Kurt Fridez, el suizo que ha 'resucitado' Pano, un pueblo abandonado del Pirineo aragonés

Kurt Fridez, el suizo que ha 'resucitado' Pano, un pueblo abandonado del Pirineo aragonés

Llegó en 1989 y desde entonces vive en un proyecto de reconstrucción de la localidad. Ahora, junto a sus hijos, ha montado un restaurante y tiene más vida que nunca.  

Kurt, delante de su primera casa adquirida en Pano.Alfredo Pascual

"Esto es como estar en el paraíso". Esa es la frase que repite una y otra vez Kurt Fridez, un suizo de 83 años que llegó de casualidad hace 35 años a Pano, mientras recorre las calles de este antiguo pueblo deshabitado del Pirineo aragonés, perteneciente al municipio oscense de Graus, en el que ahora únicamente vive él con tres de sus cuatro hijos. De fondo, y como banda sonora de su vida, suenan los acordes de Johann Sebastian Bach.

Fridez, amante de la música clásica y de las aventuras, aterrizó en Girona en mayo de 1989 junto a su exmujer Sylvia con el objetivo de recorrer en bicicleta todo el Pirineo buscando un lugar en el que quedarse. Sin saber entonces cuál iba a ser su destino, ese viaje iba a marcar su vida y a devolver el pulso vital a una localidad que llevaba casi dos décadas deshabitada.

Tanto Kurt como Sylvia fueron avanzando valles por toda la zona de Cataluña hasta que llegaron a la zona del ilerdense Parque Natural de Aiguestortes. Ahí, tras tres días en los que casi no vieron el sol y que estuvieron marcados por las lluvias propias de la primavera, decidieron bajar la altitud y recorrer los 80 kilómetros que les separaban de Graus. 

El clima en este municipio ribagorzano era diferente y el calor volvió a hacer acto de presencia. En busca de un punto intermedio decidieron aventurarse por una carretera provincial, estrecha, hasta llegar a Panillo, donde cinco años antes se había empezado a construir el templo budista Dag Shang Kagyu. Kurt y Sylvia preguntaron a un vecino que qué había más adelante y les dijeron que Pano, pero que no quedaban ni perros. 

Hicieron oídos sordos y siguieron pedaleando los menos de 10 kilómetros de esa carretera hasta el desvío de Pano. Desde ese punto ambos se quedaron boquiabiertos al ver las verdes vistas que tenían delante. Un pensamiento común les invadió el alma: "Esto es el paraíso". "Mientras mirábamos el paisaje lleno de árboles, con el pantano al fondo y la belleza que era todo, Silvya dijo 'esto tiene que ser mío'. Y así empezamos", recuerda Fridez. 

Pano, desde donde Kurt y Sylvia se quedaron boquiabiertos en mayo del 1989.Alfredo Pascual

Durante tres años estuvieron viviendo entre Ginebra, donde Kurt tenía una empresa familiar de fontanería que vendió y unos alquileres de piso que mantiene, y Pano. En su nuevo hogar, mientras tanto, trabajaban en adquirir las primeras propiedades de las doce casas que había en el núcleo y en habilitar los accesos al pueblo, ya que la vegetación y el paso del tiempo los había devorado.

"A pesar de que no fueran las mejores condiciones, en 1993 me empadroné definitivamente en Pano y adquirí por ejemplo la escuela, que era del ayuntamiento y que la vendían al que mejor oferta presentara. Fui el único en hacer una, pero como me la tenía que llevar puse más valor del que podían imaginar", explica. También ha adquirido cuatro casas y ha comprado al Obispado de Barbastro la iglesia de San Miguel, que está al lado de su nueva casa y que está en proceso de reconstrucción y reforma.

Fridez detalla que quiere hacer una iglesia que respete a todas las religiones y en la que también se harán conciertos y ceremonias. "Quiero poner un piano de cola, otro que tengo en Suiza y me lo tengo que traer, un órgano electrónico, un coro y también un címbalo para que suene la música de Bach. También hemos recuperado una pila bautismal. Para que te hagas una idea, si no hubiéramos comprado esta iglesia ahora mismo no existiría porque estaba a punto de hundirse", describe este autodefinido como ingeniero y arquitecto, que fecha en el próximo mes de junio el final de estas obras. 

A un lado de la iglesia se encuentra su majestuosa nueva casa, la tercera que ha tenido en el pueblo tras la escuela y una segunda más pequeña. Esta, completamente nueva y con espectaculares vistas al pantano de El Grado, es la metáfora perfecta de la vida de Pano y de cómo un pueblo abandonado va camino de su máximo esplendor. 

En el otro extremo de la iglesia, Kurt ya anticipa que va a transformar una casona abandonada y en ruinas en un espacio de apartamentos con un amplio salón para hacer ceremonias y banquetes. "Tiene que ir todo de la mano y ser algo completo", apunta.

Además, tanto él como su familia siguen peleando por obtener el resto de propiedades para ir completando el círculo y evitar problemas a futuros. "Hay algunas casas que están caídas y llenas de vegetación y eso es un peligro si hay incendios", sentencia Fridez, que ha vivido en sus propias carnes cómo la burocracia se ha vuelto más complicada para desarrollar cualquier idea. 

Kurt Fridez, con las vistas de su nueva casa desde su habitación.Alfredo Pascual

Un proyecto turístico sostenible 

Kurt, aunque se separara de su mujer Sylvia, no está solo en este proyecto. A él se han sumado sus cuatro hijos, Simón, David, Luca (es el único que no vive en Pano actualmente) y Michael. Todos ellos, aunque han crecido en el vecino pueblo de Lascuarre con su madre, fueron regresando a Pano para seguir el proyecto vital de su padre. 

De hecho, ahora mismo es Simón, ayudado por Michael, el que ha dado un paso más y ha convertido a Pano en un destino frecuentado por turistas. En 2019, cuatro años después de comenzar con la idea, este graduado en Turismo y con estudios en hostelería, abrió el restaurante brasería de L'Alcina ayudado por sus hermanos. 

"Hubo dudas al principio, mis padres habían tenido una especie de albergue antes donde daban comidas, pero nada muy serio, nosotros sí que queríamos darle ese enfoque", comenta este joven de 29 años, que es el responsable de la cocina y del restaurante. Michael también está trabajando en el local, mientras que David es el que se encarga de las obras y los proyectos.

"En el 2019 teníamos un permiso provisional para funcionar con los alojamientos, pero en la pandemia hicimos otra reforma y de momento se ha quedado parado, aunque el plan es poco a poco ir abriéndolos. Hicimos un salón en una bodega para poner futbolines y una zona recreativa, hay una vía ferrata sencilla para subir a la peña, cuatro pasos de escalada y más cosas que vamos a ir construyendo", asegura Simón, que no duda en mostrar su satisfacción con el funcionamiento de un restaurante que está casi siempre lleno.

Asimismo y con la vista puesta en el futuro, han instalado en una ladera 34 placas eléctricas y quieren aumentar todavía más ese número. "La idea es que hasta puedan cargar los coches eléctricos mientras están comiendo", comenta Kurt. 

Simón, a pesar de vivir en un núcleo donde solo están censado ellos, apunta que "la tranquilidad y la paz" son las dos principales razones por las que le gusta estar en Pano.

"No lo cambiaría por ningún otro sitio de España, la tranquilidad que tienes aquí es única. Para ir a cualquier cosa te coges el coche y con eso es más que suficiente. Graus está al lado, Barbastro a 30 minutos y Huesca la tengo a poco más de una hora... en Madrid hay gente que hace estos trayectos para ir a trabajar". 

Tampoco sufre por no tener una conexión a internet estable. "Te acostumbras", insiste Simón en decir, que añade que con sus amigos no tiene problemas a la hora de verlos o de que vayan a visitarle. 

Hasta el momento y a sus 83 años, Kurt no sabe hasta qué punto verá terminado todo lo que dibuja en su cabeza y fantasea en su imaginación, pero lo que sí que está claro es que ha dejado su huella en un pueblo que estaba muerto y que ahora tiene más ganas de vivir que nunca. 

  La iglesia de San Miguel que está terminando de reconstruir por dentro tras hacerlo por fuera.Alfredo Pascual
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Alfredo Pascual es redactor de Virales en El HuffPost en Madrid. Escribe sobre noticias de televisión, política, redes sociales, deporte, etc. Estudió periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y un máster en Periodismo de investigación, datos y visualización en la UNIR. Antes de entrar en El HuffPost estuvo en la Cadena Ser y en el Heraldo de Aragón. Puedes contactar con él en alfredo.pascual@huffpost.es