El siniestro pueblo de Japón lleno de marionetas donde solo vive un niño
Su aspecto inquietante y misterioso ha captado la atención mundial.
Las sociedades con poblaciones envejecidas se encuentran en peligro y se enfrentan a serios desafíos debido al desequilibrio entre la cantidad de personas mayores y la escasa natalidad. Este fenómeno genera presiones en los sistemas de salud, pensiones y bienestar social, además de una posible escasez de trabajadores jóvenes para sostener la economía, lo que lleva al municipio a un inminente peligro de extinción.
Esto es lo que ocurre en un pequeño y peculiar pueblo de Japón, el cual ha captado la atención mundial por su aspecto inquietante y su silenciosa decadencia. Se trata de Ichinono, un poblado donde la mayoría de sus residentes tienen 65 años o más, según los datos del gobierno. Este pequeño territorio, cuya sociedad se ha ido reduciendo con los años, ahora está habitado en su mayoría por figuras inmóviles: muñecos de tamaño real.
Debido a que hace años muchos residentes jóvenes decidieron irse a estudiar y trabajar fuera, los habitantes que se quedaron tomaron medidas para compensar ese vacío. Bajo esta iniciativa, decidieron colocar marionetas cuidadosamente elaboradas y vestidas que simulan escenas de niños jugando. Montando en los columpios, empujando un carro o simplemente recibiendo a los vecinos, estos maniquíes tienen como fin recrear cierta sensación de actividad que llene el vacío que sienten los mayores al ver como su pueblo poco a poco se ha ido abandonando.
Algo que puede cambiar
Este pueblo, situado a 60 kilómetros de Osaka, se enfrenta a una seria crisis demográfica, convirtiéndose en la segunda población más envejecida del mundo, tan solo por detrás de Mónaco. Además de su media de vida, Ichinono tiene una política de inmigración muy restrictiva que ha limitado la llegada de nuevos habitantes y, por ende, la revitalización de la población, aunque esto es algo que se está intentando cambiar actualmente.
No obstante, en 2021 el territorio de Ichinono recobró la esperanza que le fue arrebatada un día. En aquel año la familia Kato, formada por Rie y Toshiki, de 33 y 31 años respectivamente, se mudó de Osaka a Ichinono, contrario a lo que acostumbraron los jóvenes desertores del pueblo. Fue entonces cuando nació su hijo Kuranosuke, convirtiéndose en el residente más joven del municipio nipón.
Ahora, tres años después, este niño es adorado por todos sus vecinos, quienes cuidan entre todos de él y lo consienten con todo tipo de comidas caseras. Se ha convertido en el “orgullo del pueblo”, en palabras del jefe del municipio, Sawayama. El nacimiento de Kuranosuke es una nueva esperanza para todos los habitantes del territorio nipón, quienes ven en él una posible continuidad para la comunidad.