El aceite de oliva salva a un remoto pueblo moribundo de Teruel de desaparecer para siempre
Esta iniciativa para "adoptar un olivo" ha logrado recaudar más de 70.000 euros.
El aceite de oliva es un bien preciado que ha cambiado el destino de Oliete. A los residentes esta localidad de la provincia de Teruel se les ocurrió la idea de utilizar este "oro líquido" para salvarse de la despoblación, y de momento, no les ha ido nada mal.
En declaraciones obtenidas por el canal de televisión Euronews, un nuevo vecino, Mark Rawdon, confirma que "la propiedad y el costo de la vida es muy razonable aquí". Este marinero vive en Oliete durante "cuatro semanas seguidas" y luego trabaja durante un mes en el mar.
"Ante el envejecimiento de la población y la perspectiva del cierre de la escuela local, el pueblo comenzó apadrinaunolivo.org", reza el reportaje. "Su objetivo era animar a personas de todo el mundo a apadrinar uno de los olivos por 60 euros al año".
De acuerdo a los datos difundidos por el medio, la iniciativa logró recaudar más de 70.000 euros que fueron destinados a reconvertir un antiguo establo de vacas en un espacio de coworking inteligente para atraer nómadas digitales. Además, el Gobierno subvencionó el proyecto con 75.000 euros. Finalmente, se crearon 43 puestos de trabajo.
"Los recién llegados proceden de toda España y de lugares lejanos. Algunos vienen por unas semanas, mientras que otros se quedan para siempre", publica. "La gente vive de la tierra y cría ovejas y cerdos. Está a un mundo de distancia del sol, el mar y la arena de las costas españolas, pero, para muchos, esta es la verdadera España", describe el texto.
Estos nuevos vecinos, dice, "han salvado la escuela del cierre". Cuando la iniciativa comenzó sólo había tres alumnos, y ahora hay 27. "Los nuevos residentes traen esperanza", celebra.
Sandra Mairal, de 50 años, es una de las nómadas digitales que, "cada vez que puede", se queda en Oliete para escapar de su "exigente trabajo" como organizadora de eventos en Barcelona. En declaraciones al medio, afirma que "me encanta el ritmo de vida aquí. Sólo tienes que cambiar el chip. Esto es mucho más tranquilo".
Por su parte, Teresa Sancho, encontró trabajo en el pueblo gracias a la ONG. Dice que cuenta con "adoptantes de árboles de 28 países distintos". "Hay unos 8.000 patrocinadores. Han venido de todas partes de Europa, Gran Bretaña y América. La mayoría para visitar sus árboles". Cada patrocinador puede darle nombre a su propio árbol si lo desea, y a cambio, reciben dos litros al año de aceite de oliva y "pueden forjar un vínculo de por vida con el pueblo".