Estos objetos eran los Premios Oscars del Antiguo Imperio Romano
En la Antigua Roma no se daban estatuillas porque no existía el cine, pero, ¿adivinas cuál podría ser el objeto equivalente?
Nos encontramos a las puertas de la Gala de los Premios Oscar 2024. En la madrugada del domingo 10 de marzo al lunes 11 de marzo, los amantes del cine tienen una cita para contemplar a todas sus estrellas preferidas en la Alfombra Roja y, luego, ver quiénes reciben esas preciadas estatuillas doradas. Pero no estamos aquí para hacer quinielas, sino para dar un poco de entretenimiento mientras aguardas a la gran noche.
Como nos gusta la historia del Antiguo Imperio Romano, nos hemos rebanado los sesos buscando el equivalente romano a las estatuillas de los Oscar. ¿Existían en su época algunos objetos que, con solo verlos, cualquier ciudadano supiera que tenía delante a alguien muy laureado e importante? ¡Sí! Los hemos encontrado. Aunque, evidentemente, no eran "estatuillas" que se daban actores, sino a grandes soldados. Exacto: los Oscar del Antiguo Imperio Romano eran las condecoraciones militares. Te hablamos de ellas.
El poder de las condecoraciones
Desde los primeros días de la República Romana, los soldados de las legiones fueron honrados con distintivos y condecoraciones. Estas insignias, conocidas como "dona" en latín, solían ser otorgadas por el general en jefe a los legionarios en un podio frente a todo el ejército, recibiendo así el reconocimiento y respeto de sus compañeros y sirviendo como modelos a seguir.
Estas distinciones solían ser elaboradas en metales preciosos como oro y plata, aunque en tiempos de escasez económica también se conocen ejemplos de hierro y bronce. El aspecto de estas condecoraciones siempre estaba sujeto al criterio del general, quien las encargaba a los herreros del campamento o a orfebres locales antes de la ceremonia de entrega. Estos eventos solían coincidir con la distribución de la paga al resto de los legionarios, con el objetivo de elevar la moral de toda la tropa.
Con el tiempo, estas recompensas se convirtieron en símbolos de veteranía. Durante el Imperio, eran otorgadas automáticamente a los oficiales al alcanzar cierto período de servicio o ascender a rangos superiores. De esta manera, se podía distinguir a los militares más experimentados por la cantidad de condecoraciones que portaban.
La coronación militar más prestigiosa
La coronación militar más prestigiosa era la corona obsidionalis o gramínea, que solo se obtenía bajo circunstancias específicas. La corona obsidionalis se otorgaba al general que liberaba a un ejército asediado o rodeado, fabricada por los soldados rescatados con hierbas y cereales después de la victoria. Similar era la corona civica, entregada a quien salvaba la vida de un ciudadano romano en combate, elaborada con ramas de roble y colocada sobre la cabeza del salvador.
Las coronas muralis y vallaris eran concedidas por el general al primer soldado que escalaba una muralla o empalizada enemiga, recibiendo, si sobrevivía, una corona dorada con forma de muralla. Por último, la corona navalis era reservada para almirantes y capitanes que obtenían importantes victorias en el mar.
Entre las distinciones más comunes para los soldados se encontraban los torques y armillae, brazaletes y collares de metales preciosos distribuidos por el general en nombre del emperador, siguiendo una tradición tomada de los reyes celtas. Las phalerae eran discos metálicos montados en un arnés de cuero, usados por suboficiales destacados y representados en sus tumbas. También se premiaba a soldados con versiones más simples, como un solo disco (clipeus) o copa (patella) de plata u oro. Finalmente, había distinciones en forma de lanza (hasta pura) o estandarte (vexillum) en miniatura, que se sujetaban a la ropa con alfileres o se exhibían en bases.
El valor de las condecoraciones
Aunque estas condecoraciones solían ser elaboradas en oro y plata, su valor trascendía el aspecto material, siendo reconocidas como símbolos de prestigio en todo el ejército. Un ejemplo notable es el caso de un soldado de caballería, al que se ofreció una gran cantidad de oro en lugar de una insignia debido a su origen humilde, pero rechazó el soborno y exigió un estandarte de plata de menor valor, similar al recibido por sus compañeros.
Además de los premios individuales, unidades enteras podían ser honradas con estas condecoraciones, agregándolas a su nombre como cohortes o centurias armilladas y torcuadas. En estos casos, el emblema se incorporaba al estandarte de la unidad como un reconocimiento colectivo a todos los soldados. Algunas unidades acumulaban múltiples títulos de este tipo, inscritos en las tumbas de sus orgullosos integrantes.