Diario de una JESP: La búsqueda de trabajo
Calculando, me doy cuenta de que con 25 horas de trabajo semanales ganaría unos mil euros netos al mes en Irlanda . Más de lo que mis amigos auditores, ingenieros, psicólogos y periodistas reciben en Madrid por 40 horas a la semana, que siempre terminan siendo 50.
Dios mío, qué agobio. Grafton street está abarrotada. ¿Por qué será? Aaaah claro. Hoy ha salido el sol. Los dublineses tienen que aprovechar; puede que sea su única oportunidad de lucir gafas de sol y pantalón corto en todo el año. El caso es que tanta gente está complicando mi reparto de currículums. Muchos pubs y restaurantes en los que dejarlos. Aunque ahora que lo pienso, quizá no sea buena idea ser camarera... Me despedirían el primer día. No soy torpe, sino lo siguiente. (Si alguna vez me conocéis, os aconsejo que me saludéis desde la distancia. De lo contrario seguramente os pise, os ponga la zancadilla sin querer, u os empuje al tropezarme con algo). Sin embargo, en el campo de la moda podría tener más suerte. Me apasiona y tengo algo de experiencia como dependienta. Ya me estoy viendo, aconsejando a mis clientas habituales qué ponerse para el bautizo de sus sobrinos o la cena con sus suegros. "Uy señora, ¡pero qué bien le queda ese vestido! Tengo una blazer a juego que le iría de maravilla." Sea lo que sea, necesito algo rápidamente. Mis ahorros se están agotando. El alquiler, la compra y los paraguas - el viento me ha roto tropecientos y yo he perdido otros tantos - , me están dejando tiesa.
Me sorprendo. Las ventanas y escaparates están plagados de carteles de "STAFF REQUIRED" - "se busca personal", para los no puestos en inglis -. Para ser honesta, nunca había buscado trabajos poco cualificados en nuestro país, pero a simple vista aquí parece haber mucho más empleo. Y las cifras me dan la razón. Los irlandeses dicen que la situación está fatal, pero comparado con España, esto un paraíso laboral. La tasa de paro en Irlanda roza el 15%, frente al más que consabido 25% de nuestro país. (Como consuelo para los que estéis atemorizados por el inminente rescate a España, os diré que tras el que tuvo lugar en Irlanda en noviembre de 2010, el paro sólo ha subido unas décimas).
Grafton street, una de las principales calles comerciales de Dublín. Foto: VERÓNICA ZUMALACÁRREGUI
Recorro Henry street y Grafton street, las dos calles comerciales principales. Entro en todas las tiendas, busquen a gente o no. Si algo he aprendido en el durísimo mundo del periodismo es que hay que tocar mil puertas para que una se abra. Me adentro en el centro comercial más turístico de la capital y, una vez ahí, en la primera tienda que veo. Una de las dependientas me ficha de arriba abajo. ¡Bien! Mi truco ha funcionado: me he puesto taconazo, un modeli super trendy y más pote en la cara que la mismísima Alaska. Cojo aire, y me acerco a ella para preguntarle si están contratando. "Llegas en el momento perfecto, estaba a punto de colgar el cartel en la puerta." Buscan a alguien para cubrir unas 20 ó 25 horas a la semana. Lo idóneo para que pueda compaginarlo con mis artículos como freelance. La encargada repasa conmigo mi currículum, o más bien una versión de él en el que vendo mi faceta más fashionista, incluida una foto mía de carné en plan aquí-estoy-yo. Le llama la atención que en 2008 trabajase en una tienda de moda en Londres - curré allí durante un verano mientras exploraba la imponente ciudad - y decide darme una oportunidad. Mañana vengo todo el día de prueba, y si lo hago bien, ¡me contratan!
Me voy dando saltos de alegría. ¡Sólo unas horas repartiendo currículums y puede que ya haya encontrado empleo! Escribo un whatsapp a una de mis amigas, y me quedo muda ante su pregunta: "¿Y cuánto te pagan, Vero?" ¡Shit, soy lerda! Parece mentira que sea periodista y no haya averiguado cuánto cobraría en el caso de que me contrataran. Ha sido todo tan rápido, y estoy tan excitada, que se me ha olvidado. Me doy la vuelta y entro de nuevo. Cuando le pregunto por el sueldo, se queda callada y me mira con cara de Darth Vader. "No sé cómo será en tu país, pero aquí eso no se consulta. Se coge el trabajo y punto." "Ehhhh, bueno. Perdona, no pretendía ofender... España también está en crisis y siempre se sabe cuánto se cobra antes de aceptar un cargo. Yo lo voy a coger en cualquier caso. Pero, insisto: en mi país, esto es lo normal." Después de aclarar la situación, y repetirle unas veinte veces que no es que yo tenga ningún caché como dependienta, me voy sabiendo que ingresaría algo más que el salario mínimo, que son 8,65€ por hora. Calculando, me doy cuenta de que con 25 horas de trabajo semanales ganaría unos mil euros netos al mes. Más de lo que mis amigos auditores, ingenieros, psicólogos y periodistas reciben en Madrid por 40 horas a la semana, que SIEMPRE terminan siendo 50. Que si tengo que terminar el proyecto, que si el cliente llega tarde, que si hay una noticia de última hora... ¡Y eso que esto es un trabajo poco cualificado en un país rescatado! No me quiero ni imaginar lo que ganan los JESP españoles que residen en Alemania. Bufff..qué mal está España.
Cuánto echo de menos las horas de almodovariano diálogo con mi abuela nonagenaria sorda, las deliciosas cenas preparadas por mis padres, las risas con el ganso de mi hermano cuando le esconde el tabaco a mi madre, las charlas eternas con mis amigas sobre cómo salvar el mundo... Pero qué bien he hecho en irme. Si mañana consigo hacerme con el puesto, el siguiente paso será ir buscando periódicos y revistas a los que vender mis artículos. Pero poco a poco. Sin correr. Primero, me concentro en la tienda. Y luego, ya veremos.