Una teoría rompedora rompe en pedazos la clásica idea del dominio de los humanos en la Tierra
La clave es nuestra apertura, la capacidad de imaginar y planificar un número casi infinito de posibilidades.
Al igual que otras especies, los seres humanos compartimos una cultura: un conjunto de conocimientos y comportamientos transmitidos de generación en generación. Sin embargo, lo que hace que nuestra cultura sea tan especial y parezca más poderosa y evolutiva no es solo la acumulación de conocimiento, sino algo mucho más profundo y revolucionario.
Thomas Morgan, antropólogo evolutivo de la Universidad Estatal de Arizona, propone una hipótesis innovadora: la apertura humana, es decir, nuestra capacidad única de imaginar un número infinito de combinaciones y posibilidades. Esta idea, publicada en la revista Nature, desafía las teorías clásicas sobre la cultura y ofrece una nueva perspectiva sobre lo que realmente nos hace humanos.
"Hace diez años se aceptaba básicamente que era la capacidad de la cultura humana para acumular y evolucionar lo que nos hacía especiales, pero nuevos descubrimientos sobre el comportamiento animal están desafiando estas ideas y obligándonos a repensar lo que hace que nuestras culturas, y a nosotros como especie, seamos únicos", explica.
La capacidad de crear submetas
Durante años, se ha creído que la capacidad de transmitir conocimientos era exclusiva de los humanos, pero investigaciones han demostrado recientemente que otras especies también comparten este rasgo. Por ejemplo:
- Chimpancés: Aprenden de sus mayores a usar herramientas para extraer termitas y transmiten estas técnicas a sus crías.
- Ballenas jorobadas: Sus canciones evolucionan y se vuelven más complejas a lo largo de generaciones, propagándose entre grupos como una especie de moda musical.
- Hormigas cortadoras de hojas: Estas insectos cultivan hongos en sus colonias para alimentarse. Este conocimiento ha sido transmitido de reina a reina durante millones de años, dando lugar a una coevolución entre hormigas y hongos.
Estos ejemplos muestran que la transmisión de conocimiento no es exclusiva del ser humano. Sin embargo, lo que nos distingue, según Morgan, es nuestra apertura, la capacidad de imaginar y planificar un número casi infinito de posibilidades.
"La cultura humana es singularmente abierta, no singularmente acumulativa", sugieren Morgan y el profesor de la Universidad de Stanford Marcus Feldman. "La forma en que los animales piensan sobre lo que están haciendo limita la forma en que sus culturas pueden evolucionar. Una de las razones podría ser que no pueden imaginar secuencias elaboradas con mucha facilidad, o que no pueden imaginar submetas", añade Morgan.
Los expertos explican su teoría con un ejemplo cotidiano como es la preparación del desayuno. Imaginemos a un padre que:
- Reúne los utensilios necesarios: tazas, ollas...
- Mide los ingredientes y los pone en las ollas.
- Cocina ajustando temperatura y tiempo según sea necesario.
- Modifica la receta para adaptarse a los gustos de sus hijos.
Cada uno de estos pasos representa un subobjetivo dentro de un proceso mayor. La flexibilidad para ajustar y mejorar estas secuencias ilustra la singularidad de nuestra capacidad de razonamiento.