Un médico de Madrid impacta con la carta que ha escrito a su hijo de tres años: le cuenta su día a día
"Te escribo esta carta para que puedas entender un poco quién fue tu padre y sepas por qué parecía tan cansado y enfadado".
El médico que trabaja en un centro de salud de Vallecas Pablo Serrano ha impactado a los usuarios de X con la carta que le ha escrito para que su hijo de tres años la lea cuando sea mayor y pueda llegar a comprender su carácter.
"Carta a Dani, para cuando sea mayor: ¿Qué hay, Dani? Soy papá. Te escribo con la esperanza de que me leas cuando seas mayor y puedas entender un poco quién fue tu padre y sepas por qué parecía tan cansado y enfadado cuando eras pequeño", comienza el texto.
Serrano le dice que en el centro de salud en el que trabaja únicamente hay a diario cinco de médicos de los 17 de la plantilla, algo que se traduce en que tiene entre 50 y 60 pacientes diarios. "Todos los días", insiste.
"Y al llegar a casa estaba cansado y enfadado. Cansado por el estrés de todos los pacientes vistos y el miedo a poder haberme equivocado en algo, con la sensación de haber olvidado algo importante. Algún tratamiento, alguna alergia, algo", prosigue.
Sobre el enfado que tiene, así lo resume: "Y enfadado porque no había nadie entre los que podían evitar esa situación que hiciera algo. Nadie en la gerencia, nadie en la Consejería de Sanidad, nadie. A nadie le preocupaba que poco a poco fuéramos apagándonos en la consulta".
El médico indica que de los 12 médicos que no estaban "muchos se habían ido porque no podían más". "Expulsados por la situación que vivían; otros, otras, directamente habían enfermado por la situación: estos no eran pocos", concreta, añadiendo que la situación iba a peor cada día porque no podían mantener una correcta Atención Primaria.
"Y eso me enfadaba. Y me enfadaba que la gente a la que veía en la consulta no pudiera estar tan bien tratada como la de otros centros de salud, mejor cuánto más al norte nos fuéramos", afirma Serrano.
El especialista también señala que le cabreaba que "en la peor zona socioeconómica en la que había trabajado nunca, estuviera viendo el mayor porcentaje de gente con seguro privado porque no podían acceder a su médico de la pública".
"Y que luego, normal, acudían a mi consulta porque la prueba que le pedían era muy cara. Y me enfadaba conmigo mismo por enfadarme con la gente por venir sin cita ¿Cómo iban a venir si yo no tenía citas hasta dentro de 2 meses?", se sincera.
Serrano sentencia que también se cabreaba por el hecho de que "pasara a la vista de los que debían velar por la salud de la población y que no les importara".
Todo este cóctel se traducía en que cuando llegaba a casa se encontrara cabreado, algo que pagaba con su hijo: "Y por eso cuando querías jugar a hacer puzzles o a que te hiciera cosquillas o bajar al parque, te encontrabas a un señor enfadado al que le costaba un mundo enterrar la ira que iba acumulando a lo largo del día".
"Aunque luego, como hacías siempre, me llevabas de tu mano a ese mundo que solo tú conocías en el que éramos felices y reías tú por los dos hasta que conseguías cambiar mi rostro ceñudo", añade, sincerándose con que cuando lo veía dormido la ira se diluía con su respiración.
Finalmente, Serrano acaba diciendo que con un poco de suerte igual no se acuerda del carácter de su padre enfadado o que alguien decidió hacer algo por los profesionales de su centro de salud y por la población de la zona.
"Tal vez tuvimos suerte y el futuro fue diferente. Ojalá. Pero si no fue así, sirvan estas palabras como disculpa por aquel padre enfadado. Y por todos los padres y madres que trabajan en similares condiciones y que, aunque lo intentan, no pueden dejar de enfadarse por lo que les toca vivir. Un abrazo, mi pequeño león despeinado", finaliza.