Adiós al barrio más denigrante de Ibiza: una pareja holandesa compra 30 propiedades en la zona que nadie quiere vivir
"Queremos que sea un barrio con gente que aporte luz y quite la oscuridad".
Una pareja holandesa está detrás de una compra ingente de propiedades en la balear Ibiza. Se trata de la historia que ha sacado a la luz Diario de Mallorca, sobre el caso de los Van Maaren, Bernardus van Maaren y su mujer Nienke Nishi Siekman. Ambos se han hecho con la friolera de 30 propiedades en uno de los que habían sido uno de los barrios ibicencos menos apetecible -si es que puede quedar algo así en una ciudad con precios disparatados y meca del lujo-.
Se trata de sa Penya, y más concretamente de Carrer Alt, una zona conflictiva en el pasado que albergaba el conocido como UA27. Una zona de viviendas que acabó siendo reconvertida una manzana de policías -hay muchos problemas para la fijación de funcionarios que también acusan la problemática de alquileres desorbitados en la isla-.
Esta pareja comenzó a comprar viviendas para reformarlas y ponerlas en alquiler, fundamentalmente en Carrer Alt y Carrer de sa Pedrera. Actualmente tienen la mitad de esa treintena pendientes de rehabilitación. Con todo, 8 de ellas están ocupadas por inquilinos tanto en régimen de alquiler de temporada como por todo el año. Una parte de esos inquilinos son trabajadores de la construcción -rehabilitación en este caso- y empleados de la hostelería.
Vendedor de coches de lujo de segunda mano
Según recoge la citada información, en Países Bajos tiene Van Maaren Auto, una firma de la venta de coches de lujo de segunda mano, que también trabaja en el ámbito de embarcaciones náuticas e incluso maquinaria de obra. A mayores, fue luchador profesional de kickboxing y también probó con el muay thai.
Tal y como relata Bernardus van Maaren a la edición ibicenca del diario mallorquín, al principio le desaconsejaron que se embarcase en este tipo de inversión, por la mala fama de una zona que había sufrido el problema del tráfico de drogas y la delincuencia. Incluso aquellos que les comenzaron a vender los inmuebles que después rehabilitarían.
"Las tenían por herencia, pero no querían saber nada de ellas. Alguno ni tan solo la había visto nunca y otros hacía 30 años que dejaron de venir", dice Nienke, explicando que "nos han vendido sus casas con la promesa de que vamos a hacer todo lo posible para que sus nietos puedan ver el barrio donde crecieron sus abuelos".
"Como no nos conocían, nos miraban pesando ‘¿qué hacen aquí estos guiris?’, como si fuéramos sus enemigos. Yo estaba mirando todas las casas sin tener conciencia de que se podían sentir molestos", recuerda él. "A partir de allí, él dijo: ‘Con esto no íbamos a hacer nada, vamos a comprar toda la calle’", le recordó ella.
Había otro perfil de vendedores, según el citado reportaje, personas extranjeras que no se adaptaron a dicho barrio, pero también familias gitanas llegadas durante la década de los sesenta. Al parecer, conservan siete bastones de patriarca que les obsequiaron después de formalizar las ventas de las viviendas.
Por otra parte, Nienke celebra lo realizado durante todo este tiempo. "El barrio ha mejorado un montón, no es como antes. Aquí no subían los turistas y ahora sí, es un cambio para que se pueda disfrutar", explica, asegurando que "queremos que vuelva a ser un barrio, que venga gente que aporte luz y quite la oscuridad".