Cuánto gana un escritor o el arte de pasar hambre
Larra decía allá por 1836 que escribir en España era llorar. Han pasado casi 180 años y esa frase sigue siendo igual de válida. Cernuda matizó la frase diciendo que "Escribir en España no es llorar, es morir". Quizá habría que añadir que es "morir de hambre".
Alguien dijo que la estadística es una ciencia que demuestra que si mi vecino tiene dos coches y yo ninguno, los dos tenemos uno. Yo, por ejemplo, conocí una vez a un escritor que no había ganado nunca un premio literario y sin embargo conseguía publicar sus novelas en honrosas editoriales. Supongo que este hecho tiene su relevancia estadística, dado que la probabilidad de ganarse la vida escribiendo ficción en España es tendente a cero. Un estadístico del INE diría de este escritor que tiene "un comportamiento asintótico". Ganarse el pan con las historias que uno escribe es tan extraordinario como encontrar, qué sé yo, un político que critique a Mandela o un futbolista enganchado a Guerra y Paz.
Larra decía allá por 1836 que escribir en España era llorar. Han pasado casi 180 años y esa frase sigue siendo igual de válida. Cernuda matizó la frase diciendo que "Escribir en España no es llorar, es morir". Quizá habría que añadir que es "morir de hambre". Estoy aburrido de hablar con gente que se enorgullece de que nunca lee un libro. Y no hablo de personas que carecen de estudios o que no han tenido la más mínima posibilidad de acceso a la cultura, sino de gente con formación universitaria, másteres y posgrados, es decir, oficinistas con trabajos para los que utilizan su intelecto y no la fuerza bruta. Eso sí, se pavonean de que leen blogs, y Twitter, y menean las noticias en Digg en sus formidables tablets de última generación. Algo falla en este país cuando oímos con jactancia y cierto desprecio que lo último que haría una persona en su tiempo de ocio es coger un libro y leer.
Las estadísticas oficiales dicen que el 63% de los españoles lee libros, porcentaje que ha crecido en dos puntos respecto a hace dos años. Parece que no está mal, pero si se hace foco en el dato, resulta que solo el 47% de esos españoles lee frecuentemente, es decir, una vez al mes. Esto es como las estadísticas de Facebook, según las cuales un usuario activo es aquel que se mete una vez al mes en esta red social. No sé si estaríamos de acuerdo en decir que practicar sexo una vez al mes es ejercitarse frecuentemente.
El Ministerio nos recuerda que el 55% de los españoles compraron al menos un libro en el último año y que la media anual de compra son 10 ejemplares. Pero lo que pasa de tapadillo es que el porcentaje de los que no compran nada ha subido también en los dos últimos años, del 43% al 45%. Esto quiere decir que casi la mitad de los españoles no compran nunca un libro. No está mal. Por no hablar de que las ventas de libros han caído por sexto año consecutivo y que el 68% de las descargas de ebooks son ilegales.
Con estos mimbres, ¿en qué situación queda el autor? Pues realmente en una muy complicada. Conozco a numerosos escritores de este país que no consiguen publicar sus historias y que, cuando lo hacen (y hablo de autores con renombre; del resto nos olvidamos, claro) lo hacen en condiciones leoninas. 6.000 euros de adelanto por una novela en la que has invertido dos, tres o cuatro años de tu vida. No tienes derecho a percibir royalties en la primera edición, que suele constar de 3.000 mil ejemplares. Si tienes la fortuna de que el libro dure más de dos meses en la mesa de novedades y agotar esa primera edición, los beneficios por cada ejemplar vendido en la segunda ascenderán a un cuantioso 10%. Un ejemplo sencillo: si el libro se vende por 15 euros, el escritor abnegado, que ha dado tres años de su vida a una historia, percibirá la suculenta cuantía de 1,5 euros por ejemplar. Si se agota esa segunda edición, estamos hablando de unos ingresos totales de 4.500 euros, que percibirás en las liquidaciones sucesivas, a lo que habría que restar impuestos y las comisiones del agente, con lo que el monto total de un autor por vender dos ediciones completas, de 3.000 ejemplares cada una, es ridículo. Sólo así se explica que encontremos autores de primera fila que, para poder comer, tengan que dedicarse a la traducción, a formar parte de jurados o a la venta ambulante de sus bibliotecas personales.
Lógicamente hay excepciones. Autores de gran proyección pública (que no necesariamente son los de mayor calidad literaria) pueden llegar a cobrar 300.000 euros de anticipos por sus novelas. Gracias a ellos, las editoriales pueden hacer eso que se llama "Acción Social", es decir, invertir unos euros de los beneficios que generan esas celebrities (los llamados best-sellers) en publicar las novelas de escritores literarios pero muy necesitados (los worst-sellers). Seguro que hasta se puedan desgravar fiscalmente por considerarse ayuda a colectivos desfavorables.
En fin, que escribir en España sigue siendo llorar y también morir de hambre. A lo mejor habría que volver al pasado y buscar mecenas que permitan a los autores dedicarse a crear y no a mendigar, o como ocurre en el cine, pedir ayudas para la creación artística. Menos mal que todavía hay ayuntamientos, diputaciones y fundaciones que siguen promocionando los premios literarios, aunque sean satíricamente criticados por cierto establishment de escritores. Pero ¿qué opciones quedarían, si no, para el resto?