Estados Unidos admite el pifio histórico con las patentes del invento que cambió el mundo: 100 años en darse cuenta
No fue Alexander Graham Bell como estudiamos en el colegio.
Los siglos XVIII, XIX y XX fueron testigos de innovaciones que transformaron la vida cotidiana. En medio de la Revolución Industrial, que impactó profundamente a Europa y los países más desarrollados, surgió uno de los inventos más trascendentales de la humanidad: el teléfono. Este dispositivo cambió la comunicación interpersonal, conectando al mundo de una forma nunca antes imaginada.
La historia del teléfono comenzó en 1854, cuando el italiano Antonio Meucci presentó el primer prototipo. Meucci, emigrado a Estados Unidos, buscaba facilitar la comunicación con su esposa, quien sufría problemas de movilidad debido al reumatismo. Así nació el "teletrófono", capaz de transmitir sonidos a través de cables. Sin embargo, las limitaciones económicas impidieron que Meucci patentara su invención.
En 1860, Meucci sorprendió en Nueva York al demostrar la transmisión de sonido a larga distancia. Pese a su éxito, no encontró apoyo financiero. La Western Union Telegraph Company rechazó su propuesta y, según Meucci, "perdió" los documentos que describían el invento. Fue en este contexto que Alexander Graham Bell, en 1876, presentó la primera patente de un dispositivo basado en principios similares, lo que desató una disputa que se prolongó por décadas.
A lo largo del siglo XX, el teléfono evolucionó rápidamente, consolidándose como un elemento esencial en hogares y empresas. En las décadas de 1980 y 1990, la aparición de modelos inalámbricos transformó nuevamente la comunicación. Pero no fue hasta 2002 cuando el Congreso de los Estados Unidos reconoció oficialmente a Meucci como el verdadero creador del teléfono, cerrando una controversia histórica que marcó el inicio de una nueva era en las telecomunicaciones.