La mejor indicación
Cuando la enfermedad nos golpea necesitamos buscar información. Y lo hacemos por todos los medios disponibles. Si el sentido común gobernara nuestras sociedades buscaríamos la forma de potenciar el criterio de todos los profesionales para que prestaran el mayor servicio social posible.
En estos tiempos complejos que atravesamos una de las cosas más preciosas a la hora de navegar la vida no es el dinero, el poder y la fama. Es algo mucho más pequeño y frágil. Podemos llamarlo criterio. Es una forma de sentido común aderezada de conocimiento, profesionalidad y buen hacer. Cuando tenemos una duda solemos acudir a una fuente de información para satisfacerla o bien preguntar a una persona con criterio.
Cuando la enfermedad nos golpea nos ocurre lo mismo. Necesitamos buscar información. Y lo hacemos por todos los medios disponibles. Presentaremos nuestra inquietud a familiares y amigos, en el trabajo, en el barrio, a veces en la conversación con desconocidos. Cada vez más buscaremos en internet y pondremos nuestra pregunta en Google cual oráculo délfico que vomitará toneladas de respuestas, en la mayor parte innecesarias y excesivas. Viene bien recordar que la información requiere su justa medida: si es poca deviene en ignorancia, si es mucha nos puede confundir.
Si el problema de salud es verdaderamente serio quizá acudamos a un profesional sanitario. Pero, ¿a quién acudir? La respuesta no es fácil.
Muchos elegirán a un médico privado o de un seguro médico por la rapidez de respuesta. En este caso si se acude directamente a un especialista este verá nuestro problema desde el punto de vista de su especialidad, obviando los aspectos que más se distancien de la misma. Tendrá criterio pero será parcial.
En otros casos acudiremos a la consulta del médico de familia del sistema público. La respuesta también es muy rápida. En consulta es probable que la sobrecarga del sistema permita que el doctor tenga solo cinco minutos para atendernos. Esto para un problema sencillo o burocrático suele ser suficiente. Para un problema de salud real no. Si el problema supera en complejidad los recursos diagnósticos o terapéuticos del médico este derivará al paciente a un especialista. Esto ya es bastante más lento. En este caso nos encontraremos con criterio pero no con la posibilidad de desarrollarlo plenamente.
En el mundo ideal acudiremos a un profesional que nos conozca, que conozca a nuestra familia y la comunidad donde vivimos, que tenga tiempo suficiente para nosotros, que sea capaz de enfocar nuestro problema dando un diagnóstico o al menos sospechándolo y que nos oriente por las mejores opciones que el sistema sanitario puede ofrecernos. Al sumarse estos factores al criterio del profesional, este será mucho más preciso y acertado, apuntará mejor a la diana. Evitará tiros fallidos, nos ahorrará disgustos y también dinero público al evitar rodeos. La mejor indicación a la hora de prescribir una receta, una prueba diagnóstica o un consejo de salud nace de este valor.
Si el sentido común gobernara nuestras sociedades buscaríamos la forma de potenciar el criterio de todos los profesionales para que prestaran el mayor servicio social posible. Probablemente no sea fácil pero tendremos que seguir intentándolo. Solo si cada cual en su área de conocimiento o actividad comparte su mejor hacer conseguiremos avanzar hacia una sociedad mejor.