Siete días en el infierno tras la DANA: "Llegó una ola y sacó la puerta blindada del marco"
Javier, Pablo y Ximo narran desde Utiel, Paiporta y Algemesí cómo han sido sus días posteriores al paso de la terrible DANA del pasado martes.
La actividad en el Bar Ca' Ximo del polígono industrial de Algemesí (Valencia) se paralizó por completo el pasado 29 de octubre. La última semana de Ximo, el propietario del local, lejos de servir sus habituales raciones, tirar cañas o servir cafés a los trabajadores, ha consistido en sacar agua, limpiar barro y en empezar a cuantificar las incontables pérdidas que le ha provocado la DANA que ha causado ya al menos 217 muertos y ha dejado centenares de desaparecidos en la comunidad.
A poco más de 100 kilómetros de esta localidad valenciana se encuentra el municipio de Utiel. Javier Ballesteros, un joven de 26 años, captó a las 17:26 de la tarde de ese martes negro un vídeo que en redes sociales no dejó de compartirse. En él se puede ver a un bombero rescatando de una casa baja a una mujer y a su mascota con el agua casi al cuello.
Viendo todas esas imágenes y todo lo que estaba pasando, Pablo Miranzo decidió por la tarde del miércoles coger su todoterreno y desplazarse desde Elche hasta Paiporta, una de las localidades más afectadas. Desde entonces, ha pasado las noches en casa de un amigo, en su propio coche o hasta en uno de los pabellones habilitados para dar acogida a los voluntarios mientras que por el día ejercía su profesión de fotógrafo para documentar toda la magnitud de la catástrofe.
Los tres utilizan términos muy similares a la hora de describir cómo han sido sus últimos siete días. Infierno, desastre, devastador, pánico, tragedia o terror son palabras y expresiones que salen de sus bocas en las conversaciones que El HuffPost ha tenido con los protagonistas de estas historias.
Cuando Ximo pudo ir el pasado jueves a su bar tras más de un día sin poder salir de su casa se encontró con que su local había sido inundado con más de 70 centímetros de agua. "El nivel es más que suficiente para fastidiarlo todo, desde los motores de los electrodomésticos hasta el mobiliario o la comida. Un desastre", afirma el dueño, que cuenta a través de una inestable llamada telefónica que este lunes estaba terminando de tirar toda la comida y todo lo que había quedado inutilizado.
Él, por suerte, pudo salir el pasado martes del trabajo a las 18:00 horas y llegar a casa antes de que el nivel del agua creciera. "Vivo en una zona un poco más alta y no he tenido tantas pérdidas en casa, pero tengo compañeros que les pilló el agua en el polígono y se tuvieron que quedar y todos por ejemplo han perdido los coches", añade. Su cuñada, relata, también perdió sus dos vehículos.
Por su parte, Ballesteros se encontraba en casa en el momento más álgido de la riada. Este profesor de Primera que trabaja en una fábrica había llegado a casa a primera hora de la mañana cuando salió de trabajar sin todavía producirse las inundaciones. Eso hizo que pudiera ver desde la terraza de su casa cómo el nivel del agua iba creciendo hora tras hora.
"Yo me libré y toda mi familia estaba en casa, así que también, pero los compañeros que entraron en el turno de las 6 de la mañana tuvieron que quedarse un día entero en el trabajo para dormir con cajas de cartón y casi sin poder comunicarse", narra el joven, que no ha sufrido grandes daños materiales.
Su tía, en cambio, informa que seis días después seguía teniendo agua en su garaje y que había perdido todo lo que tenía ahí, igual que amigos suyos, que se han quedado sin nada. Pero, sin duda, Ballesteros celebra una decisión del alcalde, Ricardo Gabaldón, que es la de cerrar los institutos ese martes: "Tengo uno delante de mi casa y menos mal que no hubo clases. Ahora mismo está casi para tirar abajo porque en esa calle el agua casi cubría las señales de tráfico".
Miranzo desde que llegó a Paiporta y hasta ahora no ha parado de captar escenas que era impensable ver en España. Nada más bajarse del coche en esa primera noche fue testigo de tres saqueos, pero fue al día siguiente cuando fue consciente de verdad de las consecuencias de la DANA y de lo que había sido la noche del martes en miles de vecinos.
"Te ponen los pelos de punta. Por ejemplo, una chica de Aldaya me contó que vivía en un bajo y que le llamó la vecina para decirle que venía el agua, que se había desbordado en el pueblo de arriba. A los minutos llegó una ola y sacó su puerta blindada del marco a pesar de estar aguantándola con su marido. Les entró todo el agua, los golpeó y en minutos había 1,70 metros de nivel de agua en su casa. Entonces fue cuando pudieron subir a la planta de arriba, pero ya sin luz, sin comunicación y sin saber cómo estaban ni sus hijos ni sus padres. Así testimonio tras testimonio. Han sido situaciones de mucho estrés, todos dicen que es la peor noche de sus vidas y hay gente que lleva cinco días sin dormir o haciéndolo a base de medicación del estrés postraumático que tienen", asegura este fotoperiodista de 32 años nada más llegar al pabellón de Cantarroja, donde va a pasar la noche.
Una semana sin suministros y con mucha insalubridad
Desde que dejó de llover, la labor de vecinos, miembros de la Unidad Militar de Emergencia (UME), del ejército, bomberos, policías y de miles de voluntarios que se han desplazado a las zonas afectadas se ha centrado en tratar de restablecer los suministros de luz, gas o agua, así como despejar las calles de todos los vehículos y mobiliario tirado y limpiar las vías y las casas del barro que hay en ellas.
"Cuando pude llegar el jueves al polígono era todo un desastre con coches amontonados, calles por las que no podías entrar porque estaban llenas de coches atravesados, barro que te impedía caminar... un desastre. Era impensable ver imágenes así y está siendo muy duro", explica Ximo.
Su madre, que vive en el centro de Algemesí, sí que ha visto como su garaje se ha inundado completamente. "Fui el jueves y las imágenes en esa zona eran aterradoras", asegura, añadiendo que, por ejemplo, las comunicaciones en el pueblo hasta este domingo eran muy poco fluidas.
Ballesteros en su casa de Utiel tampoco tenía gas este lunes, mientras que el funcionamiento de agua, luz e internet era todavía intermitente. Él por ejemplo casi hasta el fin de semana no se pudo duchar después estar casi cuatro días conviviendo con barro y suciedad.
En Paiporta, como en otros tantos municipios, Miranzo ha vivido en primera persona cómo jóvenes más ágiles saltaban los primeros días barreras de coches para tratar de llevar medicación o una lata de comida a personas mayores que se habían quedado atrapadas en las barricadas que habían formado los vehículos y el mobiliario destrozado. "Las escenas han sido terroríficas", describe.
Además, todo sucede en medio de un olor que mezcla fallecidos humanos, animales muertos, productos químicos, agua estancada, fango, gasolina o gases de la maquinaria pesada que ha ido llegando. Ballesteros comenta que un amigo suyo ha estado con vómitos y malo por, con mucha probabilidad, algún tipo de contaminación. "Los primeros días se echaba la gente a la calle sin pensar en usar por ejemplo una mascarilla", apunta. Ahora, usar manga larga, pantalón largo, botas de agua, guantes y cubre bocas es indispensable a la hora de meterse en garaje y trabajar en la limpieza especialmente de locales y casas.
"Me he metido a fotografiar garajes y el otro día vi cómo sacaban un cuerpo en una bolsa de un parking lleno de agua y residuos que olían mal. Además, cuando sacan el agua con bombas desprende mucho monóxido de carbono", relata el fotógrafo ilicitano.
A él, que ha estado cubriendo en Ucrania la invasión rusa, le vienen recuerdos con lo que está viviendo: "Hay militares dirigiendo el tráfico para restablecer un poco el orden. Se nota que es una catástrofe en el sentido de que no hay leyes de tráfico, puedes aparcar donde quieras y hasta ir casi en dirección contraria. Estuve en Ucrania y me recuerda mucho. Una catástrofe es una catástrofe y un ejército es un ejército. Es lo que te imaginas de una zona de guerra con todo hecho un desastre, camiones militares circulando, agentes... No puedes pensar que esto sea España".
Solidaridad por los cuatro costados
Otro de los denominadores comunes de estos últimos siete días en los pueblos afectados de Valencia es la solidaridad que se ha visto en cada esquina. Las imágenes de voluntarios de toda España quitando barro de casas ajenas con sus escobas, de camiones y furgonetas llegando repletas de comida, agua o botas o de personas creando páginas para geolocalizar a gente, portales donde donar económicamente son constantes.
"Hay indignación por falta de actuación de las autoridades, pero también mucha emoción por la solidaridad de la gente. Emociona ver que vienen desconocidos de toda España para ayudar a limpiar tu casa", asegura el fotógrafo.
Él actúa de enlace a veces entre el pabellón en el que se hospeda y gente a la que les faltan botas para ir por la calle: "Es el material más solicitado. El fango no se mete tanto como si fuera agua, pero es verdad que tras varios días acabas con los pies dañados. Yo fui con lo puesto y al tercer día ya tuve que usar botas".
Ballesteros, a la hora de hablar de solidaridad, no duda en mencionar el caso de la mujer que rescató un bombero y que filmó. Ella había perdido todo. Su casa era baja y quedó completamente anegada de agua. Sin embargo, según relata, al día siguiente ya estaba sacando agua de otras casas y, cuando le preguntaban, decía que era lo que tenía que hacer.
"Además, en el centro social no aceptan más cosas porque están bien. Yo he abierto una página para intentar recaudar dinero de ayuda para destinarlo a las familias y llevamos más de 2.000 euros. Todo lo que sea ayudar a la gente no sobra", destaca.
Ximo, cuando llegó al bar y vio que no podía mantener la comida, cogió todo lo que se podía utilizar y se puso a hacer bocadillos para repartir a los desplazados que habían viajado a Algemesí a trabajar. "Hay muchísima gente desplazada con palas, escobas, agua para limpiar. Se ha volcado muchísimo la población. Gente que entraba a mi bar y luego se iban a otro", asegura, contando que aún no se ha puesto en contacto con la aseguradora pero que hasta pronto diciembre no cree que pueda reabrir. "Piensa que las empresas que nos suministran productos también se han visto afectadas y han perdido su material", especifica.
A Miranzo un joven le dio directamente las llaves de su casa para que pasara una noche ahí en vez de en el pabellón de Catarroja porque se iba a Valencia. .
Todos agradecen la respuesta social de la población, pero piden a los gobiernos una mayor colaboración, ayudas y una reacción mucho más firme para volver a una normalidad dentro de unas vidas que ya no van a ser las mismas desde el pasado 29 octubre.