¡Un activista en mi sopa!
Hay personas que prefieren vivir en constante modo avestruz, con la cabeza metida en su agujero sin mirar alrededor, no sea que alguien les pida ayuda y tengan que compartir o salir de su confortable guarida. Y cuando escuchan un quejido lejano, en lugar de escuchar, recitan su letanía. No te quejes mosca inoportuna, sonríe, pon buena cara y piensa en positivo. Si no puedes respirar, piensa en positivo. Si estás oprimida, piensa en positivo. Si has caído en la cara amarga de la desigualdad, no te lo tomes como algo personal: piensa en positivo.
Imagina que estás en un restaurante de lujo: mesa en el mejor sitio, luces tenues, melodía al piano y una copa de buen vino en la mano. La vida te sonríe, todo es felicidad y, en ese preciso instante en que te dispones a probar un sorbo de tu deliciosa sopa servida en cuenco de diseño..., ¡oh, no! algo se mueve en tu plato, un repugnante bicho da vueltas sobre sí mismo emitiendo un desagradable zumbido. La cuchara se te cae de la mano y se te hace un nudo en el estómago. Adiós velada mágica, hola cruda realidad. Sientes una mezcla de odio, rabia y frustración.
- ¡Camarero!, ¿qué es esto que da vueltas en mi sopa?
- Un activista, señor
Me fascina la ligereza con la que algunas personas privilegiadas usan la expresión "en positivo". Hacer política "en positivo", ver la vida "en positivo", crear "en positivo". Todo esto queda muy bien como frase profunda en la taza de desayuno, pero me gustaría saber si lo seguirían diciendo en las mismas condiciones que las de los que se ahogan en el plato. Porque ese pequeño ser impertinente que parece que ha venido a aguarnos la fiesta, en realidad lo que intenta es sobrevivir, salir a flote, que alguien le eche una mano. "Ay, pero qué exageración, si todavía mueve las alas, no estará tan mal, ¿no podía haberse caído en otro plato? Qué falta de educación". Lo que para unos es cuestión de supervivencia, para otros es una molestia.
Resulta sencillo decir "en positivo" desde un despacho de diseño, o cuando tienes un techo donde dormir y no te discriminan por tu raza o por tu sexo. Qué bien suenan esas palabras cuando tu propio país y los vecinos te abren las puertas sin tener que arriesgar tu vida ni la de los tuyos asfixiado en el chasis de un camión. Es genial habitar en el mundo de los osos amorosos y subir una foto del brunch de las 12 a Instagram mientras vives la vida "en positivo".
Algo parecido le debió pasar a Rajoy el pasado 24 de mayo cuando un activista de camiseta amarilla irrumpió en su tranquilo acto del PP, molestando la positiva vida de un grupo de privilegiados que posaban para una foto. Este activista se coló en su imagen, como la mosca en la sopa, para recordarles todo aquello que no querían ver. ¿Y qué hicieron al respecto? Avisar al camarero, echarlo. Acto seguido se escucharon las palabras mágicas "en positivo". Hay que reconocerlo, los activistas son elementos incómodos. Su misión es perturbar la aparente calma y provocar reacción. Traer a escena esos elementos que normalmente se quedan en la trastienda, porque bajo el foco de luz no quedan bien. Es curioso que no nos molesten los spots publicitarios y nos moleste una persona que reclama su derecho a una vida digna o que defiende aquello en lo que cree.
Los y las activistas son personas que exponen su vida por unos ideales que nada tienen que ver con el dinero ni con la fama y sus logros ni siquiera persiguen un fin personal sino beneficiarnos a todos. Sus apariciones amplían nuestra capacidad de miras mostrando un encuadre más completo, nos hacen algo más humanos y menos de cartón. Femen, Greenpeace, PAH, Igualdad Animal, Women in Black, PETA, Colectivos LGTB, Juventud sin Futuro, Proactiva Open Arms... En grupo, individuales, con humor, en pelotas, disfrazados, en la calle, en las redes, con pancartas, a través del arte, en periódicos, de todas las edades, razas y colores.
Qué valiosa es la palabra activar para una sociedad: mover, estimular, dar vida, poner en marcha, funcionar. Todo lo contrario a detener, desanimar, adormecer o paralizar.
Hay personas que prefieren vivir en constante modo avestruz, con la cabeza metida en su agujero sin mirar alrededor, no sea que alguien les pida ayuda y tengan que compartir o salir de su confortable guarida. Y cuando escuchan un quejido lejano, en lugar de escuchar, recitan su letanía. No te quejes mosca inoportuna, sonríe, pon buena cara y piensa en positivo. Si no puedes respirar, piensa en positivo. Si estás oprimida, piensa en positivo. Si has caído en la cara amarga de la desigualdad, no te lo tomes como algo personal: piensa en positivo.
Que no falten nunca los activistas en mi plato. Les necesito.