Fui a ver el desfile de Victoria's Secret y me sentí obesa
Lo que parece tan natural por televisión deja una impresión rara en directo. ¿Ellas están realmente con nosotros? ¿Son de verdad? Echando un vistazo al público me tranquilizo: la gente a mi alrededor, gordos, delgados o ni uno ni lo otro, no son tan extraños. Al menos tienen medidas que no necesitarían obligatoriamente horas de deporte diario. O eso creo.
Es el Santo Grial de todas las modelos. El desfile de Victoria's Secret es el culmen. Al menos, eso es lo que ellas repiten en cada entrevista. Así que, como periodista, recibir una invitación para este evento fue también un halago.
Pero, atención, porque también hay un poco de presión. Si quieres formar parte de la fiesta, hay que guardar las formas. La invitación electrónica recapitula todas las medidas de seguridad -especialmente sobre el tamaño del bolso-, insiste sobre el dress-code -de cóctel- y también prohíbe de modo formal hacer fotos y vídeos.
Al llegar, como en todos los desfiles, hay que hacer cola, esperar y seguir haciendo cola. Pero, a diferencia de lo que ocurre en el resto de desfiles, esta vez toca enfrentarse a una nube de pajaritas sobre esmoquin y vestidos de lentejuelas sin fin. Las piernas parecen más largas de lo normal.
Pero nada que ver con el desfile propiamente dicho. Vamos a asistir a "un acontecimiento único", recuerdan los altavoces de la marca mientras vamos tomando asiento. Y recuerdan también a los millones y millones de espectadores que verán la difusión del espectáculo "a lo largo y ancho del mundo" el próximo 5 de diciembre. En el pequeño dossier que entregan a cada espectador, aparecen bonitos dibujos de las principales modelos de esta colección. De nuevo, las piernas son lo que capta la atención. Largas, afiladas, finas. Pero bueno, al fin y al cabo sólo son dibujos.
Cuando comienza el espectáculo, lo primero que se ve es la cantidad de colores: una escena en la que los motivos recuerdan a Asia; luego, bordados dignos de una Heidi bien crecidita. A continuación, conjuntos que podrían llevarse al gimnasio pero con tacones de aguja. Cuando dejo de temer que Lady Gaga se rompa la crisma con sus increíbles zapatos y su vestido ajustado, cuando mis ojos se han acostumbrado al estilo recargado de las creaciones de Victoria's Secret, empiezo a centrarme en los cuerpos.
Generalmente, en el prêt-à-porter y la alta costura, miramos poco el cuerpo de las modelos. Lo importante es la ropa. Y, sin embargo, la delgadez está ahí, bajo nuestros ojos. Y más escandalosa que en Victoria's Secret. La delgadez es objeto de numerosas críticas, pero, por desgracia, podemos ignorarla y concentrarnos en otra cosa.
En el caso de Victoria's Secret, se sabe que las modelos son tan visibles como los adornos. Los ángeles tienen una actitud, bailan, se divierten con los cantantes que actúan en directo, dibujan corazones en dirección a la cámara, a los fotógrafos, saludan al público. Dan tanta envidia como las creaciones que llevan puestas.
De frente, los senos rebotan, pero no demasiado, el vientre es plano, afloran algunos abdominales por aquí y por allá y las piernas caminan sin rastro de celulitis. "¡Qué novedad!", diréis. Después de haberme empapado de vídeos y fotos del ensayo de los ángeles en las redes sociales durante las últimas semanas, verlas en carne y hueso provoca un pequeño shock. No tienen ni un solo defecto.
De espaldas, quiero pensar que quizá todo es un poco menos perfecto. Ni en sueños. El culo no se mueve, en los muslos no hay ni un gramo de grasa. Mirando varias veces cómo desfila Gigi Hadid, reflexiono sobre el hecho de que varios creadores la hayan juzgado demasiado gorda. Su hermana, Bella, que desfila por primera vez para la marca, parece aún más delgada.
Kendall Jenner hace olvidar por completo la morfología de sus hermanas, las Kardashians. Las Adriana Lima, Lily Aldridge y otras Romee Stridj me hacen dudar. ¿Y yo? ¿Dónde me sitúo yo con relación a ellas? ¿Debería esforzarme más para alcanzar esa perfección?
Mientras que supuestamente la moda va abriéndose a perfiles más variados, a formas más responsables, en Victoria's Secret no hay ninguna modelo de tallas grandes a la vista. Pese a todo, esto es una fiesta. Bruno Mars desata al público, al igual que The Weeknd.
Cuando las escenas se repiten, se empieza a percibir los entresijos del show: las modelos siempre saludan a la misma cámara casi cada vez que desfilan.
Lo que parece tan natural por televisión deja una impresión rara en directo. ¿Ellas están realmente con nosotros? ¿Son de verdad? Echando un vistazo al público me tranquilizo: la gente a mi alrededor, gordos, delgados o ni uno ni lo otro, no son tan extraños como me había parecido al principio. Al menos tienen medidas que no necesitarían obligatoriamente horas de deporte diario. Por lo menos, a primera vista.
Tras una horita de desfile, llega el momento de la after party; los camareros reparten copas de champán y cócteles azul turquesa. Me inclino por la segunda opción. Después de darle unos tragos, me doy cuenta de que debe ser mucho más azucarado que el champán. Terrible error.
Al salir, y después de pasar el cordón de seguridad, vuelve el frío, los Campos Elíseos y los efluvios de los puestos del mercado de Navidad. Vaya, después de este desfile tengo hambre (y, aparentemente, no soy la única).
Este post fue publicado originalmente en la edición francesa de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano