El único país del mundo en el que tener los dientes negros era símbolo de belleza

El único país del mundo en el que tener los dientes negros era símbolo de belleza

Se trata de un ritual que también se creía que tenía beneficios para la salud dental.

Mujer con dientes negros

En el Japón feudal, una práctica de belleza única floreció entre la nobleza y la clase guerrera samurái: el ohaguro, o el arte de teñir los dientes de negro. Esta costumbre, que se extendió por varios siglos, reflejaba no solo la estética de la época sino también valores culturales profundos como la lealtad y la madurez. 

El ohaguro era realizado mediante una solución de limaduras de hierro y vinagre, que al combinarse con taninos vegetales, producía un tinte negro que se aplicaba sobre los dientes. Este ritual no solo era considerado atractivo sino que también se creía que tenía beneficios para la salud dental, actuando como un sellador que prevenía el deterioro de los dientes.

La práctica del ohaguro comenzó en el período Heian y continuó hasta finales del siglo XIX, siendo especialmente popular entre las mujeres casadas y las geishas. Con la llegada de la era Meiji y la influencia de las costumbres occidentales, el ohaguro fue desapareciendo gradualmente. Sin embargo, su legado aún perdura en ciertas festividades y en las artes tradicionales japonesas como el kabuki, donde los actores aún utilizan técnicas similares para representar personajes históricos.

El ohaguro no era exclusivo de Japón; prácticas similares se encontraban en el sudeste de China y el sudeste asiático, aunque con variaciones en las recetas. En Vietnam, por ejemplo, el teñido de dientes era una señal de madurez y disponibilidad para el matrimonio. En Tailandia, los dientes teñidos eran comparados con el ébano en los poemas de amor, y en la India, algunas prácticas del hinduismo utilizaban el misi para ennegrecer las encías y los dientes.

Titania
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Santander

A pesar de que hoy en día el ohaguro es una práctica casi extinta, su historia ofrece una ventana a un pasado donde la belleza y la tradición se entrelazaban de maneras que hoy pueden parecernos exóticas, pero que en su momento eran la esencia misma de la elegancia y el refinamiento social.