No dar abasto
Es imposible dar abasto en estos tiempos rápidos que nos llenan los sentidos de ruido. Y en esa imposibilidad, está la causa de nuestro agotamiento, que quema nuestros sueños en afanes mientras corremos desesperados hacia un horizonte que no conseguimos alcanzar.
Foto: ISTOCK
Es imposible dar abasto en estos tiempos rápidos que nos llenan los sentidos de ruido. Y en esa imposibilidad, está la causa de nuestro agotamiento, que quema nuestros sueños en afanes mientras corremos desesperados hacia un horizonte que no conseguimos alcanzar.
Doctor estoy cansado, me dicen. Y yo les miro el alma, comprendiendo que su sobrecarga es exacta a la mía y que sus fuegos arden con llamas que conozco. Creemos que podemos con todo, organizamos cada día en orden de batalla, pero olvidamos algo, las heridas que inevitablemente irán apareciendo en la piel invisible del vulnerable corazón.
En una vida humana no caben tantos mundos, apenas alcanzamos alguno cuando por la noche nos perdemos en la celeste bóveda que nos recuerda muda lo pequeños que somos. Queremos más y eso nos pierde. En las manos solo caben un par de puñados de arena, que contienen un tiempo limitado escapando a carcajadas sin que nada lo impida.
Parar y andar despacio es revolucionario. No serán las urnas las que cambien las cosas, lo harán los pies cuando descubramos que solo los pasos bien dados conducen a la vida.
Miro a sus ojos y les recuerdo que son reyes y reinas cuyo agotamiento es algo meramente accidental. Basta detenerse un instante, respirar hondo y regresar. Cuando lo hacemos, recuperamos esa soberanía que los mercados se empeñan en quitarnos y hacemos del planeta un lugar algo más habitable.