Sufrí una relación abusiva durante 7 años: así conseguí volver a ser libre
Durante siete años, estuve en una relación abusiva, siempre andando con pies de plomo. Era una mujer complaciente de primer orden. Cualquier persona podía pisotearme y quejarse de que no era un felpudo suficientemente plano. Me dedicaba a servir a los demás sin rechistar y no tenía apenas tiempo para preocuparme por mí misma, perseguir mis sueños o descansar un poco. Mi voz interior me decía a menudo: "Esto no es vida", pero yo seguía igual y la soga me apretaba cada vez más.
Poco después, me di cuenta en lo más profundo de mi alma de que estaba cansada y con la espalda contra la pared. Todo aquello tenía que explotar de algún modo. Y explotó en forma de la mayor crisis de salud que he tenido en mi vida.
Puedes estar sufriendo un cáncer metastásico en etapa IV y contarles tus penas, pensando que empatizarán contigo, como haría un ser humano normal, pero cuidado, que la capacidad de empatía de algunas personas es nula porque, claramente, no tienen ningún tipo de conciencia. Y por si no fuera suficiente con eso, cualquier información personal que compartas con ellos será utilizada contra ti en otra ocasión para humillarte y avergonzarte.
Era cuestión de tiempo que empezaran a hacerle lo mismo a mi hijo. Me di cuenta de que, si no reunía el coraje para hacerme cargo de nuestras vidas, me iba a convertir en una testigo muda de cómo mi hijo sufriría abusos y sería marginado. Ese fue mi toque de atención.
Decidí recuperar nuestras vidas. Era un reto aterrador. Como puede asegurar cualquier persona que haya sido víctima de abusos narcisistas durante mucho tiempo, recuperar tu poder y tus derechos de un narcisista perverso no es una tarea sencilla. Cuando exiges recuperar tu dignidad, de hecho, estás irritándoles aún más. Las personas tóxicas son expertas en la manipulación y el chantaje emocional. Si intentas razonar con ellos, te harán parecer "la loca", creando dudas sobre tu cordura en la mente de otras personas.
Cuando todo intento de negociación, diálogo y razonamiento fracasó, intenté huir. Pero me siguieron, me hicieron promesas y me dieron falsas esperanzas. Al regresar, fui cruelmente castigada. Hui de nuevo. Me arrastraron a casa de nuevo. Empecé a pensar entonces que tenía que esforzarme más que nunca por complacerles. Al final, igualmente acababa sufriendo las nefastas consecuencias. La dinámica de esa relación en concreto era muy complicada, motivo por el que pasé tanto tiempo atascada en esa atmósfera traumática. Es muy fácil generalizar y opinar sobre aquellas personas que permanecen en relaciones tóxicas. Muy a menudo, las víctimas se sienten presionadas para mantener las apariencias de que "todo va bien" debido a la presión social o de la familia.
Un día, conseguí escapar definitivamente de ellos y di un giro a nuestras vidas. Pero fue devastador romper definitivamente porque les había dedicado años de obediencia incondicional, energía física y mental cuando, en realidad, no había existido ninguna relación en absoluto. Había sido algo unilateral.
Cuando las personas tóxicas se dan cuenta de que han perdido su poder sobre ti, pasan a intentar controlar cómo te ven los demás y tratan de aislarte socialmente desprestigiándote como persona.
Escapar para salvar a mi hijo y a mí fue lo más valiente que he hecho en mi vida.
Tras aquella relación, me costó mucho trabajo interno recuperarme, reponerme y reclamar mi vida. Lo pasé mal por el estrés postraumático. Hacer ejercicio, dar rienda suelta a mis intereses creativos y dedicar un tiempo a la autocompasión me sirvió de ayuda. Y, lo más importante, rodearme de gente emocionalmente sana que me aprecia tal y como soy me ha ayudado a recuperar la confianza que había perdido —en mí misma y en la gente—, un efecto colateral de haber sufrido una relación abusiva durante tanto tiempo.
Ahora me doy cuenta de que mi tiempo es muy valioso y no lo puedo derrochar en gente que no me valora. Me siento feliz, sana y completa de nuevo. Dejar escapar lo malo me permitió dar la bienvenida a un montón de cosas buenas en mi vida.
Lo que me pasó a mí le podría pasar a cualquiera. Puede ser tu amante, tu cónyuge, tu familia, tus amigos o tus compañeros de trabajo quienes estén dañándote emocionalmente. Si no puedes quitártelos de encima por obligaciones familiares o de trabajo, lo mejor que puedes hacer es limitar al mínimo posible el contacto con ellos. Pero, con un narcisista perverso, la única opción válida es evitar todo contacto, especialmente si hay niños implicados. Porque algunas personas tóxicas desafían la percepción general de que "los seres humanos son buenos por naturaleza".
Se lo debes a tus hijos: no dejes que caigan en el mismo desgarrador círculo vicioso del abuso emocional.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' India y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.