“Cuando algunas personas se miran al espejo ven la herencia de la desigualdad muy palpable”
Entrevista al genetista Carles Lalueza-Fox: "Somos los descendientes de la gente que practicó la desigualdad".
“Lo desconocido es infinito, se reformula”, dice Carles Lalueza-Fox (Barcelona, 1965). En paleogenética, como en cualquier otra rama científica, cada vez que surgen nuevas respuestas, nacen también más preguntas. Más o menos a esto ha dedicado y dedica su vida Lalueza-Fox, hoy director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona y uno de los mayores especialistas en paleogenética, que consiste en la recuperación y el análisis de genomas antiguos.
A él la “revolución” en los estudios de genética de los últimos años le pilló trabajando. Lalueza-Fox formó parte del proyecto Genoma Neandertal y dirigió la primera recuperación de ADN de un Neandertal ibérico procedente de la cueva de El Sidrón, en Asturias. Gracias a los últimos avances en genética –que permiten “sacar de un mínimo extracto de hueso billones y billones de secuencias de ADN”– tenemos “una visión del pasado mucho más precisa”, celebra el genetista.
Lo más evidente que se podía hacer con este nuevo torrente de información –sostiene Lalueza-Fox– era “intentar reconstruir los cambios de ancestralidad, es decir, las posibles repercusiones genéticas de las migraciones en la prehistoria”. Lo menos evidente, lo más sutil, era indagar en los aspectos sociales que iba sugiriendo esa información genética, y que siempre cuenta “historias de desigualdad en el pasado”. En esta segunda tarea se embarca Lalueza-Fox en su libro Desigualdad. Una historia genética (Crítica), en el que argumenta, entre otras cosas, por qué es más probable que descendamos de reyes que de campesinos.
¿Cuándo y cómo se creó la desigualdad en la historia?
A medida que retrocedemos más en el tiempo, el registro fósil es más escaso y es difícil generalizar. En el libro hago un salto conceptual con la evidencia de agresividad y de violencia interpersonal para demostrar que, a pesar de la imagen idílica neo rousseauniana que existe sobre el modo de vida de los cazadores-recolectores, existen en el registro arqueológico evidencias de muertes y de gran violencia.
No obstante, parece que por la estructura de la sociedad existen al menos dos grandes puntos de inflexión de la desigualdad: la llegada de la agricultura hace 10.000 años, con la cual las poblaciones se vuelven sedentarias y aumenta la población, pero también existe la posibilidad de tener un excedente de comida que puedes acumular, vigilar y controlar, y aquí hay un primer surgimiento de desigualdad. Entonces aparecen murallas, sistemas defensivos, y eso significa algo.
En segundo lugar, la Edad de los Metales, especialmente en la Edad del Bronce, es donde genéticamente vemos, a nivel arqueológico, una evidencia cada vez más grande de desigualdad y surgimiento de élites organizadas que transmiten la riqueza de forma hereditaria.
Por otro lado, ya en la actualidad, los economistas sostienen que estamos en el momento máximo de desigualdad de la historia de la humanidad.
En el libro cita la hipótesis de que “la desigualdad es el peaje que hay que pagar por el progreso”. ¿Usted comparte esta idea?
Es posible. La desigualdad crea un exceso de recursos que pueden destinarse a cosas que entendemos como progreso –el arte, la cultura, los avances tecnológicos–, pero eso no significa que no pueda haber progresos sin desigualdad. Pienso que eso no invalida la idea de que el progreso puede existir en ausencia de desigualdad.
En Desigualdad habla de las castas de la India, y menciona por otro lado las que se crearon a raíz del colonialismo español. Hay quien sostiene que en Latinoamérica se sigue manteniendo esta división, esta especie de castas.
Sí, sí, seguro. Si vas por países de Latinoamérica, observas una correlación muy clara entre clase dominante y pigmentación, por ejemplo, incluso en países que parecen ser igualitarios, como Cuba. Todas las autoridades cubanas tienen la pigmentación clara.
Esas castas, tal como estaban explicadas en aquel esquema complicadísimo, sí dejaron de utilizarse, porque era imposible de entender. Pero los mecanismos subyacentes de discriminación social siguen persistiendo. En una época en que no se podían hacer análisis genéticos, una forma de discriminar fácilmente era la pigmentación, el color de la piel.
Y esto tiene que ver con los estudios que apuntan a que se necesitan 400 años para que los apellidos de las élites pasen a los ‘plebeyos’.
Hay varios estudios sorprendentes, hechos en países que nosotros tenemos por paradigma de la meritocracia, como Suecia, pero también en Dinamarca, en Reino Unido, que miran al cabo de centenares de años los apellidos de la nobleza, que ya no existe como tal, y miran lo que cobran estas personas de promedio con respecto al resto de la población. Curiosamente, siguen cobrando más.
Eso significa que en Occidente siguen operando mecanismos de conexión social, de intereses económicos, que son más sutiles que los de las castas, pero que son parecidos en el fondo. No los percibimos, nos pensamos que estamos en una meritocracia absoluta, pero en realidad hay toda una serie de mecanismos sutiles para mantener desigualdades.
Comenta en el libro que la peste negra propició la creación de la clase media y rebajó la desigualdad. ¿Por qué no ha ocurrido lo mismo con la pandemia de covid?
Son situaciones distintas. La peste negra, debido al desconocimiento en aquel momento de lo que se trataba, actuó de forma bastante indiscriminada, y causó una mortalidad en todos los niveles de la población. Ahora que sabemos cómo funciona una pandemia, los mecanismos para sobrevivir son distintos: te vas a tu residencia de campo, por ejemplo, mientras que las clases bajas siguen en contacto con otras personas. Repartidores de paquetes o cajeras de supermercado han estado expuestos a una mayor tasa de mortalidad.
En el pasado, uno de los pocos mecanismos que se ha observado de disminución de la desigualdad son eventos catastróficos, o grandes revoluciones, guerras, caídas de imperios o pandemias indiscriminadas. Asociada a la Segunda Guerra Mundial hubo una disminución de la desigualdad, pero en este caso porque los Gobiernos en Estados Unidos tuvieron que subir muchísimo los impuestos a las grandes fortunas, por encima del 90%. Se necesitaba dinero.
¿Hasta qué punto la desigualdad ha moldeado los genomas?
Hay varias formas de verlo. Una es que desde un punto de vista probabilístico tenemos evidencias en el registro arqueológico de hombres poderosos que han tenido centenares de hijos o acceso a mujeres con posibilidades de tener descendencia que sobreviva durante muchas generaciones, porque la riqueza es hereditaria; eso significa que nosotros en buena lógica somos prioritariamente los descendientes de la gente que practicó la desigualdad en el pasado.
Después, si miramos algunos marcadores genéticos como el cromosoma Y, que se hereda de padres a hijos, ahí vemos en algunos casos patrones extraordinarios debidos a este mismo fenómeno, hasta el punto de que podemos decir que, como marcador genético, el cromosoma Y es el más afectado por la desigualdad.
Está el caso de Gengis Kan, que tuvo centenares de concubinas, y que además sus hijos fueron kanes, sus nietos fueron kanes, algunos bisnietos fueron kanes. Todos tuvieron centenares de concubinas y centenares de hijos. Sólo con el cromosoma Y, se calcula que tiene 16 millones de descendientes.
Uno tiende a pensar que sus antepasados fueron ‘los buenos’.
En Estados Unidos, cuando la comunidad afroamericana se hace estos tests de genética está descubriendo con sorpresa que, en promedio, una cuarta parte de su genoma es de origen europeo de hace pocas generaciones, de la época del esclavismo y, con mucha frecuencia, su cromosoma Y es europeo. Esto proviene de antepasados suyos que eran propietarios de una plantación de esclavos y que violaban a las mujeres.
Es una herencia complicada de gestionar. Ya no estamos hablando de cosas que ocurrieron hace miles de años, sino de acontecimientos que a lo mejor sucedieron hace cinco generaciones.
Entiendo que esta herencia genética provoca contradicciones a uno mismo.
Claro. Forma parte de tu acervo genético; algunos aspectos de tu personalidad, incluso de tus rasgos físicos, seguramente se los debes a estos antepasados. Cuando te miras al espejo ves la herencia de la desigualdad muy palpable.
En el libro se cita que Estados Unidos y China son las sociedades más desiguales en la actualidad, según el coeficiente de Gini. ¿Qué implicaciones tiene esto para una sociedad?
El coeficiente de Gini va de cero a cien: cien es que una sola persona tiene todos los recursos, y cero es que todas las personas tienen lo mismo. En las sociedades occidentales está cerca de 80 y pico. Esta desigualdad es creciente, desde la Segunda Guerra Mundial está creciendo de forma imparable. E implica varios problemas a la vista: en el pasado, cuando ha habido picos de desigualdad, esto ha conducido a desarreglos sociales. Si esto sigue así, lo lógico es pensar que nos llevará a problemas graves estructurales.