¿Es posible tener hoy una buena muerte?
En nuestra sociedad no hablamos de estos temas, ni de la propia muerte ni de cómo nos gustaría morir. El tema tiene su importancia pero es un tabú social, incluso en medios sanitarios. Los propios profesionales pocas veces sacamos el tema y hablamos a los pacientes y sus familias sobre el concepto de voluntades anticipadas y testamento vital.
¿Qué hacer cuando se convive con un enfermo de Alzheimer cada vez más deteriorado, cuando cada vez este parece sufrir más? ¿Hasta cuándo seguir cuidando? Estas preguntas son la base de la película Amor (2012) de Michael Haneke. Pero también son la base del desgraciado incidente en Asturias en el que un anciano apuñala a su mujer, enferma de Alzheimer avanzado, y luego se tira por la ventana. ¿Hay otra forma de hacer las cosas?
El doctor Juan Gérvas nos dice que sí, que es posible tener una buena muerte en el propio domicilio asistido por nuestros familiares y con la ayuda del médico de familia y la enfermera. Este no suele ser el escenario habitual, es más común morir en el hospital, habitualmente de malas maneras, en urgencias atestadas, solos en una habitación, o rodeados de tubos tras una larga agonía en la que se nos somete a toda clase de técnicas.
En nuestra sociedad no hablamos de estos temas, ni de la propia muerte ni de cómo nos gustaría morir. El tema tiene su importancia pero es un tabú social, incluso en medios sanitarios. Los propios profesionales pocas veces sacamos el tema y hablamos a los pacientes y sus familias sobre el concepto de voluntades anticipadas y testamento vital. Algo importantísimo para evitar los terribles desenlaces de la historia de ficción y la real que comienzan este post.
Pablo Simón, profesor de ética de la EASP, tiene un estupendo libro para profesionales y nos comparte un breve vídeo de divulgación [puedes verlo aquí] que merece la pena para entender mejor el tema. Atrévanse a hablar de cómo les gustaría morir con sus amigos y familiares, atrévanse a mirar a la muerte a la cara, es la mejor manera de aceptar que forma parte de la vida y permitir que cuando aparezca en nuestra familia no lo haga como un desastre sino como algo perfectamente natural, doloroso pero natural.