Una inspectora de incendios alerta sobre lo que nunca deberías hacer al encender una chimenea
El hollín y la ceniza pueden suponer grandes riesgos
Con la llegada del frío, muchos hogares en Helsinki encienden sus chimeneas para calentarse. Sin embargo, el uso incorrecto de estos aparatos puede ser peligroso y derivar en accidentes. Debora Sihvola, inspectora de incendios de la ciudad de Helsinki, ha compartido en sus redes sociales recomendaciones clave para reducir riesgos al encender la chimenea y asegurar su uso seguro.
Para comenzar, Sihvola aconseja a todos los nuevos propietarios de chimeneas leer atentamente las instrucciones de uso. Si bien en el pasado la mayoría de las chimeneas eran construidas artesanalmente por albañiles, hoy en día existen modelos prefabricados y ligeros, cada uno con especificaciones de uso distintas. Incluso aquellos que llevan años utilizando la chimenea deberían revisar las instrucciones, pues en ellas se detalla información importante sobre medidas de seguridad que es fácil olvidar.
La limpieza regular de la chimenea es otro aspecto fundamental. En viviendas permanentes, debe realizarse anualmente, mientras que en las residencias de verano se recomienda limpiar cada tres años. Si una chimenea ha estado sin uso durante tres años o más, es necesario limpiarla antes de volver a utilizarla, ya que los residuos de combustión acumulados pueden desencadenar un incendio en el hollín y, en el peor de los casos, extenderse por toda la estructura de la vivienda. Sihvola recomienda llamar a los bomberos inmediatamente si las llamas son visibles en el exterior del conducto de humo.
El exceso de cenizas también puede resultar peligroso. Para un buen funcionamiento, es esencial que la chimenea esté libre de cenizas antes de cada uso, ya que un exceso bloquea la ventilación, lo que puede hacer que el humo se disperse dentro de la casa. Además, una gran cantidad de cenizas impide que la chimenea se enfríe de manera adecuada, aumentando el riesgo de sobrecalentamiento.
Otro riesgo común ocurre al cargar demasiado una chimenea fría y húmeda, como suele encontrarse al comienzo del otoño. En estos casos, Sihvola recomienda colocar una vela encendida dentro de la chimenea por un tiempo antes de añadir leña, con el fin de precalentar el conducto y evitar que el humo se desplace hacia el interior de la casa. También sugiere no cargar la chimenea con demasiada leña de una vez, ya que el aumento rápido de temperatura puede provocar fisuras en el conducto de humo, lo que representa un serio riesgo de incendio.
Cerrar el tiro de la chimenea antes de tiempo es otra práctica que debe evitarse. Este debe mantenerse abierto hasta que las brasas estén completamente apagadas, lo que incluye remover las brasas y asegurarse de que no queden llamas ni restos encendidos. De esta manera, se evita que gases peligrosos o brasas se dispersen por el ambiente.
El almacenamiento de las cenizas también requiere precaución. Deben guardarse en un recipiente metálico con tapa, que debe colocarse lejos de cualquier superficie inflamable, preferentemente en el exterior sobre una base que no pueda incendiarse. Sihvola advierte que las cenizas pueden mantener el calor durante días, y nunca deben desecharse al aire libre para evitar el riesgo de incendios forestales o en estructuras cercanas.
La inspectora de incendios enfatiza la importancia de mantener una distancia mínima de un metro entre la chimenea y cualquier objeto inflamable, como muebles o leña. Este espacio evita que el calor o las chispas provoquen incendios en objetos cercanos, un riesgo que muchas veces se subestima, especialmente en chimeneas cerradas o con puertas.
También es crucial tener un equipo de extinción de incendios a mano. Sihvola recomienda que siempre haya una manta apagafuegos y un extintor de fácil acceso cerca de la chimenea. Es importante verificar regularmente la funcionalidad del extintor, especialmente en climas fríos, donde estos dispositivos deben mantenerse en buen estado y revisarse anualmente.
Finalmente, Sihvola recuerda la importancia de verificar los detectores de humo. Según la normativa, debe instalarse un detector por cada 60 metros cuadrados de la vivienda, preferiblemente en cada dormitorio y en las salidas. Estos dispositivos deben probarse mensualmente para garantizar su funcionamiento y reemplazarse cada diez años, ya que la seguridad de la vivienda depende de su buen estado.
Estas precauciones ayudan a minimizar el riesgo de accidentes y garantizan un uso seguro de la chimenea, permitiendo a los hogares disfrutar del calor en los meses fríos sin preocupaciones.