El percentil 95, o la necesidad de superar a los demás

El percentil 95, o la necesidad de superar a los demás

La única forma de derrotar (parcialmente) a los dioses del deseo humano es dándonos cuenta del engaño al que nos someten cuando nos compararnos continuamente con los demás y el 95% de nosotros termina convertido en esclavo.

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Ilustración: Alfonso Blanco

En nuestra sociedad, todos queremos superar el percentil 95. Si has tenido hijos, te sonará lo de los percentiles de altura y peso, un concepto estadístico para saber si los niños se acercan o alejan de la media. Superarlo y pertenecer a esa élite que deja bajo ella a todos los demás es el deseo de muchos.

Como es matemáticamente imposible que todos podamos pertenecer a ese selecto club, cada cual lo intenta como puede. Existe una élite económica que es la que claramente mueve los hilos, pero también hay una gran variedad de ámbitos donde uno puede destacar: fama, prestigio, capacidad creadora, habilidades deportivas, visibilidad televisiva, talento musical...

Uno puede ser un corriente funcionario y a la par decidir especializarse en maratones y ultramaratones que le lleven a ingresar en el percentil 95 de resistencia física extrema. Un adolescente puede animarse a grabar vídeos virales que terminen dándole más visibilidad que el mismo presidente del gobierno. Las posibilidades son infinitas, y el deseo para obtener el premio es incluso mayor que ganar la lotería de Navidad, que dicho sea de paso abre las puertas a nuestro querido percentil.

Lo verdaderamente complejo del caso no es acceder, que ya es difícil, sino permanecer: quítate tú para ponerme yo. El mundo va cada vez más rápido, y no es posible agarrarse mucho tiempo a esta zona estadística. Hay muchos esperando y, por muy buenos que seamos, siempre vendrán otros que nos superen. Si ganas un premio, detrás vendrá otro con un premio mayor. Si descubres algo digno del Nobel en poco tiempo será desplazado por otro brillante sabio, si atraviesas a nado el Atlántico, poco después vendrá alguien que se ha atrevido con el Pacífico...

Cielo e infierno son a fin de cuentas cuestiones estadísticas. A todos nos gusta el cielo del percentil 95 casi tanto como nos aterra el infierno del percentil 5. Del purgatorio tampoco queremos saber nada. Es fácil imaginar que debajo del percentil 30 no se debe vivir nada bien. Es triste que hayamos olvidado que la estadística implosiona si la dividimos por el cero de dejar de compararnos. Como aquel sabio griego que decidió retirarse a vivir en un simple tonel. Recibir el sol en la mejilla llegó a ser para él el cielo de la libertad, más allá de la tiranía de la comparación estadística. La única forma de derrotar (parcialmente) a los dioses del deseo humano es dándonos cuenta del engaño al que nos someten cuando nos compararnos continuamente con los demás y el 95% de nosotros termina convertido en esclavo.