Todo lo que creías saber sobre el mapamundi más popular es una mentira
No solo han servido para mostrar fronteras territoriales y características físicas, sino que también han reflejado divisiones administrativas y catastrales.
Desde las primeras civilizaciones, la humanidad ha buscado representar su entorno. Los mapamundis, o mapas del mundo, han sido una herramienta clave en este empeño. A lo largo de la historia, estos mapas han evolucionado significativamente, reflejando no solo nuestro creciente conocimiento geográfico, sino también la manera en que percibimos nuestro planeta.
Los babilonios, alrededor del año 2500 a.C., fueron pioneros en la cartografía, creando mapas en tablillas de barro que representaban los valles del río Éufrates. Con el tiempo, los mapas se expandieron para incluir territorios cada vez más amplios, hasta abarcar toda la superficie terrestre. La idea de un mundo esférico comenzó a tomar forma en la antigua Grecia, con filósofos como Tales de Mileto sugiriendo la redondez de la Tierra.
La cartografía dio un salto cualitativo con Anaximandro de Mileto, quien cartografió el mundo conocido, incluyendo ríos y mares. Su concepto de ecúmene describía un mundo habitado más extenso en el eje este-oeste que en el norte-sur, centrado en el Mediterráneo. Posteriormente, Piteas de Massalia realizó un periplo que amplió los límites del mundo conocido, llegando a lugares como Thule, identificado con Islandia o la península escandinava.
En la Edad Media europea, se produjeron diversos mapamundis, como el “discario” o el “Orbis Terrarum”, influenciados por la obra de Isidoro de Sevilla4. Estos mapas presentaban un mundo circular plano dividido por tres masas de agua, formando una “T”, con el Mediterráneo como eje vertical y diversos ríos y mares como eje horizontal.
La representación de la Tierra ha dependido siempre de la proyección cartográfica utilizada. La proyección de Mercator, diseñada para la navegación, refleja con exactitud los ángulos de los meridianos y paralelos, pero distorsiona el tamaño de las regiones, especialmente cerca de los polos. Esto ha llevado a críticas por su eurocentrismo y a la propuesta de alternativas como la proyección de Peters, que representa las superficies de manera proporcional, aunque deforma los perfiles de los países.
Otras proyecciones, como la de Robinson o la Dymaxion, buscan un equilibrio entre la representación fiel de formas y superficies y la distorsión de distancias. La proyección de Winkel tripel, adoptada por la National Geographic Society, es una de las más equilibradas en cuanto a error.
Los mapamundis no solo han servido para mostrar fronteras territoriales y características físicas, sino que también han reflejado divisiones administrativas y catastrales, como en el caso de los Incas y los Aztecas. Estos mapas han sido fundamentales en la administración y exploración de territorios, y continúan siendo una herramienta esencial en nuestra comprensión del mundo.
La historia de los mapamundis es, en esencia, la historia de nuestra relación con el espacio y la geografía. A través de ellos, hemos podido visualizar y comprender mejor el mundo en el que vivimos. A medida que avanzamos hacia el futuro, los mapamundis seguirán evolucionando, reflejando los cambios en nuestra percepción y conocimiento del planeta Tierra.