Un Estado laico es anticlerical
Aconfesional indica la no pertenencia a una confesión determinada pero deja la puerta abierta a una colaboración voluntaria del Estado con cualquier religión. En cambio, la definición de laico explicita la independencia de un Estado frente a cualquier religión.
Muchas veces la política consiste en un juego de palabras para que, aparentando que algo cambia, todo siga igual.
El uso del concepto de Estado aconfesional y no el de Estado laico es uno de estos juegos de palabras. De hecho, son conceptos que se suelen usar como sinónimos aunque distan mucho de serlo.
Aconfesional según el diccionario de la Real academia de la lengua significa: "Que no pertenece o está adscrito a ninguna confesión religiosa". Mientras que laico significa: "Independiente de cualquier organización o confesión religiosa". Es decir, aconfesional indica la no pertenencia a una confesión determinada pero deja la puerta abierta a una colaboración voluntaria del Estado con cualquier religión. En cambio, la definición de laico explicita la independencia de un Estado frente a cualquier religión.
De ahí que en España, como Estado aconfesional, se pueda condecorar a Nuestra Señora María Santísima del Amor con la medalla de oro al mérito policial o un ministro pueda jurar su cargo poniendo la mano sobre la Biblia y no sobre la Constitución. Un posible ministro de cualquier otra religión también podría jurar el cargo poniendo la mano sobre cualquier otro texto sagrado o, si fuera pastafari, con un colador en la cabeza.
En cambio, si realmente fuera un Estado laico, debería jurar el cargo única y exclusivamente sobre la Constitución porque la religión estaría limitada a la esfera personal y no pública.
Por lo tanto, el concepto de estado aconfesional es una manera de contentar a todos, tanto a creyentes, para quienes nada cambia realmente, como a no creyentes, quienes creen vivir en un Estado laico.
Esta diferencia nos lleva a otro punto básico. Un estado laico debe limitar lo religioso a la esfera privada. Eso comportaría que la Iglesia debería perder los privilegios que han posibilitado su presencia en la esfera pública. Desde el punto de vista de la Iglesia y los creyentes, cualquier recorte de privilegios se entendería como un ataque directo. Y efectivamente, lo sería. Pero un Estado laico no evita la confrontación con las instituciones religiosas, las cuales siempre van a pretender influir en el conjunto de la población. Un Estado laico es anticlerical desde el momento que se enfrenta a una institución religiosa para eliminar sus privilegios y lo será mientras no consiga separar por completo Estado e Iglesia.
En conclusión, un Estado laico es anticlerical, mientras que un Estado aconfesional no lo es.