Las alquiladas son también madres biológicas de los hijos que gestan y alumbran
Una niña o un niño nacidos de un vientre de alquiler tiene tres progenitores biológicos, la madre y el padre que aportaron respectivamente el óvulo y el espermatozoide, y la madre que pone el entorno epigenético del útero en el que el feto se desarrolla.
Foto: ISTOCK
Una propuesta de Ciudadanos que se ha discutido en el Congreso Nacional del Partido Popular ha vuelto abrir el al debate mediático y político sobre la regulación de la gestación subrogada en las últimas semanas.
Desde el punto de vista científico, es preocupante observar que el debate sobre los dilemas éticos, prácticos, económicos, legales y sociales que plantean el "alquiler" de mujeres y sus úteros no está informado por el conocimiento científico actual. Tampoco se proporciona información científica precisa para orientar la decisión de tomar esta ruta para engendrar hijos.
El celebrado Proyecto Genoma Humano que concluyó en 2003 demostró que el desarrollo, envejecimiento y función de los organismos y de las células que los componen no solo dependen de la información contenida en los genes. En los 2 metros de ADN que contienen cada una de nuestras células, hay mucho más que genes. De hecho, se calcula que alrededor del 97 % del ADN humano no está constituido por genes. La idea que prevalecía antes del proyecto de que el desarrollo y hasta el destino de los seres humanos está escrito en nuestros genes desde su concepción ha cambiado radicalmente en los últimos años. No existen genes individuales que determinen la inteligencia, ni la orientación sexual, ni el color del pelo. Los genes no actúan individualmente sino que cooperan. Es a través de esta colaboración entre genes que nuestros cuerpos se desarrollan desde el estado embrionario.
Armados y armadas con técnicas cada vez potentes los biólogos y biólogas moleculares han trabajado en los últimos años para descubrir los mecanismos "epigenéticos" (que no están determinados directamente por los genes) que determinan el desarrollo de los organismos. Estos mecanismos se desencadenan como respuesta a estímulos externos, es decir, al entorno químico y físico en el que se desarrolla el organismo. La genética puede explicarse como la información almacenada en el disco duro del ADN, y la epigenética como el sistema de lectura y de procesado de la información, los diferentes programas de software que usamos según qué circunstancias para encontrar una solución a un problema concreto.
Durante un embarazo, el entorno del feto cambia continuamente. En el caso de los humanos, el estado hormonal, la dieta de la madre, el estrés, e incluso la estructura y la dureza, el flujo de líquidos y las fuerzas físicas a las que esté sometido el feto pueden determinar la activación de los genes y su cooperación. El campo de la epigenética ha descubierto varios mecanismos moleculares que se activan con factores externos al feto, y es muy probable que el uso de técnicas de obtención y de análisis de datos aportadas por matemáticos y físicos dé con más procesos que relacionen el entorno del feto con su desarrollo.
Una de las conclusiones que muchas de estas investigaciones están arrojando es que características que los individuos desarrollan a través de mecanismos epigenéticos se pueden heredar, es decir, pasan a la siguiente generación. Los hijos nacidos de mujeres que víctimas de malnutrición durante el bloqueo de Rotterdam impuesto por el ejército alemán durante la segunda guerra mundial, indican que estos son más propensos a padecer enfermedades como la diabetes y la obesidad. Lo más sorprendente es que la tendencia a desarrollar estas enfermedades pasa a los hijos de los hijos e incluso a sus nietos.
Todo esto significa que el mismo óvulo fecundado e implantado en dos mujeres diferentes o incluso en la misma mujer en periodos diferentes de su vida resultará en un bebé distinto después de la gestación, un bebé que tendrá características que no se determinan exclusivamente por los genes de los padres que aportaron el ovulo fecundado y que incluso sus hijos heredarán.
Una niña o un niño nacidos de un vientre de alquiler tiene, pues, tres progenitores biológicos, la madre y el padre que aportaron respectivamente el óvulo y el espermatozoide, y la madre que pone el entorno epigenético del útero en el que el feto se desarrolla.