Guatemala: una oportunidad para la justicia de género
Que las mujeres sean botín de guerra significó en Guatemala que las niñas, mujeres y ancianas mayas fueron violadas de manera sistemática. El 19 de marzo el exgeneral Ríos Montt se sentó en el banquillo para ser juzgado en el primer juicio en el mundo ante un tribunal nacional por los crímenes de genocidio y de guerra ocurridos en su territorio.
La semana del 18 de marzo comenzó un hito histórico para la JUSTICIA (sí, así con mayúsculas). El 19 de marzo de 2013 el exgeneral Efraín Ríos Montt se sentó en el banquillo para ser juzgado en el primer juicio en el mundo ante un tribunal nacional por los crímenes de genocidio y crímenes de guerra ocurridos en su propio territorio.
El exgeneral Ríos Montt dio un golpe de Estado en Guatemala el 23 de marzo de 1982. Con su toma del poder, continuó el genocidio en Guatemala con el objetivo de destruir a la población maya. En Guatemala, como en todos los conflictos y guerras que se han sucedido a lo largo de la historia, la violencia sexual y la violación contra las mujeres fue utilizada para ejecutar el genocidio.
Este juicio representa una oportunidad histórica en muchos sentidos, pero me quiero detener en un aspecto del cual no se ha hablado mucho: la oportunidad de que los crímenes de género utilizados para ejecutar el genocidio sean juzgados.
Escuchamos constantemente que las mujeres son botín de guerra y ahora tenemos una oportunidad para no sólo detenernos y pensar lo que eso significa, sino también que estos crímenes no queden en la impunidad. Que las mujeres sean botín de guerra significó en Guatemala que las niñas, mujeres y ancianas mayas fueron violadas de manera sistemática. Es decir, no de manera aislada, no por un soldado que cometió un exceso sino que fueron violadas por numerosos hombres de manera reiterada tras las masacres en las comunidades, cuando eran trasladadas a destacamentos militares, cuando huían por la montaña escapando a una muerte segura. Miles de mujeres fueron sometidas a violencia sexual delante de sus parejas, de sus familiares, delante de soldados que no perdían la ocasión para violarlas tras ver cómo otros compañeros ya lo habían hecho.
Los cuerpos de niñas, mujeres y ancianas fueron utilizados para sembrar el terror. Las violaciones no venían solas. A las mujeres las mutilaban y cortaban, les metían objetos por la vagina, hubo empalamientos, se abrían los vientres de las mujeres embarazadas para matar a sus fetos. Los cuerpos mutilados de las mujeres eran expuestos en los caminos y en las comunidades para enviar el claro mensaje de que la población maya debía tener miedo porque eso podía pasarle a cualquier otra mujer. En definitiva, se produjo, igual que en el resto de conflictos, la destrucción física de los cuerpos de mujeres y con ello la destrucción del tejido social y cultural del grupo indígena maya.
El genocidio de Guatemala ha pasado a la historia como uno de los mayores horrores de nuestro tiempo y este juicio debe pasar a la historia como uno de los grandes logros para la justicia en el mundo. Así lo ha entendido el juez Miguel Ángel Gálvez, titular del Juzgado Primero B de Mayor Riesgo, quien ha investigado la causa y el pasado mes de enero señaló la apertura del juicio oral contra Ríos Montt y Rodríguez Sánchez por genocidio y crímenes de guerra.
Dentro de un par de semanas, la abogada Paloma Soria de la organización Women's Link, presentará ante el Tribunal que preside la jueza Jazmín Barrios, junto con Patricia Bustamante y Pablo Xitumul su testimonio como experta en género y derecho penal internacional.
Esperemos que con su testimonio, el Tribunal tenga los elementos que requiere para que la valentía de todas aquellas niñas, mujeres y ancianas que sufrieron violencia sexual y no callaron su voz, cobre sentido, se haga justicia y nos acerque al día en el que estos crímenes no queden más en la impunidad, ni en Guatemala, ni en ningún otro lugar del mundo.