el momento de la desesperación en la búsqueda de soluciones a la pandemia. El SaS dijo que dejaba la coalición si no dimitía y, cuando parecía que iba a hacerlo, cambió de opinión. Al final, se quedó en el gabinete como ministro, pero la confianza ya estaba rota. A los tres meses, viendo que la unión no se podía recomponer, llegó la moción de censura, que avalaron 78 de los 102 diputados presentes. 

Hubo que convocar elecciones anticipadas, pues. Fueron meses de enorme desgaste en Eslovaquia, porque las partes aún trataron durante semanas de recomponer la coalición, mientras los partidos opositores hacían sangre con la crisis y crecían en las encuestas, empezando por Fico y siguiendo por uno de sus antiguos colaboradores, Peter Pellegrini, que acaba de imponerse en las elecciones presidenciales. No sólo subían ellos, sino también los grupos ultras como el Partido Popular Nuestra Eslovaquia (neofascista) o República (separatista). 

Los meses hasta septiembre, cuando al fin se votó, fueron muy tensos, con ataques verbales de alto voltaje entre las partes en competición, en los que se mezclaron temas muy sensibles como el coronavirus, la guerra de Ucrania o la inmigración. Cada vez más, hasta en la calle había militancia, bandos. La victoria de Fico enalteció a los suyos. Sus primeras medidas están enrrabietando al resto. Esa era la foto fija del país cuando se escucharon los disparos en la ciudad de Handlova. 

La leña al fuego del primer ministro

Fico ganó las elecciones el otoño pasado por con un 23,3 % de los votos. No arrasó, por tanto, aunque sí fue el candidato más votado y logró luego una suma de gobernabilidad que no tenía el centroderecha, con "La Voz" (Hlas), del citado Pellegrini, más los radicales de Nuestra Eslovaquia. La oposición la lidera en estos momentos wl partido progresista proeuropeo PS, del que fuera vicepresidente del Parlamento Europeo, Michal Simecka, que sólo logró un 17,1% de los sufragios. 

El ahora mandatario, de 59 años, demostró nuevamente su capacidad de reinventarse y volver al poder. Si de inicio lo hacía con postulados de izquierdas, luego se acercó al centro y, al final, ha caído en el populismo y el nacionalismo extremos con trazos de ultraderecha, lo que ha hecho que su Smer haya sido suspendido por el grupo de los Socialistas Europeos. 

La primera vez que tocó poder fue en el periodo 2006-2010. Más tarde, volvió entre 2012 y 2018 y esta vez tuvo que dimitir por uno de los crímenes que más han conmocionado a Eslovaquia en las últimas décadas: el del periodista de investigación Ján Kuciak y su novia, Martina Kusnirova. El reportero de investigación indagaba en las conexiones entre el poder en su país y el crimen organizado y fue tiroteado en su casa en febrero del 18. El caso llevó a protestas populares masivas y una crisis política, con el Ejecutivo de Fico de un lado y el presidente Andrej Kiska y los partidos de la oposición del otro. Era el primer informador asesinado en Eslovaquia desde la independencia del país.

Homenaje a Jan Kuciak y Martina Kusnirova, asesinados en Veka Maca, en una imagen de archivo.Anadolu via Getty Images

Las investigaciones del periodista se centraron en particular en la evasión fiscal, incluidos casos relacionados con el partido gobernante Smer. Fico dio entonces una rueda de prensa rocambolesca, colocando en una mesa fajos de billetes hasta completar un millón de euros para quien diera pistas sobre el caso. No sirvió su puesta en escena, porque la calle rugía. A las dos semanas tenía que dejar el cargo. 

Aún descabalgado y con la imagen muy tocada, Fico prometió volver y lo hizo el año pasado. En estos años, aprovechó para reforzar su partido -tiene sólidos aliados en el poder judicial, la inteligencia o los cuerpos de seguridad- e incrementar los ataques a los Gobiernos sucesivos. Sobre todo, se creció gracias al covid-19, encabezando megáfono en mano las protestas contra las restricciones impuestas por el Ejecutivo -ni más ni menos draconianas que en el resto del mundo- y sembrando sospechas sobre las vacunas. Siempre estaba en cabeza y hasta llegó a ser arrestado, granjeándose los aplausos de un grupo importante de ciudadanos cansados. 

Se bajó de ese caballo de batalla y tomó otro: Ucrania. Fico siempre prometió en campaña lo que ha acabado haciendo como primer ministro: que no se van a vender ni ceder más armas a Kiev, que se va a revertir el compromiso que había en cuanto a misiles, aviones o armas pesadas. También sostiene que no le gustan los 13 paquetes de sanciones que la Unión Europea le ha impuesto ya a Rusia y amenaza con poner serios obstáculos si se plantean más castigos. Su comportamiento hace que se le compare con el húngaro Viktor Orban, que tiene un planteamiento idéntico. 

¿Por qué no quiere ayudar Fico a Ucrania? Defiende que esta guerra no tiene una salida militar, sino política, y que por eso no hay que alimentar la maquinaria sobre el terreno, que ese apoyo sólo serviría para quemar dinero y "llenar tumbas", retrasando la solución final, que ha de ser política, en la mesa de negociaciones. Recuerda a Bruselas que Rusia no se a a ir ya de Crimea -anexionada en 2014- y el Donbás -donde se levantaron rebeldes prorrusos en el mismo añoo y donde ahora concentra gran parte de sus conquistas en Ucrania-. Kiev, dice, debería "deponer las armas y pedir la paz". Eso es lo que los aliados de Ucrania aún llaman rendición, aunque sí coincide, de nuevo, con las palabras de Orban.

Viktor Orban y Robert Fico conversan antes de la cumbre europea del pasado 22 de marzo en Bruselas.Nicolas Economou / NurPhoto via Getty Images

Las críticas por su postura le han llovido desde los otros 26 socios comunitarios, pero desde Moscú el propio presidente ruso, Vladimir Putin, lo ha defendido, diciendo que el primer ministro eslovaco ha sido "injustamente demonizado". Desde el verano de 2022, Fico está en la lista del Gobierno de Kiev como uno de los propagandistas que difunden mentiras del Kremlin, aunque tampoco hay que olvidar, como recuerda el investigador y diplomático Petr Tůma para el Atlantic Council, que el país ya tiene antecedentes de evitar choques con la Federación. En 2010, expone, fue el único país europeo junto a Austria que no expulsó a diplomáticos rusos tras el envenenamiento del espía Sergei Skripal y su hija en Reino Unido

Eslovaquia, actualmente, alberga un grupo de batalla multinacional de la OTAN, recuerda el experto, dentro del plan de la Alianza de fortalecer el flanco oriental ante la creciente amenaza rusa. Los partidarios de Fico prefieren que esos soldados checos, alemanes, estadounidenses o españoles (700 militares hay allí ahora mismo) se marchen. Son "extranjeros". Eslovaquia entró en la OTAN y en la UE desde 2004. 

Tůma sostiene que el mandatario se apoya en un cierto victimismo que queda en su nación para tomar este camino en el caso de Ucrania. "Algunos sectores de la población eslovaca siguen percibiendo a su país como una víctima que sufrió bajo el Imperio austrohúngaro y más tarde dentro de Checoslovaquia. Durante la década de 1990, bajo el gobierno de Mečiar, los sentimientos antiamericanos comenzaron a aumentar. Estos se intensificaron aún más después del bombardeo de Serbia por parte de la OTAN y más tarde con las guerras estadounidenses en Irak y Afganistán. El paneslavismo y las campañas de desinformación selectivas también han desempeñado un papel en el fortalecimiento de las narrativas prorrusas", señala.

Contra Fico y esta postura que aleja la unidad europea se han producido manifestaciones en su país, aunque en su programa electoral su hoja de ruta estaba clara. Lo que más ha levantado a la población han sido dos de sus apuestas estrella: el fin de la Fiscalía Anticorrupción y la remodelación total de la radiotelevisión pública para eliminar a los críticos. Las dos medidas dañan el Estado de derecho, avisa la UE. 

El primero de los casos se engloba en una reforma general del Código Penal que ha emprendido el premier nada más llegar al cargo en la que no sólo reduce los plazos de la prescripción de delitos graves como el de violación -a la contra de la tendencia de los nuevos ordenamientos europeos- sino que rebaja las penas por corrupción y, de paso, acaba con la Fiscalía especializada que llevaba 20 años de trabajo. Justo el órgano que investiga a algunos de sus compañeros de partido y financiadores y que aún tiene cosas que aclarar sobre el asesinato del periodista Kuciak y su pareja. 

Por la segunda orden, la RTVS cerrará en junio. Justo el miércoles comenzó en el Parlamento un debate para el cierre de la radio y la televisión eslovacas, que quedó inconcluso por el ataque al primer ministro. La idea de Fico es hacer una limpia porque dice que la actual estructura es "insostenible" por la falta de objetividad de sus profesionales, por lo que se ha decidido a cambiarlo todo. El temor de asociaciones profesionales como Reporteros Sin Fronteras (RSF) es que coarte la libertad de prensa. La Comisión Europea también ha lanzado la voz de alarma. 

Estas dos decisiones de Fico han calentado muchísimo los ánimos desde que empezó el año, las protestas son una constante y han ido ganando cuerpo con las semanas, por sí mismas y por el autoritarismo que amenazan con traer. Porque entre los planes de futuro, por ejemplo, se encuentra una norma sobre ONG para que revelen el dinero que les llega del extranjero, una "ley de agentes extranjeros" que se parece mucho a a rusa, a la húngara o a la georgiana

Su cuarta administración viene fuerte. Fico impone su estilo agresivo y eso encanta a sus seguidores y saca de quicio a sus críticos. Antes de Donald Trump, ya había trumpismo en Eslovaquia, aunque ha llegado a oleadas, transformando la ideología y los actos de un mandatario incombustible. Posiblemente, sólo el israelí Benjamin Netanyahu ha sido capaz de irse y regresar tantas veces. "El veterano político supo explotar en la oposición el descontento generado entre las clases más desfavorecidas y en el ambiente rural por la inflación, la caída del poder adquisitivo y la gestión errática de la pandemia de la anterior coalición de centro derecha", resume EFE.

Infiltrados
Un proyecto de Ikea

Hoy no tiene quien le haga sombra, aunque necesite de una coalición. La líder más respetada es la presidenta Caputova, pero ha renunciado a seguir y a hacerle de contrapeso -europeísta, atlantista, defensora del medio ambiente como es- precisamente por las amenazas a su seguridad y a la de su familia, muestra de que las tensiones y las amenazas de violencia ya estaban sobre la mesa antes del atentado de esta semana. Ahora está por ver cómo evoluciona Fico en lo físico y en lo político y cómo reacciona su país.