Se marcha un científico excepcional. ¿Hay alguien ahí?
La marcha de un científico como Jordi Bascompte nos empobrece a todos, nos baja la pensión que cobraremos y ensombrece la perspectiva de nuestros hijos. La ciencia no es un lujo que se permiten los países ricos, es lo que hace que esos países tengan una prosperidad económica sostenida en el tiempo.
No conozco personalmente a Jordi Bascompte. Nunca he hablado con él, y lo más probable es que nunca hubiese escrito sobre él si este fuese un país normal, en el que el capital social se defendiera con uñas y dientes. Ambos somos investigadores científicos, pero su universo de estudio son los ecosistemas y las redes de animales y plantas que interaccionan, mientras que el mío son las redes de genes y proteínas que articulan el funcionamiento de la célula. Él es un biólogo "de bota" y yo "de bata". Es muy improbable que pudiésemos colaborar en un futuro o que mi equipo necesite su ayuda técnica en ninguna investigación. Lo que dice este artículo no está por tanto motivado por un interés científico directo; es puro egoísmo ciudadano, o patriotismo, si utilizamos el concepto clásico.
Hay otra importante diferencia entre Bascompte y yo. Él es uno de los científicos radicados en Sevilla con mayor crédito internacional, una referencia de primer nivel en su campo, y yo consigo a duras penas que mi investigación trascienda las fronteras. Y esto no se debe a ningún tipo de favoritismo; la ciencia es una actividad global y absolutamente meritocrática. Compruébelo usted mismo en la web de su laboratorio. Entenderá por qué él es uno de los dos únicos españoles del panel editorial de la revista Science, la número uno de la ciencia internacional.
Pues bien, aunque es probable que usted no lo sepa, porque la noticia apenas ha trascendido, Bascompte muda su laboratorio de la Estación Biológica de Doñana, en Sevilla, a Zurich, donde una universidad le ha ofrecido lo que las instituciones científicas españolas no quieren darle: un sistema libre de las "restricciones burocráticas y los mecanismos anticuados que impiden a la ciencia española competir en el exterior". Se marcha cansado de darse "con la cabeza contra un muro" (El País, 4-XII-2014), contra el mismo muro con el que nos enfrentamos todos los días todos los científicos españoles. Aquellos que tienen la posibilidad de librarse de eso se están marchando. Bascompte es uno de los ejemplos más destacados hasta el momento, y el más relevante que lo hace desde Andalucía.
Y usted podrá decir: "una pena, pero a mí qué". Si así piensa, comete un gran error. La marcha de Bascompte nos empobrece a todos, nos baja la pensión que cobraremos y ensombrece la perspectiva de nuestros hijos. La ciencia no es un lujo que se permiten los países ricos, es lo que hace que esos países tengan una prosperidad económica sostenida en el tiempo. El ladrillo nos dio una riqueza tan enorme como efímera. Sufrimos todos los días sus consecuencias, especialmente los más vulnerables. La economía construida sobre las nuevas ideas es la que garantiza bienestar a medio y largo plazo. Necesitamos personas que produzcan esas ideas de manera rigurosa y en todos los campos; que al hacerlo nos conecten con los mejores productores de ideas del resto del mundo; que para hacerlo necesiten formar a nuestros jóvenes en ese trabajo de alto rendimiento intelectual; que con su trabajo de primer nivel atraigan a personas de otras latitudes tan bien formadas como ellos; que instalen en nuestra tierra las más novedosas herramientas tecnológicas gracias a los fondos que consiguen captar; que al crear ese tejido científico-técnico atraigan a empresas de vanguardia que necesitan esa gente magníficamente formada y esas tecnologías punteras; que al ser visibles de forma tan positiva en todo el mundo contribuyan a elevar el valor de la marca local. Todo esa red crea economía de primera calidad, estable en el tiempo, resistente a las perturbaciones de ciclo corto. Esa red crece lentamente, como frutales cuya cosecha va aumentando poco a poco pero de manera continua. Y como tal hay que regarla cada día, tratarla con mimo, cuidarla por su valor de hoy y su potencial.
Con la marcha de Bascompte se esfuma un fértil campo de frutales de conocimiento. Los abundantes fondos europeos que maneja dejarán de gastarse aquí, sus 10 colaboradores, la mitad de ellos foráneos, se mudarán con él y en los mejores foros científicos del mundo donde ahora se oye "Sevilla" se oirá "Zurich". ¿Merece algún eco esta malísima noticia para Sevilla, Andalucía y España? ¿Ha abierto los informativos en prime-time? ¿La conocen nuestras autoridades? ¿Se ha discutido el tema en el Ayuntamiento de Sevilla, en el Parlamento andaluz o en el español? ¿Lo han denunciado los vehementes universitarios que protagonizan ahora la política española? ¿Ha llamado alguno de nuestros dirigentes a Bascompte para ofrecerle alternativas e intentar cambiar su decisión? ¿Habría ocurrido lo mismo si se marchase un club de futbol de los que juegan la Champion, si la Escuela de Arte Ecuestre abandonase Jerez, o si la Bienal de Flamenco se mudase a Tokio?
Le hago una última propuesta a nuestras autoridades: puesto que a despedidas no nos gana nadie, invitemos al conjunto de la sociedad a decirle adiós a Bascompte; un acto sobrio en el Ayuntamiento, con Jordi, a disposición de todos los ciudadanos que quieran despedirse. A ese funeral sí que no faltaré, aunque solo sea por empezar a llorar lo que nos espera.
Este artículo fue publicado inicialmente en el Diario de Sevilla