Canal Sur no tiene ni puñetera gracia
¿Qué más tiene que pasar en Canal Sur para que los medios de comunicación andaluces y estatales y los representantes políticos denuncien una programación bochornosa que incumple día sí y día también la ley que dio lugar al nacimiento de esta radio y televisión pública? ¿Qué más tiene que pasar para que los trabajadores de Canal Sur rompan el silencio que mató por asfixia a la televisión valenciana?
En Canal Sur, son muchos los programas que tienen entre su público objetivo a las personas mayores de Andalucía, con un humor casposo, irrespetuoso y lleno de estereotipos hacia este sector de la población. Todo ante un silencio espantoso de las asociaciones de la prensa, de los profesionales de los medios y de toda esa ristre de progres andaluces de salón que son muy heroicos criticando a los medios de comunicación privados de Despeñaperros para arriba, pero que no critican nunca la zafiedad de una programación que se nutre de reírse de personas enfermas de soledad, que van a la tele a buscar compañía en forma de pareja y a las que Juan y Medio regala chistes sin gracia con los que convierte a los abuelos y abuelas de Andalucía en seres dignos de lástima y de choteo.
El colmo de la falta de respeto a los ancianos andaluces ha ocurrido estos días atrás en el programa La tarde, aquí y ahora, del famoso presentador Juan y Medio y que se emite en horario vespertino. Eloísa, una señora de algo más de 70 años, se quedó plácidamente dormida mientras dos invitados contaban sus vidas con el objeto de que el conductor de este formato televisivo pudiera emparejarlos.
El presentador, ni corto ni perezoso, monta un teatrillo en el que termina apagando las luces del plató para hacer creer a la señora que ya había terminado el programa mientras ella seguía allí durmiendo. Con las luces apagadas, Eva, la presentadora que acompaña a Juan y Medio en el programa, se sienta al lado de la señora y la despierta.
Eloísa da un brinco. Reacciona asustada, aturdida y muerta de la vergüenza, a lo que el presentador la tranquiliza diciéndole que no se preocupe que no se está emitiendo en directo. Antes las risas del público y el equipo del programa y la cara de satisfacción y las risas del conductor del programa, que cree haber hecho la broma del siglo. Y ahí queda. Cinco minutos de risas desternillantes a costa de una mujer que confiesa que no ha dormido la noche anterior porque se tomó una pastilla para conciliar el sueño que le está haciendo efecto en este mismo instante.
Lejos de ser despertada con respeto o dejar que siguiera durmiendo, Juan y Medio montó un circo insolente que, por si no fuera suficiente con emitirlo en directo, ha sido difundido en las cuentas oficiales de Canal Sur y que en estos momentos ya ha sido visto por más de 3,5 millones de personas, diez veces más que audiencia tiene el programa, que ronda los 300.000 espectadores cada día.
Nadie saldrá a defender a esta señora porque no existe la figura del 'Defensor del Mayor' ni una ética que respete la dignidad de los ancianos a su paso por Canal Sur. Son ya años y años de formatos que confunden el entretenimiento con lo zafio, lo popular con la vulgaridad y la falta de respeto y a las personas mayores con una diana contra la que pueden ir a parar todos los chascarrillos, estereotipos y chistes baratos que caricaturizan la figura de los abuelos y abuelas, como seres ñoños, sin inteligencia, llorones, dependientes y sin ganas de vivir.
Juan y Medio es el capitán de esta manera tan chabacana, grosera y maleducada de tratar a los abuelos y abuelas andaluzas. Todo esto a precio de oro, porque la productora de Juan y Medio es privada y Canal Sur paga cantidades astronómicas por un formato que no se adapta a la ley de creación de la Radio y Televisión Pública de Andalucía (RTVA), mientras que el sector audiovisual andaluz languidece por este capitalismo cortijero made in PSOE de Andalucía.
¿Qué más tiene que pasar en Canal Sur para que los medios de comunicación andaluces y estatales y los representantes políticos denuncien una programación bochornosa que incumple día sí y día también la ley que dio lugar al nacimiento de esta radio y televisión pública? ¿Qué más tiene que pasar para que los trabajadores de Canal Sur rompan el silencio que mató por asfixia a la televisión valenciana? ¿Van a esperar a que se haga el efectivo el ERE que se rumorea para defender la calidad y dignidad de la televisión de los andaluces como pasó en Canal Nou?
Una televisión que, lejos de prestigiar las hablas andaluzas, emite los informativos en un andaluz de Burgos que nadie en Andalucía nadie habla. O que en momentos señeros de la actualidad es San Telmo quien decide con qué enfoques se tratan las noticias y quiénes tienen o no deben tener cabida en la escaleta.
No lo digo yo, lo cuentan los periodistas honestos y profesionales de Canal Sur que confiesan en privado que cuando saltan los escándalos, son los jefes quienes deciden qué corte de audio emitir por la radio, qué declaraciones sacar en el informativo de televisión, con qué enfoque tratar una noticia de actualidad. Unos trabajadores que admiten que en su casa no ven la televisión en la que trabajan porque les produce estupor y vergüenza ajena en cantidades industriales.
Así, se puede llegar al caso de que en la crisis de la Corrala Utopía, que, para quienes no lo recuerden, fue la lucha por la vivienda de 30 familias sevillanas víctimas de la crisis que fueron desalojadas de un bloque de vecinos propiedad de un banco, la consejera de Vivienda de entonces, Elena Cortés de Izquierda Unida, no apareciese en la pieza informativa que emitió Canal Sur el mismo día que el asunto era noticia en todos los telediarios, radios y televisiones de España y que desembocó en que Susana Díaz quitara a IU las competencias de Vivienda en el gobierno de coalición que la formación de izquierdas compartía con el PSOE.
Tampoco ha ido más allá que la cadena haya comprado programas a la productora de un señor que está en la cárcel por estafa. O que, en los tiempos que se ataban los perros con longanizas, hubiera presentadores que, ante el éxito de sus programas, se montaran una productora privada y Canal Sur pasaba a pagarles, por la misma producción que antes se producía en la casa, precios que doblaban y triplicaban el coste real.
Canal Sur nació para darle vigor a la cultura andaluza, vertebrar una comunidad enorme en extensión, con más de 8 millones de habitantes, para fomentar el uso y prestigio de las hablas andaluzas y desarrollar como sector productivo la industria audiovisual. Sin embargo, Canal Sur está contribuyendo a todo lo contrario: a reforzar fuera de Andalucía los estereotipos que no nos representan como pueblo culto, moderno, diverso, trabajador, alegre y dinámico, a banalizar la cultura andaluza, a fomentar un andaluz de Burgos que en Andalucía no lo habla nadie pero que fomenta los complejos lingüísticos entre los propios andaluces, y a suplir la soledad de las personas mayores por circos, donde se les anula su condición de seres dignos y se les falta el respeto día sí y día también. Ni puñetera gracia.