La gran eminencia española en garrapatas revela el lado siniestro y oculto de esta plaga
Protegerse de las garrapatas es esencial cuando, por ejemplo, se va al campo.
En la sombra de los bosques y los campos, acecha un pequeño pero peligroso enemigo: la garrapata. Estos diminutos arácnidos no solo se alimentan de la sangre de sus víctimas, sino que también actúan como transmisores de muchas enfermedades. "Son el vector más importante de enfermedades en animales y el segundo en seres humanos, después de los mosquitos", asegura a Público el biólogo José de la Fuente, investigador del CSIC y uno de los mayores expertos en garrapatas del mundo.
En los últimos años, la población global de garrapatas ha experimentado un preocupante aumento y como consecuencia, en Europa se han detectado enfermedades derivadas de sus picaduras, como la rickettsiosis y la anaplasmosis, infecciones bacterianas que pueden causar fiebre, dolores y erupciones cutáneas, así como otra afección, más grave y peligrosa, como es la encefalitis, una patología que afecta al sistema nervioso central.
"Algunos patógenos se transmiten en minutos después de la infestación, mientras que otros pueden requerir horas o días", señala De la Fuente, quien también es profesor adjunto de Patobiología Veterinaria en la Universidad Estatal de Oklahoma. En España, por ejemplo, a la especie Ixodes se le conoce por transmitir la enfermedad de Lyme, que puede no presentar síntomas inicialmente, pero que en casos crónicos provoca rigidez, dolores y entumecimiento muscular. Esta enfermedad es endémica en la cornisa cantábrica y Galicia, según un informe del Instituto de Salud Carlos III. Además, está la fiebre hemorrágica Crimea-Congo, una zoonosis que ha hospitalizado a 14 personas en España desde 2015, con cinco muertes. En 13 de ellos, la transmisión de la enfermedad vino dada por la picadura de una garrapata.
Pero las garrapatas no solo transmiten enfermedades. También pueden desencadenar reacciones alérgicas, como el síndrome de Alfa Gal, una alergia a la carne roja que ha registrado un incremento tanto en España como en otros países. "Las garrapatas no solo transmiten patógenos, sino que pueden desarrollar reacciones alérgicas a las picaduras y al consumo de ciertos productos animales", observa De la Fuente.
Vacunas para mantenerlas a raya
Hasta ahora, los acaricidas químicos han sido la principal herramienta para controlar las garrapatas, pero su uso indebido ha hecho que estos parásitos sean más resistentes a estos productos. "Las vacunas son la estrategia más eficaz, segura y sostenible para reducir las poblaciones de garrapatas", afirma De la Fuente, que cita un estudio sobre esta cuestión, publicado en abril en la revista Parasitology. Estas vacunas están diseñadas para los animales hospedadores, cruciales en el ciclo de vida de las garrapatas, hasta ahora solo se han registrado y comercializado para bovinos, De la Fuente y su equipo trabajan en el desarrollo de nuevas vacunas, especialmente para países vulnerables.
Sorprendentemente, las garrapatas también aportan algunos beneficios. Un estudio reciente, publicado en el Journal of Arthropod-Borne Diseases, ha descubierto que ciertos compuestos en su saliva tienen propiedades anticancerígenas, demostradas en cultivos de células tumorales de cáncer de colon humano. "Debemos seguir avanzando en el control de estos parásitos, mientras aprendemos de ellos para mejorar la vida en el planeta", concluye De la Fuente.
Protegerse de las garrapatas cuando, por ejemplo, se va al campo es esencial: usar botas en lugar de sandalias y ropa de manga larga. También es importante revisar el cuerpo al final del día y, si se encuentra alguna adherida, retirarla con pinzas, desinfectando la zona después "Pueden picar sin que te des cuenta, pues su saliva contiene sustancias que reducen la capacidad de reconocimiento por parte del huésped", explica De la Fuente.