Ramón Larramendi, el explorador español que desafió al frío polar y revolucionó las expediciones

Ramón Larramendi, el explorador español que desafió al frío polar y revolucionó las expediciones 

Este madrileño lleva más de 33.000 kilómetros a sus espaldas en las regiones más frías y se ha convertido en uno de los mayores conocedores mundiales de los polos. 

El explorador Ramón Larramendi.Imagen cedida por Ramón Larramendi

La vida de Ramón Larramendi perfectamente podría ser la historia de una película de ficción nominada a varios premios Oscar, como por ejemplo el de mejor guion. Este aventurero y explorador polar de 58 años es uno de los mayores conocedores de las zonas más frías del planeta y la Expedición Circumpolar que ideó y realizó por el Ártico durante tres años ha marcado un antes y un después en los avances y en el conocimiento de estas regiones.

Larramendi nació en Madrid, dentro del mundo más urbano posible, como él mismo subraya, pero desde pequeño tuvo curiosidad por este mundo y por la naturaleza. Sin influencias externas que le transmitieran esta pasión, la fue despertando de forma autónoma con libros y revistas que conseguía. Con 16 años, mientras los adolescentes tienen otro tipo de preocupaciones, él sabía que quería conocer las zonas más frías de la Tierra, algo que empezó a hacer tres años más tarde con un viaje a Islandia.

Desde entonces y hasta ahora, ha recorrido prácticamente cada kilómetro de los polos, ha aprendido a desenvolverse con fluidez en el idioma inuit, ha aguantado una temperatura de 51 grados bajo cero, ha liderado expediciones y, además, es el creador del conocido como trineo de viento, el primer vehículo polar movido por energías renovables que existe en el mundo.

“Si me remonto a mi adolescencia y me pongo a pensar en lo que he conseguido a día lo vería como una cosa muy, muy lejana. Esto en aquella época era un sueño. Yo realmente solo tenía la pasión por hacer cosas de naturaleza, explorar y conocer más el mundo”, afirma el aventurero, que sí que reconoce que sí que se le han ido dando las condiciones y las circunstancias para que al final haya podido hacer todo lo que he hecho.

A pesar de lo que es hoy en día dentro del mundo de la investigación polar, Larramendi ha estado a punto de perder la vida en varias ocasiones. “Es el riesgo que hay en estos viajes, pero siempre ha acabado saliendo bien. Piensa que las expediciones las empezamos a hacer sin GPS ni sistemas de comunicación y se está todo el tiempo viajando por sitios peligrosos en los que no tienes referencias ni información y en los que hay que tomar decisiones”, relata.

El trineo de viento, en uno de los polos del planeta.Imagen cedida por Ramón Larramendi

Larramendi ejemplifica con que durante la expedición Circumpolar, que hizo entre 1990 y 1993, llegaron a perderse, se quedaron sin comida y combustible y a los 10 días de empezar pasaron dos noches a la intemperie tras caerse al agua. Gracias a unas huellas marcadas consiguieron encontrar el camino a un pueblo antes de haber pasado la tercera noche al raso, que podría haber sido letal.

Los Pirineos, el origen de todo

Para llegar a conseguir grandes conquistas, primero hay que hacer otras más pequeñas que sienten las bases y den un conocimiento, aunque sea básico, para poder acometer esos retos. Con esta lección bien aprendida, Larramendi se hizo la travesía Transpirenaica en invierno y con esquís en 1985. “No es una cosa menor, fue ya una aventura considerable y relevante para España”, afirma el explorador.

Ese mismo año y gracias a la ayuda del padre de un amigo que trabajaba en el puerto de Reikiavik se lanzó junto a unos amigos a cruzar Islandia en esquís. “Esta sí fue un poco el primer contacto con las zonas frías. Fue mi primera pierna metida”, recuerda Larramendi, que se considera un afortunado por el hecho de que tras casi 40 años viviendo en estos mundos fríos no ha perdido ninguna parte del cuerpo por congelación.

A su vuelta de Islandia, Antena 3 Radio lanzó un concurso en el que financiaba una aventura entre todas las que se presentaran: “Mandamos dos hojas de folio escritas a máquina y lo ganamos. Fue el espaldarazo para hacer en 1986 la expedición de Groenlandia, que fueron ya palabras mayores. Teníamos 20 años los cuatro, no conocíamos a nadie que hubiera hecho algo parecido y fuimos la primera expedición española en cruzar el casquete polar de Groenlandia con esquís”.

“Fue algo pionero. Lo conseguimos en casi dos meses. Fue una aventura gorda, lo hicimos con sextante y sin comunicación, las pasamos canutas, cometimos errores, pero conseguimos completarlo”, detalla, añadiendo que ahí conocieron a un danés que le invitó el verano siguiente a su casa. Larramendi, que en esa época abandonó su carrera de geológicas, fue junto a un amigo para empezar a descubrir el mundo inuit o el funcionamiento de los trineos de perros.

El reto mayúsculo de recorrer el Ártico

En 1990 y tras tres años de preparación y diseño de la expedición, Ramón Larramendi se adentró de lleno en la Expedición Circumpolar, que finalizó en 1993. Esta no fue otra cosa que recorrer el Ártico, desde el sur de Groenlandia hasta Alaska. Nada más y nada menos que 14.000 kilómetros hechos con trineo de perros y kayak, los medios de transporte propios de la cultura inuit.

A día de hoy ningún otro ser humano ha realizado esta travesía. De hecho, la hazaña fue de tal magnitud que fue portada de la edición internacional del National Geographic convirtiéndose así en el primer español en publicar en dichas páginas.

“Aprendí la lengua inuit, el funcionamiento del trineo de perros, a cazar, a manejarte de verdad en el hielo… Fueron tres años viviendo y aprendiendo de la gente, una inmersión profunda. Es como si fueran ocho años en la mejor universidad del mundo sobre el mundo polar”, sentencia.

De hecho, es rotundo con la importancia de saber manejarse en ese contexto, remarcando que en aquellos años no existían los GPS ni se podía enviar un mensaje de ayuda con un teléfono: “Tienes que aprender todo porque hay que tener en cuenta que estás en unas condiciones tan extremas que cualquier error es la muerte. Es así, sin aditivos. Aprender a sobrevivir es un desafío inconcebible, pero en parte esa también era la gracia”.

Ramón Larramendi, conduciendo el trineo de viento.Imagen cedida por Ramón Larramendi

Todo ese conocimiento le sirvió para desarrollar a posterior el trineo de viento, que mezcla la tecnología con la concepción inuit y que se mueve gracias a la energía eólica. “Es una plataforma que se usa para la investigación y es un vehículo cero emisiones. No hay nada ni remotamente parecido en el mundo ni con las mismas prestaciones”, sentencia orgulloso, informando de que ya ha recorrido más de 18.000 kilómetros con tres viajes a la Antártida.

Además, aclara que aunque se mejora a nivel tecnológico, no se puede olvidar la simplicidad. “Vivimos en la era de la seducción tecnológica, pero hay cosas que no se pueden implementar. En las regiones polares es muy importante la simplicidad y la tecnología es compleja y puede fallar. Tú tienes que resolver tus problemas por ti mismo, estás solo y no tienes un técnico cerca. Ahí un fallo es letal, así que no puedes avanzar mucho, es importante el concepto”, explica.

Cuenta que sí que hay elementos en los que se usa la tecnología, como a nivel de comunicación o navegación, pero en lo básico como el desplazamiento, la sencillez es lo más importante. 

Testigo directo del cambio climático

Casi cuatro décadas recorriendo las zonas más frías del planeta sirve también para ser testigo de uno de los mayores problemas que tiene la sociedad actual y cuyo avance parece imparable: el cambio climático.

Si en los países europeos los efectos de este calentamiento global son más que patentes, en los polos y en las cordilleras y en las montañas más altas, las manifestaciones son mucho mayores. Donde tenía que haber nieve, ya no la hay. Donde había un glaciar extenso, ahora casi solo queda la sombra de lo que un día fue.

“Ha habido muchos cambios desde que fui en el año 86. Se ve en los retrocesos de los glaciares, que son enormes o en la fecha del deshielo, que se ha adelantado. El hielo marino es menor, he estado en zonas de hielo con los perros que ahora ya no se congelan. El permafrost se va descongelando y afecta a las casas de ahí, a los hábitos de los cazadores, de los animales… Se observan en muchos sentidos”, se resigna.

A pesar del avance y de los efectos, Larramendi ve con mucha “complejidad” que pueda cambiar: “No sé si hay opción de volver. Vivimos del petróleo, es la realidad. No me gusta acusar a otro, el mundo actual está basado en el petróleo y es así, es un desafío de desmontarlo es tan abrumador que como individuo se me escapa, es gigantesco y me sobrepasa”.

Sin embargo, sí que deja claro que si el ser humano no es capaz de desligarse del petróleo, será el petróleo el que lo haga del ser humano cuando se agote. “O nosotros lo abandónanos o más pronto o más tarde nos abandonará. Esto va a pasar o por las buenas o por las malas. Es el desafío de nuestro tiempo y hay que abordarlo”, finaliza.

Mientras tanto, Larramendi seguirá sumando kilómetros a los más de 33.000 que ya ha recorrido por los polos, investigando y divulgando información para que estos desconocidos lugares cada vez lo sean menos. 

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Alfredo Pascual es redactor de Virales en El HuffPost en Madrid. Escribe sobre noticias de televisión, política, redes sociales, deporte, etc. Estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y un máster en Periodismo de investigación, datos y visualización en la UNIR. Antes de entrar en El HuffPost estuvo en la Cadena Ser y en el Heraldo de Aragón. Puedes contactar con él en alfredo.pascual@huffpost.es