No soy un violador, soy un hombre normal
Mientras tanto fuera de la cárcel, todo transcurre con normalidad. Las mujeres siguen siendo ofertadas en periódicos, vallas publicitarias, bares y discotecas. Los adolescentes siguen accediendo a contenidos sexuales violentos. Los referentes masculinos siguen siendo agresivos y dominantes. Es decir... lo normal.
Esta es la historia de un niño normal, que nació en una familia normal, en un barrio normal.
Un día, a ese niño su padre le llamó campeón por echarse muchas novias en el cole. Ese mismo año los Reyes Magos le trajeron una metralleta y una espada láser con las que aprendió a pegar tiros y a cortar cabezas como los héroes de las pelis. Tenía un entrenador que le decía que jamás llorase ni titubease y que se comportara como un verdadero hombre. Su mochila tenía un dibujo de Supermán y el estuche era de Spiderman. Recuerda que mientras veía la tele aparecían chicas en bragas anunciando cosas.
Años más tarde, en el instituto, un amigo le envió un vídeo de una chica desnudándose. Sabía quién era porque la había visto en el recreo pero no dijo nada a nadie. Los viernes quedaban para hacer botellón y hacían competiciones para ver quién bebía más alcohol. En el mismo descampado había una valla publicitaria con una mujer en ropa interior junto a la frase "Estoy disponible". El cine de verano ponían películas sobre polis corruptos que insultaban a las chicas y 300 hombres buenos que mataban a otros 300 hombres malos porque no pensaban lo mismo. Ese año aprendió lo que significaba "tirarse" a una tía y que los amigos te dieran palmadas en la espalda si te "tirabas" a muchas. Por primera vez buscó porno en internet y descubrió que maltratar a las mujeres estaba asociado con el placer. En su primera relación sexual tiró a su compañera del pelo mientras lo hacían, cree que a ella le gustó.
Tiempo después, ese chico se hizo miembro de un foro online donde etiquetaban a las famosas con la palabra "melafo". Ya no jugaba al fútbol pero compraba el periódico deportivo en el que aparecían un montón de hombres fuertes que ganaban premios y una sola mujer al final, desnuda. En las revistas solía fijarse en las fotos de las modelos con las piernas abiertas y aspecto de drogadas. Un día, acostumbrado a ver tantas escenas de mujeres humilladas, buscó en internet vídeos sexuales aún más violentos. No entendía por qué al intentar hacer el misionero con su novia no se le levantaba.
A los 30 años mientras leía las noticias del periódico echaba un vistazo a los anuncios de prostitución que aparecían en la hoja de al lado: "Mujeres disponibles 24 horas" "Follamos en la primera cita" "Las mejores putas". Recuerda haber visto que en algunas discotecas ofrecían mamadas gratis por una consumición. Se abrió un grupo de Whatsapp con los colegas para intercambiar fotos y hacer planes. Allí hablaban de armas, drogas, de robar y de violar. Nada raro, lo normal. A veces hacían salidas en grupo y subían a alguna tía al coche, la drogaban y la obligaban a hacerles una felación. Si ella se negaba la golpeaban y después la dejaban tirada.
Un verano, ese hombre fue a unas fiestas y se "tiró" a una tía en un portal. Sus amigos también "se la tiraron" y grabaron un vídeo mientras se la intercambiaban y hacían comentarios. Parecía que ella disfrutaba porque gemía y eso era buena señal. Luego se fueron a seguir la fiesta mientras ella se vestía sola en aquel portal. En este momento sintió que era muy hombre y decidió enviar el vídeo a sus amigos: "Puta pasada de viaje" "¡Qué envidia!" "Eso sí que es un viaje de verdad".
Días después a este hombre le detienen y le acusan de violación. Le meten en la cárcel y le hacen muchas preguntas delante de un juez. Los periódicos escriben muchos artículos, la gente se escandaliza, se organizan manifestaciones. El hombre no entiende nada y asegura que él no es un violador sino una persona normal. Se revuelve en la silla, llora y titubea. Sólo se lo estaba pasando bien. Asegura que es una injusticia y que él es una víctima. No entiende qué hace allí ni cómo ha podido llegado a ese lugar.
Mientras tanto fuera de la cárcel, todo transcurre con normalidad. Las mujeres siguen siendo ofertadas en periódicos, vallas publicitarias, bares y discotecas. Los adolescentes siguen accediendo a contenidos sexuales violentos. Los referentes masculinos siguen siendo agresivos y dominantes. Es decir... lo normal.