El ocaso de los concursos de mises
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El ocaso de los concursos de mises

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Espejito, espejito mágico: ¿quién es la mujer más ............... del planeta? No sabemos qué cualidad valorará el concurso Miss América para premiar a sus candidatas, ya que según declaraciones de la organización a partir de ahora dejará de ser un concurso de belleza. Fuera los bikinis. Nada de tacones. "La puntuación se le atribuirá a quién mejor luzca un traje que le haga sentirse empoderada". ¿Se referirán a las mallas de licra y capa de Superwoman con bolso de Chanel? ¿Y si ellas prefieren la batamanta? Ojalá me equivoque pero estoy deseando ver el pastiche que se han inventado esta vez para no cagarla tanto como otros años. Para aquellos que no se acuerden: su antiguo presidente, Sam Haskell, tuvo que dimitir por la filtración de comentarios sexistas e insultos que dedicaba a las propias concursantes. La nueva directora, Gretchen Carlson, quiere darle un "giro feminista" a la tortilla... No sabemos si este vuelco terminará con el acto tocando el cielo o hecho trizas en el suelo.

Estos concursos anacrónicos y obsoletos nos tiene acostumbradas a las tretas más rastreras con tal de salvarse. El año pasado el certamen Miss Perú decidió poner a desfilar a las mujeres en bikini mientras denunciaban a golpe de cadera las cifras de los feminicidios. Lo que algunas personas celebran como un avance otras lo ven como un simple gesto oportunista que puede confundir más que ayudar. Este año Miss America ha tomado nota y optado por la vía rápida. ¡Quitamos la palabra belleza y ya está! Pero entonces ¿este nuevo concurso de qué va? ¿Quién se puede apuntar? ¿Qué pruebas han de pasar? Estamos expectantes. No sabemos si el nuevo show admitirá mujeres de todas las edades, o mujeres trans, si el perfil será tipo Humor Amarillo, Factor X o Tú sí que vales. Sin rumbo ni criterio definido la cosa pinta mal.

¿Por qué en lugar de poner parches absurdos admitimos de una vez que estos concursos ya no tienen sentido? Aunque parezca increíble, los desfiles de señoritas todavía tienen sus defensores acérrimos en pleno siglo XXI. Sin ir más lejos Sánchez Dragó ha asegurado que "hay una brutal ola de puritanismo que se va a acabar porque no es natural" y que también cosificamos a los libros y a Brad Pitt y no pasa nada por ello (ser escritor para esto). El sociólogo Pedro Mansilla rescata el bikini como "símbolo de autonomía", y añade que hay un entorno "feminista rancio" que funciona a través de estereotipos... (debo estar espesa porque esto último tampoco lo pillo). Tampoco falta quien juega el comodín de la "censura" y la "represión" que siempre son conceptos muy socorridos para los que quieren quedar bien sin profundizar en el tema. Queridos viejunos: en los años 60 un desfile de mujeres en bikini podía ser muy rompedor, pero hoy ya hacemos nudismo en la playa y vestimos básicamente como nos da la gana. Que hoy una mujer conduzca en Arabia Saudí es revolucionario y necesario, que lo hagamos en Europa para reclamar una libertad de la que ya gozamos, no aporta nada.

El debate sobre los concursos de mises o de las azafatas en los torneos no es una cuestión de puritanismo sino necesidad de evolucionar. Habría que preguntarse qué aportan estos gestos al contexto actual. Lo impactante y transformador no es ver a una mujer desfilando ni haciendo malabares para que otros le den su puntuación. Las mujeres inspiradoras han existido siempre, no caminan sobre una pasarela sino que están por todas partes. No se llaman como un país o un número, tienen nombre y apellidos. Su seguridad está dentro de sí mismas, no depende de una valoración externa. Y lo que es más importante: trabajan juntas, no compiten entre ellas. La igualdad no se consigue aparentando, sino a través de una transformación profunda del sistema. Es estupendo que se premie y se valore a las personas por lo que hacen y por sus aportaciones a la política, a la cultura o a la ciencia. Ya existen unos premios que lo hacen, se llaman Los Premios Nobel, y en ellos lamentablemente las mujeres brillamos por nuestra ausencia.