Con o sin Concordia delante de los ojos
Cuando el crucero blanco Costa Concordia desaparezca de la vista de todos, nada va a cambiar. Los muertos no vuelven, la estupidez no se esconde, las imágenes de lo que pasó la noche del 13 de enero del 2012 están grabadas en la web y en la memoria.
El parbuckling, es decir, el enderezamiento del barco. Es esta la palabra del día en Italia. Un término derivado de los sistemas utilizados en el siglo XIX para rodar los barriles a través de la aplicación de una cuerda doble.
El parbuckling del Concordia es es el más grande en la historia de la construcción naval para el tamaño de los restos del naufragio (289 metros de largo, 35 de ancho, 114 toneladas) y el contexto en el que se encuentra. Y es que veinte meses después el Costa Concordia, naufragado en la Isla del Giglio, se da por fin la vuelta.
Lo que pasó fue un caso mediático sin precedentes. Y ahora ocurre lo mismo.
Casi quinientos periodistas se han trasladado a ver la vuelta del gigantesco cruzero. Mas de la mitad son extranjeros. Vienen de China, de Australia. Está Al Jeezera también. Todos para contar en directo las maniobras de los técnicos e ingenieros que enderezarán el barco.
Dieciocho horas de trabajo, más de cuatro mil toneladas de acero, seis plataformas bajo el agua, un coste total de 600 millones de dólares y un capitán, Francesco Schettino, encerrado en su casa, mientras estudia las cartas del juicio con sus abogados. En realidad no hay mucho que contar, ya que la recuperación va lenta. Demasiado lenta.
Lo que sí se puede contar es lo que muchos italianos esperan, comentan y escriben en su cuenta de Facebook y Twitter: que no sea otro fracaso. O mejor dicho que el parbuckling sirva para recuperar la credibilidad perdida por el mundo. Cubrir la estupidez humana, olvidar los treinta y dos muertos (dos aun desaparecidos), borrar la imagen de postal que se convirtió en el símbolo de una Italia atrapada entre la crisis, la mala gestión de los políticos, la corrupción.
Una esperanza fácil de comprender. Hay muchos que quieren devolver a Italia una buena imagen: sería casi mejor la del clásico estereotipo «pizza, pasta y mandolino». Sin embargo hay algo contra lo que no se puede luchar: cuando el crucero blanco Costa Concordia desaparezca de la vista de todos, nada va a cambiar. Los muertos no vuelven, la estupidez no se esconde, las imágenes de lo que pasó la noche del 13 de enero del 2012 están grabadas en la web y en la memoria.
La vergüenza seguirá siendo la misma. Con o sin barco delante de los ojos. Aquí seguimos esperando que el capitán Schettino, por fin, cumpla su condena.