Dejarme canas para cambiar mi alma
La imagen de esa cabellera de plata me animó. ¿Qué tiene de malo aparentar la edad que tienes? Tengo casi sesenta años. No quiero ser una mujer más joven. Me encanta mi espíritu y mi cuerpo. Me encanta la edad que tengo, cargada de sabiduría y experiencia.
Hace unos tres meses, por fin dije lo que llevaba un tiempo pensando: "Quiero dejar de teñirme el pelo". Mi peluquera se quedó impactada y su amiga del puesto de al lado se quedó horrorizada. Lo primero que salió de sus bocas fue: "¡No lo hagas, vas a parecer vieja!". Esa también era mi preocupación. Pero ya no tanto como antes. Mi alma estaba evolucionando hacia algo nuevo. Esta ansia por dejarme el color natural del pelo procedía de un lugar más profundo de lo que en ese momento pensaba.
Al acallar mi voz interna, seguí el curso de una resistencia menor y me senté para que me dieran la base de tinte, reflejos y corte mensual, una dura prueba de tres horas. Cuando me fui del salón de belleza con mi pelo engalanado, se me vinieron estas preguntas a la mente: "¿Realmente quiero continuar esta batalla con mi pelo? ¿De verdad quiero sentarme en esa silla todos los meses?". Empecé a responderme estas preguntas en una hora.
Decidí ir a comprarme un bocadillo en un sitio al que llevaba mucho tiempo sin ir. Entré en la tienda y me puse en el mostrador. Allí había una mujer increíble con elegancia enérgica. Sonreía desenvuelta, con su bonita cabeza cubierta de pelo gris. Le pregunté si tenía unos minutos para hablar conmigo. Estuvimos un cuarto de hora hablando de su transición del color al tono natural de su pelo. Cuando le di las gracias por ayudarme a decidirme, ella me dio las gracias por decirle que estaba guapa tal y como era.
La imagen de esa cabellera de plata me animó y me ayudó a reconducirme en las siguientes semanas. ¿Qué tiene de malo aparentar la edad que tienes? Tengo casi sesenta años. No quiero ser una mujer más joven. Me encanta mi espíritu y mi cuerpo. Me encanta la edad que tengo, de sabiduría creciente y experiencia de vida. Por tanto, ¿por qué necesitaba teñirme el pelo con un tono de una mujer más joven? No se trataba de nadie más. Sólo me concernía a mí. Y me di cuenta de que, en parte, me había convertido en prisionera de mi propia apariencia.
Al tomar la decisión de dejarme el pelo gris, había llegado a un nuevo territorio desafiante en mi mente y en mi corazón. Para mi horror, me encontré en un tira y afloja conmigo misma, por el prejuicio cultural de que una mujer mayor no vale tanto y de que incluso ser una de ellas resulta vergonzoso. Esa idea contra mí es un daño que he absorbido, sin elegirlo y sin saberlo, como consecuencia del bombardeo incesante de los medios y la publicidad de que hay que buscar una apariencia joven a toda costa. Estaba confundida al verme luchando con mi propio ser para superar la idea sutil y arraigada de que lo viejo es feo. Ahora estoy ganando esta batalla por mi dignidad con determinación, con honra y con un profundo amor por la mujer con espíritu y ánimo que soy, y por la mujer que quiero llegar a ser.
Existe una necesidad emergente desnuda de dejarme el pelo gris como una forma de afecto tierno y abierto hacia mí misma. Como tengo los años que tengo y la experiencia vital que esto conlleva, también soy una mujer que:
- Monta en bici sin manos y canta bajo la lluvia.
- Se tira al lago con ropa y se ríe de las nubes.
- Escala o se tira al suelo para conseguir la foto perfecta.
- Utiliza los pies y las manos para cerrar las puertas del coche y los armarios.
- Ve la televisión con los pies en el sofá y se toca los dedos.
- Baila en los pasillos de una tienda si suena una canción buena.
Ya llevo dos visitas a la peluquería en las que sólo me he cortado el pelo y ya me veo una parte sin color. Por arriba, tengo el pelo blanco, por los lados va cogiendo un tono plateado y por la parte de atrás es de un gris oscuro. Estoy entusiasmada por dentro, tengo una sensación de libertad: de la niña inocente, de la chica curiosa, de la adolescente decidida, de la joven que florece, de la madre ocupada, de la mujer de mediana edad y, ahora, de adentrarme en la edad madura.
No sé al 100% cómo voy a sentirme cuando mi pelo pierda todo el tinte. Mi yo interior me dice que será como la sensación agradable de llegar a casa, a una nueva fase de mi vida. Si no es así, siempre puedo volver a teñirme. Pero no creo que esto ocurra. Mi corazón y mi mente, mi espíritu y mi cuerpo, me dicen que es el momento de la dar la bienvenida a esta nueva etapa, a esta nueva edad.
Este post se publicó originalmente en www.robininyourface.com.
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Traducción de Marina Velasco Serrano