El río leonés que todavía esconde oro: la Antigua Roma casi nos dejó sin preciadas pepitas

El río leonés que todavía esconde oro: la Antigua Roma casi nos dejó sin preciadas pepitas

Un verdadero epicentro durante la fiebre del oro romana.

El río Sil.LuisVilanova via Getty Images/iStockphoto

En la historia de España, las minas de oro han desempeñado un papel crucial, especialmente durante la época romana, cuando el Imperio explotó al máximo las riquezas minerales de la península. Regiones como Galicia, Asturias y León se convirtieron en epicentros de la fiebre del oro romana. A pesar de la intensa explotación que casi agotó sus recursos, los ríos y montañas del noroeste español siguen albergando pequeños rastros de oro.

Una herencia dorada que aún permanece escondida en el suelo español. Parte de este rico mineral se encuentra en la provincia de León, concretamente en el río Sil, el cual ha sido conocido a lo largo de la historia como un verdadero tesoro natural. Desde tiempos inmemoriales, este río ha sido considerado como uno de los yacimientos auríferos más ricos del noroeste, lo que llevó a su explotación por parte de los romanos.

Este yacimiento se encontraba en el depósito del cauce del mismo rio, donde se hallaron arenas y gravas ricos en este preciado metal. A diferencia de otras extracciones, como el método “ruina montium”, en este caso la única forma de acceder al oro era secando el río, en el sentido más literal de la palabra. Por lo que, en el siglo II, Roma procedió a la explotación de este recurso y secó gran parte del río Sil.

El proceso de extracción

Para su extracción, los romanos accedieron a una dura pared rocosa de 120 metros de ancho que se encontraba en la zona de Pena do Corvo. Decidieron hacer un túnel a través de dicha formación geológica y desviar así el río por él, de forma que pudieran secar el meandro y extraer el oro. Utilizando la técnica de la dilatación térmica, entre algunas otras, los romanos crearon el mayor lavadero de oro de la zona.

Cuando los sedimentos de este meandro se agotaban, los ingenieros romanos taponaban de nuevo la pared y el río recuperaba progresivamente su cauce natural. De esta forma no solo consiguieron que este valioso afluente nunca se llegase a secar del todo, sino también que los sedimentos de oro se renovasen para poder volver a empezar así el proceso de extracción.

Su legado en la actualidad

A pesar de la intensa extracción, que casi agotó los yacimientos auríferos de la zona, el río Sil aún guarda secretos dorados. Aunque la fiebre del oro ha quedado en el pasado, hoy en día todavía se pueden encontrar algunas pepitas en el lecho del afluente, las cuales están ocultas entre los sedimentos. Por ello, hay quienes se dedican a buscar, con paciencia y técnicas, estas reliquias de la historia en sus aguas.

De hecho, el pasado 10 de agosto la localidad del Páramo del Sil celebró un curso donde enseñaba a todos los participantes a manejar la técnica de bateo, por la cual se buscan pepitas de oro en el río sin dañar el trascurso del mismo. Una iniciativa que busca promover el patrimonio histórico del pueblo y su misteriosa conexión con el pasado romano y su riqueza natural, todo ello de una forma respetuosa con los recursos naturales que tanto atesoran.