Resolución de la crisis: Episodio 1
Draghi ha abierto el capítulo primero del camino correcto. Con bastante astucia que algunos interpretaron como contradicción -y que, en realidad, ha sido sólo un astuto juego de fuerzas- ha conseguido erigirse en el árbitro del equilibrio entre rigor fiscal y solidaridad financiera. España va a ser el tubo de ensayo de este importante episodio.
En estos días he tenido la oportunidad de opinar en medios públicos en varias ocasiones sobre las decisiones que el Banco Central Europeo ha adoptado con su nuevo programa de compra de bonos. Una de ellas fue en El Paísel pasado viernes 7 de septiembre donde me refería a Mario Draghi como el game changer que Europa precisa. Por optimistas que pudieran parecer mis declaraciones, vivimos una situación de hastío, cansancio y apatía institucional que lo que pasó la semana pasada no puede pasarse por alto. Es el primer capítulo de la resolución de la crisis, lo que no implica que con ello se inicie un camino irreversible de salida.
Lo que ocurre es que a muchos economistas nos dolía ya la lengua de decir que Europa está estancada en un absurdo y destructivo juego sin ganadores entre los que exigen ajustes fiscales a ultranza sin pensar en sus consecuencias y los que reclaman solidaridad para su deuda, que no es otra que solidaridad para la supervivencia del euro, al fin y al cabo. Es lógico que a los ciudadanos lo que les preocupe es el paro y la triste situación que vive España en este terreno. Y es tanto o más lógico que crezca la indignación en este sentido. Pero es que para poder comenzar a resolver el problema del desempleo y otros muchos que acucian a España es preciso que vuelva la confianza inversora y esa confianza no va a volver hasta que Europa muestre la necesaria cohesión. Por eso somos cada vez más los que creemos verdaderamente que el único camino para salir de esta es la unión bancaria y fiscal. Pero queda mucho para ello.
En todo caso, Draghi ha abierto el capítulo primero del camino correcto. Con bastante astucia que algunos interpretaron como contradicción -y que, en realidad, ha sido sólo un astuto juego de fuerzas- ha conseguido erigirse en el árbitro del equilibrio entre rigor fiscal y solidaridad financiera. España va a ser el tubo de ensayo de este importante episodio. Lo que se ha ofrecido a nuestro país es una ayuda casi ilimitada y bastante consistente para su deuda que puede prolongarse y fortalecerse si, como se espera, los socios de la Eurozona la hacen suya a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). Pero la contrapartida está clarísima, a España se le ha abocado sin más remedio a un nuevo rescate con segura condicionalidad pero terminológicamente y estructuralmente alejado de los rescates de Grecia, Irlanda y Portugal. Se habla ya de rescate blando o precautorio que en buena medida será una confirmación y vuelta de tuerca adicional a algunas reformas ya emprendidas, al tiempo que un control más estricto del cumplimiento de los objetivos fiscales para España.
Completar ese primer episodio no va a resultar en absoluto fácil. Lo que se ha conseguido con el potencial de ayuda a la deuda soberana y al Estado español es una condición necesaria pero no suficiente para salir de la crisis. Para empezar, completar con éxito este capítulo requiere una gran habilidad política en la negociación e, incluso, la capacidad para reorientar las tornas en la forma de imponer rescates en la Unión Europea. Si España no quiere caer en el ahogo de otros países rescatados, la UE tiene que empezar a entender qué son plazos realistas de ajuste y qué otras reformas (más orientadas al crecimiento) son las que precisa España. Porque si el primer capítulo se completa y se consigue la estabilidad y viabilidad financiera, el segundo capítulo y más importante será cómo crecer, cómo configurar un modelo de crecimiento y empleo (en este artículo en El País ofrecía algunas propuestas económicas "para el otoño").
En ese segundo capítulo Europa también tendrá mucho que decir. Cuando Alemania no pueda esquivar más la recesión (que le queda poco) tendrá que darse cuenta que ese será el agujero en el que caerá una y otra vez si no lidera Europa con mayor realismo y con algo menos de su mal entendida ortodoxia. Si se avanza hacia la unión bancaria y fiscal el camino puede construirse sobre la marcha. Pero hoy por hoy es mucho decir.
El capítulo tercero será aún más duro y es el de la sostenibilidad. Porque no valdrán los impulsos ni los estímulos sino consolidar los logros. Ahí es donde habrá que juzgar, con el debido tiempo, el impacto de las reformas y no tanto hoy. Pero hasta ese episodio tercero parece aún que queda mucho. Por eso, mi optimismo recae sobre el inicio de un camino que no parecía que fuera a llegar nunca. Ahora toca andar ese camino, que será aún más difícil.